SE conmemora estos días el 75º aniversario del bombardeo franquista de Gernika, llevado a cabo el 26 de abril de 1937 por la Legión Condor, una escuadrilla de aviones alemanes e italianos a disposición del ejército de Franco al mando de teniente goronel Wolfram von Richthofen, que arrojó, entre las 4,30 y las 7,30 de la tarde, más de 30 toneladas de bombas sobre la villa foral. Un ataque salvaje que se complementó con la acción de los cazas que acompañaban a los bombarderos, dedicados con saña a ametrallar a la población civil que huía de las bombas.

Este episodio sangrante y sangriento de la guerra en Euskadi se convirtió, desde el mismo momento de producirse y a lo largo de los años, en el negro blasón del genocidio franquista, del encarnizamiento de los fascistas con nuestra villa simbólica, aquella que inspiró a Iparragirre su Gernikako Arbola, cantado por vascos de toda condición y credo político de todos los territorios de Euskal Herria. A esta connotación contribuyó, sin duda, la célebre pintura de Pablo Picasso, también el poema de Blas de Otero -escrito en Barcelona-, y el de la nobel chilena Gabriela Mistral, este titulado Árbol de Guernica. Yo he llegado a cantar aquellos versos que entre sollozos escribió Iratzeder, el fraile benedictino, en mayo de 1938. El desgarro y sufrimiento de la población civil lo plasmó magistralmente nuestro añorado Mikel Laboa, y hasta Kortatu cantó el cincuentenario de la masacre en su Gernika 37/87: "Hogeita hamazazpi, beste urte bat / larogeita zazpiaren antza, besterik ez / galduko dutela badakite / ikusi nahi ez izan arren / Gernika, gure buruan" ("El 37, otro año / como el 87, nada más / saben que van a perder / aunque no lo quieran ver / Gernika, en nuestro recuerdo").

Cientos de fotografías, películas, canciones, pinturas, han glosado aquel episodio trágico de nuestra historia. Episodio que, sin embargo, no fue el más mortífero de los franquistas en suelo vasco. Baste recordar que frente a una cifra de muertos que las diversas fuentes sitúan entre los 150 y 250, en el bombardeo de Durango acaecido semanas antes murieron 336 personas bajo las bombas de la aviación legionaria italiana.

De aquel asesinato en masa de Durango, por cierto, no se ha disculpado hasta la fecha el gobierno italiano; sí lo hizo, sin embargo, el gobierno alemán, en 1997, en carta del presidente de la República Federal Alemana leída por su embajador en España en el acto conmemorativo que se celebra anualmente en Gernika en recuerdo de todas las víctimas. Acto al que ahora sí acude la presidenta del Parlamento Vasco, quien en un gesto inaudito de falta de respeto a la memoria de las víctimas del holocausto franquista, se estrenó en el cargo declinando -¡por problemas de agenda¡- la invitación a una ceremonia a la que siempre había acudido una representación del Parlamento Vasco con su presidente al frente.

Tampoco se ha disculpado oficialmente el gobierno español. Se ha vuelto a exigir otra vez esa disculpa, a través de iniciativas en el Parlamento Vasco. Ya se intentó hace dos años y entonces el Partido Socialista dio cobertura al gobierno español con peregrinas explicaciones que uno se resiste a reproducir por la vergüenza que producen a cualquiera que tenga un mínimo de cultura histórica y democrática. Se ha intentado repetidamente también esa disculpa a través de las Cortes españolas, el incansable Iñaki Anasagasti algo sabe de ello. Justamente cuando hace dos años el premier británico David Cameron pedía disculpas públicas por los hechos del Domingo Sangriento en Belfast, que produjeron 14 muertos, el ministro español de Justicia, Francisco Caamaño, contestaba a Anasagasti que "ha habido suficientes gestos de condena de ese crimen?". Lo único que se ha conseguido arrancar del Congreso español ha sido, en 1999, una declaración eximiendo de toda culpa a los vascos por el bombardeo de Gernika. Porque hay que recordar que los fascistas no solamente bombardearon Gernika sino que pusieron en marcha su propaganda para acusar del incendio de la villa foral al ejército vasco.

Sobre el entrañable recuerdo y reconocimiento a la memoria de las víctimas del bombardeo de Gernika y de todas las víctimas de los bombardeos y de la guerra en Euskadi, uno trata de visualizar qué es lo que puede pasar en los próximos meses en la política vasca y estatal. Lo he escrito hace tiempo: estamos en tiempos de reconquista española, los avisos para navegantes comienzan a tomar cuerpo pre-legal, con advertencias del poder central, que harían bien en tomarse en serio incluso quienes crean que esto no va con Euskadi y sus instituciones de autogobierno, las presentes, como el Concierto Económico, y aquellas a las que en el futuro queramos aspirar.

