Paréntesis
AUNQUE por diferentes motivos, a los adictos al Athletic y a los periodistas acomodaticios no les gustan mucho las jornadas de descanso. Mucho menos cuando pintan oros. La dieta futbolística obliga a refugiarse en planes alternativos alejados de las emociones que siempre nos reserva el cuadro rojiblanco. Los informadores no podrán tirar de las recurrentes referencias a la enésima lesión de isquiotibiales, ni apoyarse en la crónica de un entrenamiento estándar. Las alusiones a los rondos o el reparto de los petos de titulares y suplentes en el partidillo de Lezama pierden fuerza cuando el próximo bolo queda tan lejos.
Todos los periodistas se ven forzados a exprimirse el cerebro. Sin competición, los juntaletras nos tenemos que sacar de la chistera reportajes de supervivencia o en su defecto recuperar otros que llevan tiempo criogenizados en el congelador. No vale todo, se premia la ocurrencia y la atemporalidad. Desde el primo hermano vasco de Messi, pasando por la transpiración de las nuevas camisetas de Umbro o el excelente drenaje del nuevo césped de San Mamés. La ola del empate ante el Barça no durará tanto. Atentos estos días a los esfuerzos creativos de los medios de comunicación.
Habrá forofos, no todos, que se conformen con un plan sucedáneo: revisar partidos épicos de la historia reciente como el 1-7 de Lieja o el 3-0 sobre el Sevilla que supuso la clasificación para la última final copera. Se me ocurre otra manera de superar el síndrome de abstinencia: seguir las andanzas del filial o las del equipo femenino, una forma recomendable de quitarse el mono que seguro agradecerían l@s jugador@s de ambos equipos.
Los que tienen contratadas plataformas digitales mirarán de reojo otras competiciones para descubrir algún mirlo blanco, memorizar su nombre y darse el pegote mientras aderezan en plan Maldini una conversación de barra de bar. Otros, sin embargo, estaremos frustrados por no poder ver cómo progresa el equipo de Bielsa ahora que está tocando su mejor sinfonía.
Es el momento más dulce: con Herrera en la onda, Javi Martínez en plan mariscal, Muniain desbordante y Llorente letal en ataque y generoso en defensa. Los leones aún salivan, tienen los colmillos afilados y ganas de hincar el diente. Se quedaron con la miel en los labios y, aunque quisieran seguir tras la presa culé, ha llegado un forzado descanso que deberá aplazar el ímpetu de la fiera. Le vendrá bien a la saturada enfermería rojiblanca, pero fastidia no poder disfrutar de la prolongación del éxtasis que dejó el último partido pese al empate in extremis del Barça. Porque ellos nos empataron, que nadie se olvide.
Toca resignarse. Se recomienda ponerse el chubasquero para soportar el chaparrón de insistentes mensajes electorales que tomarán sin rubor el espacio del fútbol en los medios. No sé qué tolero peor, la secuencia de tópicos de un futbolista o el autobombo promocional de la mayor parte de los políticos. A los futbolistas, al menos, no se les paga por comunicar bien. Hablan en el campo.
Indudablemente, tendremos que vivir de las rentas en estas jornadas de inanición balompédica, y se escucharan los primeros balances sobre el primer tramo de la competición. Al universo opinador no le queda otra que reconocer el cambio experimentado por el Athletic. Bielsa ha revolucionado el equipo.
Como ocurre con cualquier revolución, los cambios producen recelo en un primer momento, pero los jugadores están cómodos con la transformación. Poner el listón alto reconforta a los que ponen todo de su parte para llegar a superarlo. El Loco, que es un enamorado del talento, también es de los que recompensan el esfuerzo y la constancia. No hay más que ver cómo se deshace en elogios hacia Gurpegi, un futbolista racial que derrocha entrega y compromiso en cada partido. Nadie duda que acelerará los plazos para echar una mano cuando la temporada se esté resolviendo y su concurso resulte fundamental.