SIETE meses después de que el Banco Central Europeo advirtiera, el pasado abril, de que el deterioro fiscal en el Estado español se encontraba a la altura de los de Grecia e Irlanda a consecuencia del aumento del déficit público (11%), la Unión Europea ha tenido que acudir al rescate de Grecia, en mayo, e Irlanda, el domingo pasado, con dos operaciones valoradas en 110.000 millones de euros en el primer caso y, a falta de confirmación definitiva, de en torno a los 80.000 millones en el segundo. Es decir, la tercera parte de la bolsa de 500.000 millones del Mecanismo de Estabilización Financiera aprobado por el Ecofin hace medio año. El rescate irlandés, además, parece haber volatilizado la escasa recuperación de confianza lograda por el Gobierno español con las reformas y recortes aprobados por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero -al menos eso se deduce del récord del diferencial del bono español con el alemán y del 83% de aumento del interés que ha tenido que pagar el Tesoro para colocar sus letras- y ya hay informes económicos que apuntan a que Portugal y España seguirán el mismo camino que Grecia e Irlanda antes de la mitad del próximo año. Tal vez sea exagerado. El déficit público irlandés triplica al del Estado español en porcentaje de PIB y los seguros de riesgo de impago (CDS) irlandeses duplican a los españoles, pero no es menos cierto que los parámetros de la economía estatal no han mejorado a lo largo de los siete meses transcurridos desde que el BCE realizó la comparación y que las dudas respecto a la economía española tienen cierta base. El déficit sigue en el 10,9% -oficialmente, por cuanto sin la retención de las devoluciones del IVA rondaría el 12%- y el paro real ha vuelto a instalarse en las cifras de abril, por encima de los 4.600.000 desempleados, mientras que las previsiones de crecimiento económico y creación de empleo deben ser forzadas para tratar de mejorar la que el FMI realizara hace medio año situando la recuperación efectiva allá por 2016. Pero, además, los mercados temen que la teórica y aparente situación del sistema financiero español no sea real pese a los más de 60.000 millones en ayudas a la banca y que la reestructuración iniciada sea insuficiente. Y no hay mecanismo, medida o Gobierno capaz de controlar la evolución de esa desconfianza, no exenta de interés, que como se ha demostrado en Irlanda se desata a velocidades inverosímiles. Cierto es que una operación de rescate de una economía con el volumen de la del Estado español situaría al borde del colapso al sistema euro y que, de producirse, la UE se vería casi obligada a plantear una gobernanza económica y un sistema fiscal comunes, tal y como planteó en su día el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, pero ni una cosa ni otra es descartable hoy ante la voracidad de los mercados. Vista la evolución irlandesa, el Estado debería ir poniendo su soberanía (económica) a remojar.
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