AUNQUE el Gobierno de Patxi López se empeña en retrasar su final, la convocatoria anticipada de nuevas elecciones para concluir la legislatura es, en mi opinión, una necesidad urgente que se justifica por un doble motivo. Por un lado, porque Euskadi necesita un Parlamento que pueda cumplir con su papel de foro institucional tras el fin de la violencia. Por otra parte, porque la crisis económica exige medidas que un Gobierno con fecha de caducidad como el de Patxi López no está en condiciones de adoptar. Tras su renuncia al paradigma político-militar, el MLNV tiene derecho a contar con una representación en sede parlamentaria. La composición del actual Parlamento Vasco quedó mutilada por la Ley de Partidos, pero una vez que su aplicación carece ya de fundamento, incorporar a ese sector social hoy ausente hará del Parlamento una Cámara más adecuada para encarar el nuevo tiempo político. Prolongar un año más la legislatura y el actual gobierno es un despilfarro de tiempo en una coyuntura muy complicada que requiere de otro liderazgo y de mayorías más representativas.

Tal y como expresan de manera inequívoca los resultados de las últimas y consecutivas elecciones municipales, forales y generales celebradas durante 2012, además de diferentes sondeos y encuestas realizados desde entonces, el gobierno del PSE sostenido por el PP no contará con un respaldo suficiente y será sustituido. La proyección de esos datos indica que el PSE perderá cerca de un tercio de sus representantes en las próximas elecciones autonómicas y que su socio apenas se beneficiará de esa debacle, estancado como cuarta fuerza política. Tras perder tres elecciones en un año, no parece haber ninguna duda de que la actual mayoría parlamentaria dejará de serlo y que el nacionalismo vasco formará un nuevo gobierno. El PNV dispone de un colchón de votos enorme (los 600 mil de Ibarretxe) y si es capaz de activar a una parte de su electorado potencial le corresponderá asumir de nuevo la responsabilidad de gobernar. Amaiur o la denominación que concurra para representar al MLNV y sus aliados, parece consolidada para disputar al PNV la victoria. En cualquier caso, ninguna fuerza política se aproximará a una mayoría absoluta con lo que la necesidad de acuerdos resultará ineludible. En principio, el PNV es la única fuerza que podría pactar con cualquiera de las otras tres, pero no parece sencillo que pudiera alcanzarse un pacto de legislatura ni con Amaiur ni con el PP o PSE. Lo más probable será un gobierno del PNV con pactos puntuales, a la manera de CiU en Catalunya.

Tras tres años de gobierno, el balance socialista, como sus cuentas, es francamente negativo. Su parálisis legislativa ha sido notable. Apenas ha sacado adelante una decena de leyes del casi medio centenar anunciadas al comienzo de la legislatura. Durante estos tres años, la figura de Patxi López no ha sido capaz de despejar las dudas sobre lo inadecuado de su formación para el cargo. Carente de estudios universitarios y de experiencia laboral, sin andadura en puestos de gestión pública, ignorante en idiomas, su figura huérfana de carisma y de conexión popular ha acompañado una imagen de lehendakari gris, solitario y ausente, desconectada emocional y políticamente de la realidad y de las aspiraciones mayoritarias de la población vasca. Este gobierno ha puesto de manifiesto que carecía de un proyecto y de los recursos necesarios para la compleja tarea de gobernar Euskadi. Ha malgastado su oportunidad y ha resultado ser el enésimo ejemplo del fracaso que desde hace años viene acompañando al progresismo socialdemócrata en Europa.

El PSE, con su deficiente gestión, falta de brillo e ilusión, ha comprometido sus opciones de gobierno por muchos años. La estrategia de su socio popular parece ser prolongar su desgaste hasta poder superarlo como representante del voto vasco-español en Euskadi. En el otro lado del espectro político, también Amaiur aspira a superar al PNV y es muy posible que lo vuelva a conseguir en Gipuzkoa. Sin embargo, dada la distancia con el PNV en Bizkaia y las diferencias demográficas lo más probable es que en número total de votos no lo consiga. Como, según parece, el PP triunfaría en Araba, en cada territorio ganará una fuerza política distinta. De esta manera, en el futuro Parlamento ninguna fuerza se acercará a la mayoría absoluta y el mapa electoral de los tres territorios proyectará una realidad política muy plural que deberá gestionarse en colaboración con las diputaciones forales. Aunque el nacionalismo vasco resultará claramente mayoritario, con alrededor de un 60% de respaldo, las diferencias entre Amaiur y el PNV son notables. Esa heterogeneidad, mucho mayor que la que existe entre PSE y PP, junto con la posición mayoritaria del vasco-españolismo en Araba lastrarían las opciones de recorrido del soberanismo.

