"El tren que no para"
Ese tren no arranca ahora, lleva muchos años en marcha, también en los últimos treinta años sobre los que la izquierda abertzale debería preguntarse qué ha conseguido. Le ha sonado tarde el despertador, pero ¡enhorabuena! Y que sea la sociedad la que decida
ESE tren lleva ya muchos años en marcha. Antes ya de Txiberta, 1978, cuando alguien plantó de golpe la pistola sobre la mesa. Como si no hubiera pasado la guerra civil, las efímeras guerrillas, la lucha armada durante el túnel de 40 kilométricos años franquistas; como si el Estado español no avanzara, aunque cojeando, hacia la democracia y hacia una Europa más avanzada; como si las pistolas en aquel mismo ambiente después de su funesto cometido, tuvieran otra salida que la cárcel. El tren pitó al aire libre y Herri Batasuna -coalición electoral y sopa de siglas en un principio-, así como todas sus denominaciones posteriores, se quedó en el andén, visible aún su cordón umbilical. No, el tren no ha nacido en el recentísimo Acuerdo de Gernika. Ese tren abertzale democrático, el de los medios exclusivamente políticos, lleva ya una larga carrera. Y no en vano. A su paso, sólo en los últimos treinta años, ha devuelto a esta parte de la tradicional y geoétnica Euskal Herria, a la Euskadi política de 1979, la fisonomía vasquista de un autogobierno aber-tzale, las tres diputaciones y la mayoría de municipios, una realidad que no envidia a otras comunidades y superaba la media europea.
Es comprensible la nueva ilusión por el reciente descubrimiento en la izquierda abertzale de las vías democráticas y exclusivamente políticas, ya sea por iniciativa propia o de ETA, con vistas a un futuro próximo. Me parece también natural y razonable que los demás abertzales, y todos los ciudadanos, se alegren por este positivo hallazgo. Por supuesto, yo lo celebro con toda el alma. No obstante, ese tren con la energía de los medios políticos en exclusiva lleva en marcha, como he dicho, más de treinta años y no creo que sea precisamente el PNV el que necesite subirse a él.
No soy quizá de los que afirman "los conversos a la cola", sí de los que sostienen que la memoria histórica es necesaria para todos por molesta que pueda resultar, reconociendo por otra parte que errare humanum est, todos nos equivocamos y más de una vez. Porque si la izquierda abertzale ha necesitado treinta años para llegar a este descubrimiento que presentan como si fuera el remedio contra el cáncer en el que trabajan tantos investigadores, yo en su lugar me humillaría diciendo: "Dios mío ¡cuántos años y energías perdidos!". Ya sé que lo de "Dios mío" probablemente no está en su vocabulario, pero menos aún lo de reconocer los años y energías perdidos. Creo que tengo motivos para ello.
Esa izquierda abertzale lleva treinta años haciendo periódicamente sus supermatemáticos análisis de la realidad. Me tomo la molestia de leerlos y de analizarlos y la conclusión final es que siempre la medida política tomada es la que supermatemáticamente necesita y exige el momento y situación presente con la seguridad de lo infalible, pero sin romper nunca el viejo cordón umbilical. Y siempre con la pretensión de ser el líder protagonista del movimiento abertzale. Los demás, especialmente alguno -todos saben quién-, son los conservadores, los españolistas... ¿O es que hay que revolver la colección de Gara como antes la de Egin?
De la misma manera, por fin, al cabo de treinta años, su cabalístico análisis de la realidad les descubre que éste es el momento clave, el primero, el único, el de los medios exclusivamente políticos, incluso con el "rechazo" -no "condena"- de la violencia. Es justamente ahora cuando sale el tren, su tren, el que busca la liberación de Euskal Herria, el tren del que ellos, la izquierda abertzale, son el maquinista por derecho propio de nacimiento. Los demás deben de estar contentos de que se les invite a subir al tren, pero ahora, ahora, porque ya "no para". Para otros, en cambio, este gran descubrimiento que pretende venderse como la solución del cáncer no es otra cosa que la prueba de sus treinta años de errores. Hablo simplemente como demócrata.
