Síguenos en redes sociales:

El drama del paro, más allá de las reformas

El incremento del desempleo en el Estado español, que llega al 20,9%, con el agravante de que 1.300.000 familias tiene a todos sus componentes sin trabajo, es un varapalo al Gobierno Zapatero en pleno debate sobre la reforma laboral

Los datos del paro, a menudo reflejados en toda su crudeza, han devuelto de nuevo a la infalible realidad de la escala humana los grandes -y pequeños- debates sobre el estado general de la economía, el Producto Interior Bruto, los stress test y la reforma laboral. La Encuesta de Población Activa (EPA), generalmente un buen termómetro del estado de situación, volvió a reflejar ayer datos para la preocupación en el Estado español: en el segundo trimestre de este año el paro ha crecido en 32.800 nuevos desempleados, lo que supone ya el 20,09% de la población. Con el agravante añadido de que las familias en las que todos sus miembros en edad de trabajar están en el paro se sitúa ya en un millón trescientas mil, habiéndose multiplicado por tres desde el inicio de la crisis, un drama que debe atajarse con prontitud. En la CAV y Navarra, por contra, el desempleo bajó en este segundo trimestre un 3,41%, con lo que la tasa de paro queda en el 10,40% y 10,9%, es decir, prácticamente la mitad que en el Estado y a nivel de los países de la zona euro. Los datos suponen un varapalo para el Gobierno Zapatero, que se las prometía felices y pensaba que un descenso del paro, aunque fuese mínimo, maquillaría de algún modo su caótica gestión una vez que ha decidido -o ha sido forzado-, tras demasiados meses de parálisis, hincarle el diente al problema generado por la crisis. No en vano el estudio de la EPA coincide con la aprobación en la comisión del Congreso de la reforma laboral, apoyada exclusivamente por el PSOE y que ha salido adelante con la abstención crítica de CiU y PNV. Una reforma que el propio Zapatero se apresuró ayer a ensalzar como fórmula para evitar despidos, entre críticas de los partidos y de los sindicatos, que ya vislumbran en el horizonte la huelga general convocada para el 29 de septiembre. El proceso seguido para la reforma laboral revela, en primer lugar, que ningún grupo tiene especial interés en embarcarse con el Gobierno español, dada su actitud, en ninguna medida de índole económica, aunque pueda compartir en algún grado su contenido. Sólo la responsabilidad demostrada por nacionalistas vascos y catalanes le ha dado un respiro. En segundo lugar, y consecuencia de algún modo de la primera conclusión, la impresión es que próximas reformas que puedan llegar a la Cámara -el sistema de pensiones ya ha sido tanteado en varias ocasiones y Zapatero avanzó ayer que abordará "una reforma en profundidad del sistema de políticas activas de empleo"- tendrán a buen seguro un similar recorrido si el Ejecutivo español no cambia radicalmente de actitud, cuestión altamente improbable. De momento, Zapatero concluye el curso con la modificación de la Ley de Cajas, el techo del gasto y el recorte del gasto público aprobados. Y la reforma laboral parece que correrá la misma suerte. Su soledad es obvia, pero sus efectos -hasta ahora- parecen controlados a la espera de los temidos y decisivos Presupuestos.