LA bibliografía de estos 75 años posteriores al bombardeo de Gernika, abunda en la dinámica prensa de los centros vascos americanos, urgente en las plumas del lehendakari Agirre, de Landaburu, Leizaola, Irujo? Vicente/Bingen Amezaga cada año de los que vivió hasta 1968, escribió una evocación de la agresión sufrida. Sus versos descarnados dicen: "?hasta que un día/La rebelión que se engendró en España,/Con ansia de exterminio y tiranía/A mi patria vino a morder la entraña./Con justicia y nobleza defendimos/Nuestra causa, más ay¡ que la perdimos¡/Y he aquí que hoy no tengo patria tierra,/ni derecho a mi pueblo ni a mi natal casa?". Gernika significó un exilio para el pueblo vasco pues quienes pudieron proclamar la verdad de su bombardeo estaban fuera. Los que se quedaron, debieron cohabitar con la escandalosa mentira franquista de que fue bombardeada por nosotros.
Gernika fue un símbolo de libertad en la Europa ilustrada del siglo XVIII y de unidad de los pueblos vascos. Daniel Irujo, padre de don Manuel, concejal de Lizarra en 1908, se empeña, en medio de cierta polémica, en plantar un retoño del roble, con el convencimiento de que injertaba en Tierra Estella, un árbol libertario e identitario. A Gernika iban las diputaciones, los políticos, los orfeones y los vascos emigrados en su retorno. Allí se repetía la canción del bardo Iparraguirre, tratando de absorber de sus raíces lo que nos iban talando de nuestro cuerpo nacional.
Tras los bombardeos de Durango y Otxandio, aguantaba el frente vasco en lo que le restaba de Bizkaia, pese a las amenazas de Mola de destruirla hasta sus cimientos. El enemigo finalmente eligió la villa simbólica, a 20 kilómetros del frente. Apuntaron al corazón del país, debilitando la moral obstinada del Gobierno vasco, su población y sus gudaris. Después de Gernika, se organizaron los planes de evacuación de la población civil, empezando por los niños, y luego el exilio de doscientas mil personas, primero a Europa, luego hacia América. Se llamaron a sí mismos los Hijos de Gernika y, por años, como el concejal Irujo, plantaron robles en las plazas de Argentina, Uruguay y Colombia, en los hogares que gozaban de jardines y en los que solo tenían balcones. Era el símbolo de la expatriación y de la esperanza de recobrar Gernika.
En una carta que suscribe Nancy Iribas, exesposa de Chávez, en El Universal de Caracas, se despide del hombre podrido en su enfermedad, con consideraciones políticas sobre la muerte, en las que incluye? el mal enorme que ha hecho a tanta gente, en el obligado éxodo de sus compatriotas, el luto de los hogares, la persecución sin cuartel a sus enemigos políticos. Estás muriendo en tu propio exilio, entre? pilluelos, chulos y aduladores? Define el final de los hombres que utilizan las fuerzas del mal y del poder en contra de la humanidad.
No es nuevo. Así suelen morir los seres despóticos. Hitler, Mussolini, Stalin, excepto Franco. Lo que sí resultó nuevo fue el bombardeo de Gernika, acción combinada entre la Legión Cóndor, al mando de Wolfgang von Richthoffen y Sperrle, utilizando aviones Junker 52, Heinkel III, 51 y 52 (cazas) más Heinkel 70 para maniobras en el mar, sumados dos escuadras de aviones españoles de bombardeo ligero y cazas italianos. El objetivo de la misión era destruir la ciudad hasta sus cimientos, cosa que la aviación tanteaba por primera vez, y observar con matemática frialdad en cuánto tiempo se lograba el objetivo.
Formaba parte del plan diabólico la observancia de la conducta civil ante el ataque y la desmoralización de sus sobrevivientes. La villa se convirtió en un campo de tiro. Las potencias internacionales, sometidas al corsé del Comité de No Intervención, ignoraron el aviso flagelante que habrían de padecer en carne propia pocos años después.
Las tropas nacionales entraron a la semana en la humeante Gernika, al mando de Juan Vigón, quien de preceptor de los hijos de Alfonso XIII ascendió a general en esa lidia de sublevados, y ordenó la tala del Árbol, salvado del bombardeo, y que le incomodaba por su simbología libertaria, en cuanto su vida estaba dedicada a afanes contrarios. Pero un grupo de voluntarios carlistas navarros decidió no solo conservar el Árbol sino hacerle una guardia de honor. Gesto humanitario que, en la vorágine del horror sin ley de la guerra, merece ser recordado.
Gernika fue el principio de la Segunda Guerra Mundial. En ella convergieron las fuerzas maléficas que habían de campear por cinco años en Europa y por cuarenta en el Estado español. En 1964, la Resistencia vasca, en particular la incipiente EGI Caracas, organizó uno de los más bellos Aberri Eguna de nuestra historia, en clandestinidad, agarrando por sorpresa al dictador y sus esbirros.
Una multitud que vino de todas partes colmó las carreteras de Euskadi, ignorando el mal tiempo y desconcertando el control policial. Cada uno de aquellos resistentes llevaba en la retina la imagen del afiche que se distribuyó furtivamente en los hogares vascos, como reclamo vigoroso: el joven de pie, con la cabeza inclinada, como al final de un aurresku, ante el Roble de Gernika, símbolo de su fe libertaria, no destruida ni por bombas ni por mentiras ni por el tiempo.