DICEN los expertos que un buen político es aquel que piensa lo que dice para no decir lo que piensa. Según ese axioma, tengo claro que no soy, no he sido nunca, un buen político porque suelo decir lo que pienso sin pensar lo que digo. Intento ser libre incluso desde la militancia en un partido, el PSOE, adecuando esa libertad a la lealtad a mis ideas y a mis principios sin contradecir la disciplina debida. Por eso, en el truculento periodo político que nos está tocando sufrir, no me importa nada lo que pueda pasar al líder como persona, ni cuál sea su futuro, porque lo que realmente debe importar es lo que le ocurra al partido, y más aún el efecto que cualquier decisión tenga sobre la ideología; sobre las ideas.
Las medidas tomadas por el presidente del Gobierno, mi secretario general, José Luis Rodriguez Zapatero, de reducir el salario de los funcionarios acompañada de una congelación de las pensiones para el próximo año 2011, más otras consideradas menores como las que tienen que ver con el cheque-bebé, o las ayudas al desarrollo, me parecen un verdadero despropósito tanto en la forma como en el fondo. Lo digo desde el respeto y la admiración que le profeso y dejando claro que asumiré disciplinadamente en la práctica las consecuencias de estas decisiones, aunque pueda manifestar, como ahora hago, mi profunda discrepancia con las mismas.
En la forma, porque después de dos años asegurando un día sí y el otro también que en ningún caso el recorte afectaría a los temas sociales, no parece lo más adecuado que sí afecten, menos de esa manera, dos días después de escuchar al Gobierno declarar la guerra a los especuladores y un día antes que éstos se forraran con la subida del 14% de la Bolsa. Es, al menos, preocupante. Demuestra la falta de control que se tiene sobre esos movimientos especulativos que producen vaivenes en las Bolsas, producidos en muchos casos para enriquecimiento de unos pocos.
En el fondo, porque ¿cómo es posible que no haya otro tipo de instrumentos legales, fiscales, financieros por los que la salida a esta crisis pase también por gravar, como dicen las teorías clásicas, a quienes más tienen? ¿Cómo es posible que los incrementos de los impuestos directos se dirijan sólo a quienes poseen patrimonios muy superiores al millón de euros? ¿Acaso alguien que tiene 1.500.000 euros en el momento actual no debería hacer un esfuerzo mayor que los más de cuatro millones de parados? La información aparecida hace sólo unos días en la que se refleja que las más importantes fortunas del mundo se han visto incrementadas en un 30% de media desde que comenzó la crisis, produce sonrojo e indignación
Por esa razón este incremento en la fiscalidad debería ser más equilibrado, e ir acompañado de medidas como el aumento de la fiscalidad de los bonos financieros y sobre los beneficios de bancos y grandes empresas. Por otra parte, habría que fortalecer las vías públicas de financiación, fundamentales para la activación económica. Tales medidas son imprescindibles para que sea verdad que el coste de la crisis no lo pagan sólo trabajadores y pensionistas.
Una vez estabilizada la moneda europea, gracias a los acuerdos de los gobiernos de la eurozona y al fondo de 750.000 millones de euros constituido para ayudar a países de la misma con graves dificultades para afrontar su deuda, el Gobierno debería ir trabajando con empeño creíble por el buen gobierno económico de la UE, por la regulación del sistema financiero internacional, por el control de los hedge funds o fondos de alto riesgo, por una tasa a las transacciones financieras en el mercado global, por la erradicación de los paraísos fiscales y por el fortalecimiento del sistema financiero público. Es necesario impulsar todo ello en la Unión Europea y en foros internacionales, como ha de ser en la próxima reunión del G20 en Toronto.
Pero el fondo de la cuestión está en llegar a la conclusión de que parece imposible salir de la crisis desde los planteamientos económicos, políticos y sociales de la izquierda clásica. Que la izquierda, ni siquiera desde el poder como es el caso de los tres únicos países de Europa que aún nos quedan, Grecia, Portugal y España (¡tela!), sea incapaz de dar alternativas a la profunda crisis del sistema capitalista y a la quiebra del Estado del Bienestar que durante décadas hemos ido construyendo, resulta especialmente preocupante. Parece que, en la situación actual, la izquierda europea ni está ni se la espera.
Porque si las medidas complementarias no fueran posibles, si se reconociera que desde los partidos de izquierdas las únicas alternativas viables para frenar el déficit fuesen congelar las pensiones, reducir el salario de los funcionarios y realizar recortes sociales o de temas ideológicamente irrenunciables, nos debería hacer meditar para probablemente tomar medidas estratégicas, de más calado. Quizás, en ese caso, estemos obligados a retirarnos a los cuarteles de invierno para buscar con qué instrumentos podemos reformar, transformar, este injusto sistema capitalista, o un mercado controlado y dominado por fuerzas reaccionarias, volviendo más tarde con más fuerza para poder aplicar una nueva política económica de izquierdas.
Siguiendo esa tesis, la pregunta que surge es: ¿en el caso de nuestro país no deberían esas medidas estratégicas y audaces pasar por la convocatoria urgente de elecciones anticipadas? Porque en estos momentos no somos capaces de poner en práctica una parte importante del programa de progreso con el fuimos a las elecciones del 2008. Cuando la izquierda tiene que gobernar obligada, y ese parece ser el caso ahora, a tomar medidas de derechas, posiblemente lo mejor sea que éstas las tome y las aplique quien las comparte, quien ideológicamente las ha diseñado, para que entonces la lucha de clases, que a pesar de lo que dicen algunos aún está en vigor, se manifieste de manera natural: los sindicatos y las gentes de izquierdas haríamos las huelgas y las movilizaciones contra un gobierno de derechas, evitando así entrar en las profundas y dolorosas contradicciones actuales.
Eso permitiría un rearme ideológico, una reflexión profunda sobre el papel de la izquierda en este mundo globalizado actual, en el que las decisiones no se toman donde se hacían clásicamente sino en lugares más oscuros e incontrolables y, al mismo tiempo, abriría la búsqueda de alternativas nuevas en lo político, fiscal, financiero y, como consecuencia, en lo social. Porque de lo contrario este huracán en el que se ha convertido la crisis actual no se llevará por delante al sistema capitalista como ingenuamente planteábamos hace dos años; si no lo evitamos se llevará a la izquierda, en su conjunto, para siempre.
Es difícil la encrucijada en la que nos encontramos. Difícil especialmente para un gobierno y un presidente valiente que estaban impulsando reformas profundas en lo social, y al que la situación económica ha sorprendido, como al resto, sin instrumentos que permitan su reacción. Como decía Marcelino Camacho: "A veces hay que dar un paso atrás para luego poder dar dos hacia adelante". ¿Será éste uno de esos momentos? Ojalá Zapatero tenga la intuición para darse cuenta, y acertar en sus decisiones.
* Portavoz PSN en el Ayto. de Villava-Atarrabia