ANALIZAR las consecuencias de la rebaja de la calificación de la deuda de Euskadi, junto a la de otras siete comunidades autónomas del Estado español, por la agencia de calificación crediticia Fitch puede ser un ejercicio sencillo (la primera, lógicamente, es un encarecimiento de la deuda que el Gobierno vasco pretenda colocar de ahora en adelante), pero al mismo tiempo vano por cuanto dependerá de la gestión por el Ejecutivo de sus recursos y de la mesura con que este confronte su propio interés -político y electoral- inmediato al del país a medio y largo plazo. Euskadi, contrariamente al resto del Estado, aún está en una situación (A+) fiscal y de deuda pública que le permite soportar los efectos de esa rebaja de calificación con la primera receta que la propia agencia Fitch propuso hace dos años y que ya ponen en práctica otras instituciones, caso de las diputaciones o ahora el Ayuntamiento de Bilbao: la contención del gasto. Pero el aumento de un 4,5% del mismo por parte del Gobierno López en el primer trimestre del año no alienta al optimismo en ese sentido a pesar de que es ese mismo aumento el que previene al Ejecutivo por cuanto en buena parte procede precisamente de los gastos financieros de la amortización de la deuda que el propio Ejecutivo ha multiplicado. Hay ratings de inversión que descienden no por falta de solvencia sino porque no pueden acceder a los mercados y esa es una de las causas que subyacen en la rebaja de las calificación de la deuda de Euskadi, aunque no la única. De hecho, los länder alemanes aumentaron su deuda en un 5% en el periodo 2009-2010 y la deuda de las regiones francesas también creció exponencialmente el año pasado sin que esto tuviese un reflejo relevante en su consideración por los mercados internacionales. La diferencia, en este caso, se halla en el Estado. Mientras las economías francesas y alemana poseen aun credibilidad más que suficiente, la del Estado español se ha volatilizado, afectando incluso a las economías que, dentro del maco estatal, tienen niveles de solvencia mucho más importantes. O sea, es también efecto de España, de la marca España, con la que curiosamente el Gobierno López ha hecho ímprobos esfuerzos por relacionar y unir a Euskadi en cada una de sus acciones internacionales. En otras palabras, reducir el gasto es necesario pero está muy lejos de ser suficiente.
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