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Elecciones británicas, alemanas, polacas... ¿y españolas?

El triunfo "tory" no ha sido tal, mediatizado por el ascenso de los liberales y de los pequeños partidos, incluyendo a los nacionalistas; y de la derrota de la CDU no se extrapola una victoria del SPD, sino de verdes y Die Linke. Europa parece iniciar un cambio.

EL socialismo británico (laborismo) gobernó con Blair desde 1997 hasta 2007, y desde entonces le sucedió Gordon Brown al tener que dimitir Blair por su participación en la invasión de Irak. Hace unos días, el 6 de mayo, en una de las elecciones más intensas que se recuerdan en el Reino Unido, ganó el partido conservador con David Cameron a la cabeza, pero sin mayoría suficiente para gobernar en solitario. Por ello, tuvo que formar un gobierno de coalición con los liberales, rompiendo así el tradicional bipartidismo británico. Han sido muchos los británicos que no han perdonado los errores de la izquierda gobernante y sus recortes sociales. Desde que Blair inauguró la denominada Tercera Vía muchos socialistas británicos no veían excesiva diferencia entre las políticas de Blair o Brown y las sugeridas por los conservadores. De hecho, durante la campaña electoral, Brown, al igual que los otros candidatos, se negó a detallar las medidas que implementaría en caso de ser reelegido. También es destacable que la debacle laborista no haya supuesto una victoria contundente de los conservadores. Han pesado en el ánimo de los votantes los escándalos de los parlamentarios, que pagaron durante años con dinero públicos sus gastos personales.

Algunas de las conclusiones que se pueden extraer de estas elecciones son, en primer lugar, que el socialismo británico ha fracasado con su Tercera Vía y que los ciudadanos ya no reconocen una diferencia clara entre las políticas laboristas y las conservadoras. Quizás por esto, los Verdes han logrado por primera vez representación parlamentaria en Westminster. En segundo lugar, se rompe el tradicional bipartidismo y entra en el gobierno el Partido Liberal-Demócrata. Ahora, la política británica ha dejado de ser cosa de dos partidos, ambos con importantes problemas internos. En tercer lugar, hay un creciente hartazgo de los ciudadanos y ciudadanas con respecto a una forma de entender la política, vinculada más al ejercicio del poder que al servicio público. Ello explica el auge en los últimos años de pequeños partidos con nuevas ideas (verdes, liberales) o más vinculados al territorio (Partido Nacionalista Escocés, Plaid Cymru galés), porque se encuentran más cercanos a los votantes y gestionan mejor al estar alejados de los círculos rancios del poder imperial.

Alemania también ha vivido importantes turbulencias políticas. Después de una década de políticas neoliberales, el Partido Socialista alemán (SPD) redujo a la mitad sus votos en 2008. Ante esta deriva, el antiguo presidente del SPD, Oskar Lafontaine, creó un nuevo partido con propuestas sociales más avanzadas: el Die Linke. El nuevo partido fue muy bien acogido por los ciudadanos alemanes y amenazó el predominio del SPD. Por ello, los socialistas simularon un ligero giro a la izquierda en 2007, pero esta maniobra no engañó a nadie y el socialismo sufrió una debacle histórica en 2008. Los socialistas pagaban así sus políticas neoliberales y su alianza con los conservadores (CDU), que salieron reforzados junto a los verdes y el nuevo Die Linke. Fuera de juego el SPD, los conservadores formaron un nuevo gobierno apoyados por el partido liberal.

Hace unos días, el 9 de mayo, el partido conservador sufrió un varapalo electoral en el estado de Renania del Norte-Wesfalia, el más poblado, y la pérdida de escaños les ha quitado la mayoría que tenían conservadores y liberales en el Senado alemán (Bundesrat). Por este motivo, dado que allí el Senado es una cámara decisiva en la política nacional, el Gobierno de Alemania se ha quedado sin mayoría y se ha creado una situación de gran incertidumbre. Curiosamente, el desastre electoral conservador no ha significado un aumento del poder socialista, ya que los partidos que más porcentaje de votos han ganado han sido los Verdes y Die Linke. Se abre así un nuevo periodo en Alemania, en el que la política ya tampoco está controlada por dos grandes partidos, socialistas y conservadores, y en el que ahora son muy relevantes varios partidos más.

Como se ve en los casos del Reino Unido y Alemania, el sistema bipartidista, el control absoluto de un país por dos partidos, está llegando a su fin. Es en cierto modo lógico. Como ambos partidos saben que cuando el otro se equivoque sólo ellos podrán gobernar, no tienen ningún incentivo para hacer las cosas bien ni innovar ni acercarse a los ciudadanos. Se trata simplemente de esperar a que el otro caiga. El caso de Aznar es ilustrativo en este punto. Ganó unas elecciones sin programa electoral, repitiendo únicamente aquello de "váyase Sr. González". Los escándalos de corrupción le hicieron el trabajo. Del mismo modo, la guerra de Irak y la propia soberbia de Aznar le hicieron el trabajo al PSOE. Ahora Rajoy espera, sentado, fumándose un puro como Aznar, la caída socialista sin preocuparse por los escándalos de corrupción propios. Este es precisamente el sistema de partidos que británicos y alemanes han rechazado, apostando por partidos pequeños, más limpios, innovadores y eficientes.

Si nos fijamos en el contexto europeo, en los países más grandes (Alemania, Reino Unido, Italia, Francia) y de tamaño medio-grande (España, Polonia), se identifican algunas tendencias comunes. El 8 de mayo de 2008 el pueblo italiano eligió al conservador Silvio Berlusconi, desplazando a la coalición de centro-izquierda liderada por Romano Prodi. Los problemas internos de la coalición propiciaron el regreso del empresario al poder. En este caso, a pesar de los sonados escándalos políticos y sexuales, de la corrupción y el abuso de poder, gracias a su control absoluto de todos los medios de comunicación italianos, Berlusconi aguanta. Como Sarkozy en Francia, otro particular líder conservador, otro hombre fuerte de Estado. Aunque en ambos casos con una fuerte pérdida de apoyo en las últimas encuestas.

La política, sin embargo, no se detiene y muy pronto, el 20 de junio, habrá elecciones en Polonia, precipitadas por el accidente aéreo en el que murió gran parte de la cúpula política polaca. El presidente fallecido, Lech Kaczynski, era también conservador por lo que sus compañeros de partido tienen grandes opciones de renovar el mandato, sobre todo si finalmente decide presentarse su hermano gemelo, Jaroslaw Kaczynski. Polonia vive un momento de unidad nacional como no se recordaba desde la Segunda Guerra Mundial y no extrañaría que el partido conservador obtuviese una amplia mayoría. Sin embargo, si Jaroslaw no se presenta, entonces las elecciones sí estarían mucho más abiertas porque varios de los líderes de los principales partidos también desaparecieron en aquel avión.

Por su parte, en el Estado español comienza a hablarse, cada vez menos tímidamente, de adelanto electoral. Como los británicos y alemanes, son muchos los votantes socialistas, tanto de Zapatero como de López, que se encuentran profundamente desengañados con su gestión de la crisis. Los sondeos de los últimos meses han situado al PP en cabeza en intención de voto, pero también serán millones de indecisos, en su mayor parte hastiados de la política hecha por los dos grandes partidos, quienes decidirán el próximo gobierno. No habría que descartar, del mismo modo que en el caso alemán o británico, el fuerte aumento de escaños de los pequeños partidos, única opción de obligar a PSOE y PP a variar sus principales políticas. Tanto en lo económico y social como en lo nacional.

* Profesor de Relaciones Internacionales UPV/EHU