De pitadas, símbolos y agravios
El nacionalismo español ha decidido utilizar los silbidos al himno y a Felipe de Borbón en la final de Copa como argumento para arremeter contra vascos y catalanes para tapar cuestiones como la crisis o la gestión de Bankia
LOS símbolos, cualesquiera que estos sean pero más si representan legítimos sentimientos colectivos muy arraigados, deben ser objeto de respeto y consideración tanto por quienes participan de ellos como, sobre todo, por quienes eligen para identificarse otros emblemas o distintivos diferentes. En este sentido, los cánticos, abucheos y silbidos que tuvieron lugar el pasado viernes en los prolegómenos de la disputa de la final de Copa en el Vicente Calderón de Madrid tanto contra representantes políticos e institucionales y de la Casa Real como al propio himno español son, por principio, reprobables. Nadie debería hacer con los símbolos ajenos -por el mero hecho de ser ajenos- lo que no quisiera que otros hicieran con los propios, sobre todo porque, ciñéndonos a lo ocurrido en Madrid, supone una ofensa innecesaria a todo un pueblo. Sentado este elemental principio de respeto, mal harían -en realidad, ya lo están haciendo- los responsables políticos y mediáticos en tergiversar, enredar y agrandar lo sucedido para, a su vez, ofender a quienes sienten otros símbolos. La pitada a Felipe de Borbón y al himno español y los cánticos contra Esperanza Aguirre fueron, sin duda, ampliamente mayoritarios pese a los burdos intentos por ocultarlo. Pero, en lugar de mirar al dedo y no a lo que este señala, lo que deben hacer es preguntarse por qué decenas de miles de personas, al unísono, sienten la necesidad de expresar de esa manera su desagrado, su rechazo, su indignación hacia estos símbolos o, más en concreto, hacia lo que representan. Quienes vieron "agravios", "comportamientos de energúmenos" y "ultrajes" e insultan a los nacionalismos que no son el suyo como culpables de la pitada no hacen sino, al estilo de Aguirre, azuzar, provocar y magnificar lo sucedido. Parece que el nacionalismo español se ha sentido herido y ha decidido arremeter contra todo lo que no sea su pensamiento único. Como ya hizo con habilidad la presidenta de Madrid, desde algunos ámbitos se está cayendo en la tentación de utilizar ese "agravio" como argumento y agitar el nacionalismo español -han resucitado incluso Gibraltar- para desviar la atención de las cuestiones realmente graves como la crisis económica o el rescate de Bankia. La pitada terminó y que cada cual saque sus conclusiones. Ahora queda lo no simbólico, sino muy real.