Joaquín Caparrós regresó a Bilbao para zambullirse en la campaña. Escogió como fórmula para ello el salto de cabeza. Cierto es que ya se mojó en su día, cuando sin que siquiera hubiese elecciones en el horizonte proclamó a los cuatro vientos su intención de utilizar su condición de socio para que su gran valedor, Fernando García Macua, siguiese en el cargo otros cuatro años. Ayer, como era previsible, quiso reiterar que su voto es para el abogado porque ha respetado la palabra que le diera, palabra de la que nunca había dudado, puntualizó. Podía haberse quedado ahí, pero no, el técnico se sintió legitimado para hacer campaña de sí mismo, dijo sin cortarse que merecía dirigir al equipo el año que viene porque la actual plantilla de jugadores era obra suya.

El utrerano, que ha acaparado todo el poder decisorio en materia deportiva a lo largo del mandato recién extinguido, no fue el único que defendió su continuidad. Ante toda la prensa bilbaina tomó la palabra Javier Irureta para recordar lo que catalogó como una norma básica de funcionamiento en el fútbol: el técnico que cumple los objetivos se hace acreedor a la renovación. Lógicamente, Caparrós encajaría en ese supuesto, no en vano dejó al equipo en Europa. Menos lógico o, si se prefiere, más inesperado fue que Irureta asumiese un papel en el acto de ayer. Un papel con frase, algo que no le correspondió a Manolo Delgado. Esta pareja, junto al propio Caparrós, se incrustó físicamente en la plancha del abogado, que en todo momento permaneció de pie en el estrado frente a las cámaras.

A Irureta se le preguntó si asistiría a los actos donde Josu Urrutia explicase sus intenciones o decisiones de carácter deportivo, a lo que respondió que sólo se sentía obligado con García Macua porque el otro candidato no se había dirigido a él. La pregunta ahora, una vez que se ha decantado públicamente siguiendo la pauta marcada por Caparrós, es si Urrutia lo hará, lo de dirigirse a él, en caso de que venza en las urnas.

Urrutia no ha dicho que prescindiría de Irureta o de Delgado, a quienes calificó como gente reconocible del Athletic, pero Urrutia también precisó que carecía de sentido alinearse con alguien (en referencia directa a Caparrós) cuando esa persona previamente había optado por demarcarse de él o de cualquiera que no fuese García Macua.

En fin, cómo cambian las cosas o cuán flaca es la memoria. Hace cuatro años la candidatura de García Macua puso el grito en el cielo porque un empleado del club tuvo la osadía de posicionarse con el otro bando, el que encabezaba Juan Carlos Erkoreka. El paso dado entonces por Julen Guerrero fue objeto de severísimas críticas y a la postre le costó el puesto de trabajo en Lezama. En los contratos que firmaron con el Athletic, vigentes todavía ayer por la tarde, tanto Caparrós como Irureta o Manolo Delgado, debe existir una cláusula que les libera y faculta para ejercer sin disimulo como agentes electorales de una candidatura.

Quizás Urrutia tenga algo que añadir sobre este delicado asunto, pero es que de momento no ha gastado saliva para meterse con lo que hacen o dejan de hacer sus adversarios en estas elecciones. Sus adversarios, en cambio, no pierden la oportunidad para enviarle recaditos, cuando no acusaciones o críticas frontales. El enésimo ejemplo de esta táctica lo protagonizó ayer García Macua. Sin que mediase pregunta alguna, como un punto más de su programa (¿?) deportivo, dijo que era "muy arriesgado" afrontar la primera eliminatoria de la Europa League, la que se celebra en agosto, con un técnico que no conocía al equipo, la propia competición y hasta la ciudad. Léase, Marcelo Bielsa. Seguramente tan sesuda reflexión respondiera al hecho de que todavía no ha superado del todo la sensación de angustia que le quedó de los cruces con el Young Boys y el Tromsoe, estando como estaba el equipo a las órdenes de un perfecto conocedor de los jugadores, del torneo y de Bilbao y sus alrededores.

No obstante, pese a la evidente enjundia de los aspectos apuntados, acaso el tema de mayor calado de la reunión que ayer tarde acogió el Carlton, y por volver al comienzo, tuvo que ver con lo que ha rodeado a la figura de Caparrós durante el último mes largo. Resulta que, ya es casualidad, apenas unas horas antes se supo que Claude Puel mantuvo dos reuniones con miembros de la plancha de García Macua, una en París y la otra en Bilbao, el 2 y el 9 de junio (esto es, cuando estas personas habían ya mudado su condición de directivos para convertirse en miembros de la Comisión Gestora, organismo al servicio del club, de todos los socios). El técnico galo, a quien sus interlocutores todavía no habrían comunicado que la posibilidad de contratarle estaba desestimada, declaraba a ETB: "Me parece que dice que no me conoce, pero discutimos sobre el proyecto y sobre el dinero también". Pues mira por dónde, García Macua insiste en que no conoce a Puel. Con un lacónico "ha habido algún contacto, no mío,…" despachó ayer la cuestión y, de paso, creería que invalidaba la prueba del nueve de las profundas desavenencias surgidas en el seno de su plancha en torno a quién era el técnico ideal para aspirar a mantenerse en la presidencia.

Previamente, el expresidente respondió con un categórico "en absoluto" a una pregunta que versó sobre la más que fundada sospecha de que en su equipo directivo había (y hay, porque no se han ido) gente partidaria de desmarcarse de Caparrós y cuanto antes. Registros sonoros no habrá, aunque determinadas declaraciones a medios son elocuentes. Eso sí, testigos de este divorcio no consumado los hay a patadas, basta con andar por la calle de vez en cuando. Es lo mismo: Caparrós ya se ha enfundado (metafóricamente) el chándal, prepara la pretemporada y hasta estudia una posible variación táctica. Qué cosas, de repente está dispuesto a aparcar la rigidez táctica con la que ha deleitado al personal estos cuatro años y sólo porque, aseguró, las características del último en llegar a la plantilla así lo aconsejarían. Gracias Ander.