Los motivos que llevaron al gobierno al PSE han desaparecido y prolongar la legislatura obedece fundamentalmente a intereses partitocráticos vinculados esencialmente a las redes clientelares del socialismo vasco y al oportunismo tacticista del PP. Estos motivos son ajenos a los intereses mayoritarios de la población vasca. Mantener una ficción institucional en las dramáticas circunstancias que padecemos tendrá, a mi juicio, una penalización electoral creciente. Durante los próximos meses de 2012 se agudizará la crisis y los recortes sociales adoptados en Madrid irán minando el apoyo al PP. En consecuencia, la tormenta de arena de la crisis irá progresivamente sepultando al binomio PSE-PP, responsable de la acción gubernamental en Euskadi y en España. Tratar de retrasar el cambio y prolongar la legislatura durante los próximos meses va a convertir el tiempo político de descuento en el que ya estamos en una agonía.

Aunque no tan aguda como la que se vive en España, la grave situación económica en Euskadi está generando el aumento exponencial e incontenible de la deuda y del desempleo con sus dramáticas consecuencias. La tarea a la que se enfrentará el futuro gobierno va a ser descomunal. Si saca a Euskadi de la tempestad, el nacionalismo podrá poner rumbo hacia un nuevo modelo de autogobierno. Si fracasa, su posición de mando correrá peligro. De ahí que tiene que afinar en la selección de la tripulación de gobierno e incorporar grandes dosis de trabajo y honestidad. La corrección del déficit y el equilibrio presupuestario debe llegar no solo mejorando la gestión sino también aumentando ingresos. Hay que fomentar una política de empleo sostenida en la formación, el esfuerzo y el apoyo a la iniciativa empresarial y perseguir en serio el fraude fiscal, cifrado en cerca de una cuarta parte del PIB y cuya impunidad alcanza al 80% del fraude. Debe ponerse término al despilfarro de las cuentas públicas, a los gastos suntuarios y protocolarios e injustificadas prebendas y deben corregirse los abusos vinculados con las redes partitocráticas y clientelares. Una política de austeridad y de enormes sacrificios salariales no puede seguir amparando el fraude o la mala gestión. Si se aspira a que Euskadi tenga un futuro distinto, tendrá que venir acompañado de una cultura política distinta, más rigurosa y solidaria.

Hay que mejorar la protección de los consumidores, en especial frente a los abusos de grandes corporaciones, así como de los comportamientos burocráticos del poder público. La Administración vasca debe ponerse realmente de parte de la ciudadanía y defenderla de los abusos de ciertos sectores: compañías telefónicas, aéreas... Mientras que las denuncias de esos abusos llenan los juzgados, la protección que se ofrece desde la Administración es esencialmente nominal. No basta con crear servicios de protección, estos tienen que ser efectivos. Si no, devienen meras tapaderas burocráticas. También debe moderarse el afán recaudatorio de las administraciones. Algunas sanciones son exhorbitantes y su justificación más bien dudosa. El ciudadano de a pie contempla con estupor el trato que con frecuencia padece y lo compara con el que disfrutan los círculos de poder o con la impunidad de quienes se lucran con la economía sumergida. Hará falta elevar la calidad democrática y procurar mejores servicios y controles para disponer de una Administración más eficaz y humana. También será necesaria una mayor perspectiva global, reforzar la dimensión europea y aumentar la protección social. La inversión en mejorar la educación es fundamental para elevar la capacitación del alumnado y la formación del profesorado.

Además de dar respuesta a la crisis y encauzar el proceso de final de la violencia, un nuevo Parlamento Vasco tiene también que acompañar al nuevo tiempo político e ir sentando las bases para la redefinición del autogobierno. La vía hacia la II República Vasca, aún titubeante, deberá ir despejándose democráticamente.