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La evolución pendiente

La confluencia soberanista y una mayor aunque aún lejana colaboración precisa de la definitiva desaparición de ETA pero igualmente de la erradicación de la cultura del enfrentamiento y la incomprensión al matiz ideológico, también en Nafarroa

LA posición favorable de la asamblea de Aralar, celebrada ayer en Iruñea, a la confluencia electoral con Bildu de cara a los comicios al Congreso y el Senado del próximo 20-N supone el paso prácticamente definitivo para la configuración de dos polos políticos abertzales en Hegoalde. Por un lado, el que bajo las siglas de EAJ/PNV acoge al nacionalismo que durante las últimas tres décadas ha llevado a cabo la institucionalización y el desarrollo de la Comunidad Autónoma Vasca como motor del autogobierno en Euskal Herria y la defensa del mismo en el Parlamento de Madrid. Por otro, el que busca aglutinar, de momento bajo la denominación Bildu, a todas las demás fuerzas del espectro político soberanista siempre a expensas de la evolución -en lo referente a la legalización y a la desaparición definitiva de ETA- de una izquierda abertzale que por influencia social y capacidad electoral tutela sus tiempos y formas. La configuración de ese segundo polo, apoyado en los buenos resultados obtenidos en las últimas elecciones municipales y forales, no deja de presentar, sin embargo, interrogantes. Sí en cuanto a la exigencia de que se culmine la citada evolución, pero también en cuanto a los diversos orígenes de las fuerzas que lo conforman. No tanto por Aralar, que en realidad recorrió hace tiempo el camino que ahora ha iniciado la izquierda abertzale oficial, aunque también presente reticencias, como en cuanto al papel de Alternatiba, que cuanto más se asiente la coalición más se verá limitado a su auténtica realidad, y especialmente al de una Eusko Alkartasuna que precisamente hoy cumple 25 años de su fundación bajo principios y espectros ideológicos sensiblemente diferentes a los que parecen marcar el futuro más o menos inmediato de Bildu y que desde entonces había permanecido inserta en el nacionalismo institucional con el que ahora pretende disputar electoralmente. Cierto es que tanto EA como Aralar, por su tradicional posición frente a la violencia y su labor en las instituciones, podrían ejercer de puente de cara a esa gran coalición que la izquierda abertzale pretende publicitar como oferta al PNV, pero no lo es menos que ese tiempo no ha llegado aún. Porque para cruzar dicho puente es imprescindible en primer lugar la desaparición completa y definitiva de ETA y es necesaria la inmediata erradicación de una cultura de enfrentamiento y un modo de entender la política fundamentado en la creencia de la posesión de la verdad, alejado del debate y carente de la más mínima comprensión hacia las diferencias e incluso los matices ideológicos. Y que la izquierda abertzale ilegalizada vaya superando en su actuación esas rémoras del camino que ella mismo eligió en el pasado es condición si cabe más ineludible aún para una colaboración electoral en Nafarroa.