EL conocimiento público del informe elaborado para el departamento de Cultura en el que se proponen el despido de 150 trabajadores de EITB y el cierre de Miramón ha causado un gran impacto social. En solo dos años, Euskadi ha pasado de contar con un sistema de medios de comunicación públicos y un sector audiovisual puntero y competitivo a plantearse una medida quirúrgica de tal gravedad que cuestiona uno de los puntales del autogobierno vasco. Este informe, que debe de ser analizado con las oportunas cautelas, pone de manifiesto de forma descarnada la nefasta gestión de los responsables de Cultura del Gobierno de Patxi López. En este breve tiempo han dilapidado el prestigio y la credibilidad de la que gozaban los medios de comunicación públicos. Se alentó, desde el propio documento de acuerdo político suscrito por el PSE y el PP, un cambio radical en la orientación informativa de los medios públicos. Este pacto político pasó por encima de los criterios profesionales e impuso cambios y criterios partidistas y electoralistas en el seguimiento informativo. El resultado de esta tropelía ha quedado desvelado en este informe: EITB no es sostenible. Lo era pero ya no lo es. Urgell ha logrado el que ahora se revela como su objetivo último, que no era otro que diluir la fortaleza de los medios de comunicación públicos vascos. Sin una estrategia planificada no se entiende la acumulación de dislates que la consejera ha protagonizado, promovido o justificado. Ha asistido impasible a la continua caída de audiencias sin mover un dedo, justificando lo injustificable y buscando siempre causas pretéritas y ajenas, para no tener que reconocer la evidente responsabilidad propia. Se ha abstenido ante las incomprensibles decisiones que ha adoptado EITB: la paralización de un plan estratégico que funcionaba, los incumplimientos del contrato programa, el debilitamiento progresivo del sector audiovisual o el abandono de la política interna de gestión de calidad que había llevado a EITB a obtener el premio europeo hace solo tres años. La irresponsabilidad política y la incompetencia directiva han conducido al ente a esta delicada situación. Tiempo y cauce habrá de solicitar las debidas responsabilidades; lo urgente ahora es reconducir la situación y evitar la actitud Urgell, que consiste en seguir sonriendo mientras el barco se hunde. Porque la situación de EITB es un apartado más en la catastrófica política cultural de este Ejecutivo. Urgell se empeñó en deshacer el camino, trazó tres ces en el aire, su cacareado Contrato Ciudadano de las Culturas, y nunca más se supo. Este Gobierno no tiene un plan, y menos un contrato que pueda representar un compromiso. Es la misma situación ante el que se han encontrado instituciones de primera línea del país como el Museo Guggenheim, Chillida Leku o Tabakalera. Incapacidad, desidia, falta de proyecto y empuje en favor de la cultura. Es la contracultura de Urgell.