Porque ¿qué ha conseguido para el bien del Pueblo Vasco -no ya ETA, que sí: "sangre, cárceles, lágrimas, odio"-, esa altanera izquierda abertzale en estos treinta años? ¿No ha sido gran parte de su esfuerzo cruzar hierros en las vías del tren democrático y precisamente abertzale? Sin recorrer la historia, cuando surgió Ibarretxe en 1998 -el que acabaría siendo encausado por hablar con esa izquierda abertzale ya ilegalizada- ¿por qué de todas todas votó en el Parlamento Vasco con el dúo -ya entonces- de Mayor Oreja (PP) y Redondo Terreros (PSOE), hasta obligar al lehendakari a acortar la legislatura y convocar elecciones? Sin duda no fue para que en las siguientes elecciones, las adelantadas del 2001, los 603 mil votos de Ibarretxe barrieran de la política vasca al candidato del PP cuyo escudero era entonces el del PSOE. ¿Eran más vasquistas Mayor y Terreros que Ibarretxe? o ¿éste más españolista que aquéllos? ¿En qué acabó lo de Lizarra, entonces sin los socialistas, y después lo de Anoeta y Loiola con ellos? ¿No vendría bien a todos los políticos un poco más de humildad sin ofrecerse o presentarse como protagonistas y líderes indiscutibles? Si no comulgo del todo con lo de "los conversos a la cola", ciertamente rechazo lo de "fuera de nosotros no hay salvación".
Porque, dejándonos de voluntarismos y sin perder nunca la ilusión, valoremos el presente. A la izquierda abertzale le ha sonado un poco tarde el despertador de los medios estrictamente políticos. ¡Enhorabuena! Si esta gran noticia se completara en breve con el alto el fuego definitivo por parte de ETA, ¡miel sobre hojuelas! Lo primero que tendrá que hacer la izquierda abertzale, me parece, será conseguir la liberación de Otegi y de cuantos pertenecientes a su Mesa Nacional estén aún en la cárcel. Después, hacer desaparecer su ilegalización o la admisión de un nuevo partido político sin el más mínimo vínculo con ETA y presentarse en las elecciones. Si ésta es la circunstancia mejor para el abertzalismo, el nacionalismo vasco, ¿se da cuenta de la fragmentación a que éste ha llegado? Aralar, EA, EAJ-PNV, Hamaika Bat, izquierda abertzale? ¡Cómo se ríen quienes sin fundirse logran el fructífero maridaje político de los dos rivales en todo menos en su fundamental rechazo de todo lo que huele a tierra, país, alma, nación vasca! O ¿no es "la unión la que hace la fuerza"? Sin embargo ¿no se practica que "vale más ser cabeza de ratón que cola de león"? ¿Acaso no es patente ese incomprensible protagonismo, ese afán de liderazgo de todo quien tiene una idea que para él es genial? El verdadero realismo, a la hora de la verdad, es el número de papeletas y todas las que cada partido pierde sin llegar a un diputado por tanta fragmentación.
Existe además otro factor de la realidad. Se trata de convencer, por lo menos a esa parte menos concienciada o neutral, por decirlo de alguna manera, de la sociedad vasca, de esta sociedad del bienestar, con bolsas de pobreza, sí, pero acostumbrada a una cantidad de bienes ausentes o desconocidos hace no muchos años pero hoy de apremiante necesidad aun para los muchachos de primaria; sociedad familiarizada con un nivel de vida del que nadie está dispuesto a bajar un milímetro ni en esta situación de grave crisis. La necesidad primaria hoy, la mira y la obsesión de cada uno hoy es la economía, el sueldo, el trabajo, las pensiones... Siempre, pero más hoy, es necesario saber conjugar este factor humano con el de la libertad, los derechos naturales e históricos de este pueblo y, por encima de todo, de la convivencia y la paz justas. ¿Está la izquierda abertzale preparada para ello?
No es la primera vez que pregunto qué es hoy en concreto esa izquierda (no sé si HASI, su marxismo-leninismo, ha desaparecido), en esta Europa ¿conservadora? que busca un puesto en el mundo, en esta aldea global. ¿Qué prima en la IA, la I o la A? ¿Está invitando a subir a su tren al PNV o tiene dispuesto el cambio de agujas a la catalana (PSC-ERC), aunque visto lo visto, aun no siendo equiparable, no parezca recomendable? ¿Imaginaba alguien a la Euskadiko Ezquerra de los años 80 diluida en este socialismo español en Euskadi? ¿Se puede excluir algo a priori en esta política después de López-Basagoiti?
("El tren que no para", es un artículo aparecido en Gara (4.12. 10) que me parece refleja bien la mentalidad de la IA).