EL presidente español admitió ayer a bombo y platillo, en cuatro periódicos europeos (el español ABC, el italiano Il Corriere della Sera, el francés Le Journal du Dimanche y el alemán Bild am Sonntag) que sus promesas electorales de hace tan solo unos meses estaban fuera de la realidad. Los ganchos electorales con los que convenció a los electores se han demostrado totalmente extemporáneos por una situación no tan imprevisible a la que los populares se han visto obligados a dar cara con medidas contrarias incluso a sus propios principios). Mariano Rajoy -ni Patxi López ni Núñez Feijóo- ha sido el impulsor de la convocatoria de elecciones anticipadas en dos comunidades autónomas, la CAV y Galicia, en el último trimestre, con la seguridad de que será tras ellas cuando se fijen las condiciones del rescate, tantas veces negado (Grecia, Irlanda y Portugal también rechazaron, hasta el último minuto, la posibilidad del rescate), que se prevén apocalípticas. Porque el resultado difícilmente será bueno (y ahí están los recientes varapalos de Asturias y Andalucía), incluso podría ser catastrófico si pincha en Galicia, plaza fuerte del PP, combinado con el malestar ciudadano general, pues los efectos políticos de la crisis se hacen notar con decisiones que inciden directamente en el día a día de la población. Un malestar que no se consuela con el anuncio de que el PP bajará, en cuanto pueda, el IRPF (el incremento del IVA que no iba a llegar está ya en vigor), aunque asegure que encuentra "comprensión" entre los españoles: "Creo que la sociedad española se está portando con responsabilidad y es consciente de la situación en la que estamos". El presidente insiste en su discurso de que no puede hacer otra cosa que lo que hace -"hago lo que beneficia a los intereses del euro y de España"-, pero son muchas las voces cualificadas que defienden otras políticas frente a los continuos recortes de derechos, como la exclusión sanitaria de los inmigrantes sin papeles, los tijeretazos a la educación y la sanidad, o las subidas de impuestos. Por mucho que el presidente se jacte de que los ajustes no le pasarán factura en próximas citas electorales, existe un voto de castigo por recortes e incumplimientos que va a comprobar ya mismo, en la doble convocatoria del 21 de octubre.
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