En estos días en los que ya se habla del inevitable choque de trenes entre Cataluña y España, el portavoz del gobierno catalán, Francesc Homs, ha dicho que "no vendrán con los tanques, pero quietos no se estarán". Porque el gobierno del Estado español, ese Estado ineficiente y derrochador que produce el 60% del déficit público, aprovecha el viaje de la crisis para el discurso demagógico frente a Europa de que "la culpa es de las autonomías", y, valiéndose de que tendrá que intervenir en comunidades que están técnicamente en quiebra, como la valenciana, sugiere que ello mismo puede pasar con otras, como la catalana. Y tiene bemoles la cosa, porque es el propio Estado español, el mismo que expropia por la cara el 8,5% de su PIB a Cataluña (pensemos que la contribución de la Comunidad Autónoma Vasca se cifra en el 1,5%) y se queda cada año con 16.000 millones de euros de los ciudadanos catalanes, ese Estado que aduce que estamos en crisis y no paga al Gobierno de Cataluña lo que le corresponde legalmente de acuerdo al Estatuto de Autonomía, el Estado que decreta recortes adicionales vinculantes para los gobiernos autónomos para lavarse la cara ante Europa, el que, tras haber llevado a la asfixia financiera a Cataluña, pueda acabar justificando la intervención.

El nacionalismo español, ese otrora beligerante de camisa azul que aceptó a regañadientes una transición amenazada con el ruido de los sables de los cuarteles, sueña con la reconquista. Ahora no bombardearán, es posible que Homs tenga razón y tampoco vengan con los tanques (yo no estaría tan seguro, a tenor de las maniobras del Ejército en Euskadi y del artículo 8 de la Constitución española), pero su bombardeo civil ha comenzado; y cuentan con la cobertura de una buena parte de la intelectualidad y de la izquierda española, que acompaña sumisamente el ideario nacionalista español. Lamentablemente, lo dicho por Cristóbal Montoro en sede parlamentaria esta misma semana lo pueden suscribir sin que se le caigan los palos del sombrajo. Las aspiraciones de los independentistas vascos y catalanes son, por decreto de los nacionalistas españoles, sean estos del PP o del PSOE, producto de un pensamiento menor, reduccionista, corto, parcelado, a contracorriente de las ideas políticas que marcan el mundo. Montoro dixit.

Hoy, sin embargo, y ante el recuerdo de lo que el árbol de Gernika significa, de esos árboles bajo los que se reunieron nuestros antepasados para hacer y dictar sus leyes, hay que recordar que no hay ley más sagrada que la de la voluntad del pueblo, que no hay principio que se deba anteponer al principio de la mayoría democráticamente expresada y que está próximo el día en que vascos y catalanes, catalanes y vascos, protagonistas de una historia que pretenden ahora bombardear a golpe de decreto desde Madrid, acudiremos a las urnas, sean estas para elegir a nuestros representantes o lo sean para ejercer nuestro derecho a decidir, para decir a España y al mundo que no aspiramos sino a nuestra libertad en nuestras naciones respectivas, sin restricción ni tutela.

Ni el señor Montoro ni nadie nos va a amedrentar ahora con discursos que huelen a naftalina franquista. Como reza la letra del Gernikako Arbola -"Eman ta zabal zazu, munduan frutua"-, quienes defendemos la causa nacional vasca siempre hemos apoyado e incluso nos hemos implicado en la causa de la libertad de los pueblos a lo largo y ancho del mundo; quienes nos quieren insultar y arrojar a los imaginarios leones de la Unión Europea son descendientes directos de quienes ahogaron nuestras libertades mientras nacionalistas vascos trabajaban codo con codo con demócratas europeos en la fundación de lo que es la UE.

Hoy, recordando la barbarie fascista perpetrada en Gernika, y en un tiempo en el que callan las armas de ETA, es tiempo para redoblar nuestro compromiso con las libertades individuales y colectivas frente a aquellos que caricaturizan la libertad y la pretenden encerrar en la jaula de ámbitos de decisión y de ciudadanía jamás sometidos a discusión y refrendo, de aquellos quienes pretenden desautorizar con discursos imperio-paternalistas las justas aspiraciones de nuestros pueblos.

Setenta y cinco años después del bombardeo de Gernika, sigue siendo tiempo de proclamar que la libertad nos pertenece. Parafraseando a Neruda, para nuestra libertad, nos bastan nuestras alas.