EL mundo del fútbol está sumido en las últimas semanas en una espiral que roza el esperpento para pasmo de los aficionados y de la ciudadanía en general. Una huelga de futbolistas que impide el inicio de la Liga en la jornada prevista, los lamentables acontecimientos acaecidos en la final de la Supercopa entre dos equipos como el Barcelona y el Real Madrid, con agresión del entrenador merengue incluida, las vicisitudes del Athletic tanto en el sorteo de la fase previa de la Liga Europa como su posterior clasificación sin jugar el partido de vuelta y, ahora, el conflicto con las emisoras de radio, han colocado al fútbol en un escaparate que no le corresponde. A lo que hay que añadir los escandalosos números rojos de los clubes, los millonarios fichajes, los fraudes... La Liga de Fútbol Profesional (LFP) ha decidido en la presente temporada cobrar a las emisoras de radio por retransmitir los partidos, algo que han venido haciendo de manera gratuita desde hace décadas. Tanto el sábado como ayer, a los comentaristas radiofónicos se les impidió acceder a los estadios (también en San Mamés) a realizar su trabajo. La polémica, de momento, no tiene visos de solución porque, como en la mayoría de los casos, se trata de un solo problema: el dinero. Aunque quizá sea exagerado decir que la pretensión de la LFP choca con el derecho a la información de los ciudadanos, lo cierto es que la situación nada tiene que ver con la de las televisiones, muchas ellas de pago, mientras que la totalidad de las radios emiten en abierto. Además, hay otras consideraciones que no se pueden obviar. Fútbol y radio han ido unidos de la mano durante décadas y es difícil entender todo lo que rodea al fútbol sin las retransmisiones in situ, los carruseles deportivos y demás programas similares porque han formado, forman y formarán parte del paisaje deportivo de nuestros equipos. El desaforado viaje a ninguna parte emprendido por los responsables que dirigen el deporte del fútbol ha tocado esta vez a los profesionales de las ondas. Pero es solo un paso más en su afán recaudatorio. Los responsables de la Liga de Fútbol profesional hace años que parecen haber perdido el norte mientras que lo que en realidad deberían plantearse es poner coto en serio a la inmensa burbuja multimillonaria que ellos mismos han generado sobre una actividad que no renta lo que ellos pretenden. Con acciones de este tipo, y las que puedan llegar en un futuro, lo único que van a conseguir los dirigentes futbolísticos es que cada vez más ciudadanos pongan el ojo vigilante sobre los dineros de los clubes para que ni un solo euro público acabe en las nóminas de futbolistas y directivos. Un dinero público que hasta la fecha es el que les ha sacado sistemáticamente las castañas del fuego, para escarnio de miles de ciudadanos inmersos en una crisis económica que no parece tener fin.
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