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Lo que importa

El Athletic no ha podido sumar su vigesimoquinta Copa, pero ha hecho algo mucho más difícil, ser fiel otra vez al compromiso mantenido durante 114 años y a un estilo que le permite disputar títulos al mejor equipo del mundo

NO hubo quien deshiciera al Barcelona con media docena de goles, como hizo Bata, en aquel Athletic de mister Pentland, en 1931. O en 1932, con un gol solitario, en la primera riada rojiblanca -3.500 personas- a una final de Copa. Ni quien, como Endika, 53 años después, en aquel Athletic de Clemente, pusiera el remate imprescindible para sujetarse en la agonía hasta la victoria. En el Calderón, ayer, en este Athletic de Marcelo Bielsa, sí hubo, sin embargo, mucho del compromiso de unos y otros durante 114 años de historia, alineados de rojo y blanco ante el que aun es el mejor equipo del mundo... e impulsados por la mejor afición del mundo. La de 1932, la que se fundió con la azulgrana en 1984 pese a que Maradona perdiese la cabeza junto con la final, la misma que lo hizo hace tres años, cuando el mejor equipo del mundo empezaba, a su costa, a cosechar merecidamente títulos; la que de nuevo y pese a todo ha acudido en masa -ya 50.000- a Madrid y también esta vez, pese a todo, ha vuelto a saber aplaudir al rival, silbar al viento su libertad de expresión -y su rechazo a lo impuesto- e ignorar las provocaciones de quienes equivocadamente, interesadamente, trataron de reventar lo que vascos y catalanes pretendían una fiesta que reivindicase su fútbol pero también su diferencia. Ayer, el Athletic no pudo sumar su 25º título de Copa, quizás porque esta temporada en la que ha asombrado a Europa con su espectacular juego no estaba llamada a los títulos sino al aprendizaje que llevará a ellos. Pero hizo algo mucho más difícil en este deporte de masas, intereses entremezclados, pasiones y bajezas políticas y negocios banderizos: ser fiel, seguir siendo fiel, a sí mismo, a su historia, al club que surgió de aquel primer partido en las campas de Lamiako, ya entonces en desigual desventaja, ya entonces concluido en derrota, que supuso el germen del fútbol en Bilbao en otro mayo, el de 1894, cuatro años antes de que se formara el club de tantos triunfos y tantos récords. Y ser fiel, también, a su presente, al que de la mano de Bielsa ha construido un estilo reconocible y propio, admirado por ser capaz de plantarse ante al mejor equipo del mundo y del que su afición, su pueblo, se siente orgulloso. Mañana no habrá gabarra, no debe haberla, pero sí habrá Athletic, el Athletic de siempre, el de 1898, 1932, 1984, 2012... Es lo que importa.