LA cuarta reunión entre Patxi López y Antonio Basagoiti desde que el Acuerdo de Bases entre socialistas y populares permitiera al primero acceder a la Lehendakaritza pese a perder a las elecciones, no ha deparado mucho más, en cuanto a compromisos públicos, que las tres anteriores. Más allá de la escenificación del apoyo que permitió al PSE obviar la opinión mayoritaria de la ciudadanía vasca, la reunión de ayer no fue sino el reflejo de lo que han dado de sí los primeros diez meses de gobierno constitucionalista en la Comunidad Autónoma Vasca y que se resume en una falta de concreción evidente y un intento de ambos socios por marcar divergencias de perfil que palien la evidencia frentista del pacto. De ahí que López y Basagoiti comparecieran por separado ante los medios y de ahí que mantuvieran los reducidos puntos de discrepancia -la política lingüística y los modelos educativos y la exigencia de acción frente a la crisis y de reducción del gasto público- que no afectan a la esencia política de una entente que, en palabras del propio López, se va a tratar de "perfeccionar" y lógicamente de extender a otras instituciones si las matemáticas electorales se lo permiten. En ese sentido, la declaración de intenciones efectuada al anunciar una búsqueda de consensos estrechos con el PP en proyectos legislativos del calado de la Ley Municipal, la Ley del Derecho a la Vivienda o el Plan de Educación en Valores y contra la Violencia confirman que el gobierno socialista había descartado de antemano un acuerdo siquiera básico con el PNV, a quien se condiciona ya de manera determinante también a la hora de definir las políticas contra la crisis desde el momento en que el propio Basagoiti anuncia públicamente que el Ejecutivo pondrá en marcha "un plan propuesto por el PP y aprobado por el Gobierno", es decir, un plan ajeno a los ya de por sí poco específicos puntos de negociación que se habían intercambiado en la relación personal y epistolar el propio López y el presidente del EBB del PNV, Iñigo Urkullu, a quien las palabras de Basagoiti dan la razón en su apunte sobre las conversaciones y el margen de maniobra que le permite a López su sociedad con el PP. Sin embargo, quizás la principal lectura a entresacar de la reunión se origina en el contraste de ver al presidente del PP tratando al mismo tiempo de resaltar las diferencias y de ufanarse de su influencia en el Ejecutivo mientras quien preside éste intentaba minimizar las discrepancias pero se resistía a precisar en cifras los objetivos marcados por Basagoiti respecto al gasto o las políticas activas de empleo. Y ello evidencia que el acuerdo entre socialistas y populares no extiende a otro ámbitos la unidad de acción constitucionalista que lo generó, lo que complica la administración y lastra y retrasa la adopción de medidas que la sociedad y la economía vascas demandan.
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