Síguenos en redes sociales:

La Europa de las dos direcciones

La tensión entre Merkel, apoyada en la fortaleza económica pero desgastada en clave electoral interna, y Hollande, apoyado en su fortaleza electoral pese al desgaste de la economía gala, recuerda al equilibrio ideológico que llevó al desarrollo en la UE

LA modificación mediante decreto por el gobierno de François Hollande de la reforma de las pensiones y el retraso de la edad mínima de jubilación que aprobó el gobierno de Nicolas Sarkozy, rebajándola de nuevo a los 60 años, es sin duda alguna el cumplimiento interesado de una promesa electoral. Porque si no es posible obviar que Hollande llevaba dicha medida en el programa que le aupó a la presidencia de la República hace un mes, tampoco que la firma del decreto cuatro días antes de las legislativas cuando no entrará en vigor hasta noviembre busca mantener el apoyo electoral que le otorgaron los franceses y traducir el resultado de las presidenciales en respaldo parlamentario. Sin embargo, la decisión de adelantar de nuevo la edad de jubilación es también la primera medida de un gobierno de la UE durante un lustro en defensa del estado de bienestar que había caracterizado y definido a Europa, rompe nítidamente con la tendencia de cargar sobre los ciudadanos el coste de una crisis que no han provocado y que tiene su origen en la especulación financiera y la ausencia de control político y de los políticos y confirma la existencia de un cierto contrapeso ideológico al extremo neoliberalismo con que se ha venido desenvolviendo la Unión Europea en los últimos tiempos. Y tanto por el conservador eje franco-alemán encarnado por Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel como debido a la creciente invasión ideológica de la socialdemocracia por los principios liberales desde la primera aproximación del nuevo laborismo que encarnó y expandió Tony Blair. Dicho esto, si las elecciones francesas (y quizás las griegas) confirman ese contrapunto, no solo habrá que hablar de la Europa de dos velocidades que se pretende desde la forzada y acelerada expansión de la Unión hacia el Este y que ahora se ve acentuada con la deriva económica de los denominados países periféricos, sino que será preciso contemplar una Europa de dos direcciones: la de Merkel, apoyada en la fortaleza económica germana pero desgastada por su cuestionamiento electoral en clave interna, y la de Hollande, apoyado en su fortaleza electoral pero cuestionado por el desgaste de la economía gala. Y quizás esa tensión ideológica recupere el equilibrio que llevó a Europa a los niveles de desarrollo socioeconómico y humano de la segunda mitad del siglo XX.