EJERCER el gobierno no se puede limitar a fabricar leyes, como ya apuntaba Leon Tolstoi hace dos siglos, sino que comprende regir y tomar decisiones en todos los ámbitos de la vida pública que afectan al bienestar presente y futuro de las sociedades a las que se gobierna. Es cierto que en la acción de cualquier administración existen niveles de prioridad y que éstos deberían coincidir exactamente con los niveles de necesidad de los ciudadanos, más aún ahora que la estadística y la sociología se encargan de dar a conocer casi con inmediatez las preocupaciones y urgencias sociales, pero esa escala de valores, por otra parte tan variable en el tiempo, no excluye a los Ejecutivos de su responsabilidad para ejercer la gobernanza en todas y cada una de las áreas de su competencia. El Gobierno vasco que preside Patxi López, por tanto, no puede escudarse en la prioridad de hacer frente a la crisis para obviar el otro eje esencial por el que se mueve la política, y por tanto los gobiernos, en Euskadi: el de la paz y el autogobierno. El ofrecimiento reiterado por el presidente del EBB del PNV, Iñigo Urkullu, para poner sobre la mesa de discusión y, en su caso, de acuerdo; el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika más de treinta años después de su aprobación en referéndum; y una profundización del nivel de autogobierno vasco, así como los puntos comunes y divergentes en lo que Urkullu define como "política y paz", puede que se encuentre en una segunda hoja de la agenda política del Ejecutivo López aun a pesar de las escasas medidas adoptadas frente a la crisis y de la inexistencia de un programa de gobierno; pero debe estar en su agenda. Y, si lo está, parece evidente que el Gobierno debe, al menos, contrastar sus posiciones al respecto con las de la primera fuerza política del país. Especialmente ahora que siquiera se intuyen movimientos de calado en el entorno de la izquierda abertzale histórica que podrían llevar a una redefinición total del mapa político. Por ello, obviar cualquier alusión a esa parte de su responsabilidad de gobierno en el polémico cruce de documentos con el PNV sólo puede entenderse como una falta de consideración a a los planteamientos del interlocutor y, lo que sería más grave, un ejemplo de indolencia frente a uno de los problemas que la sociedad vasca ha destacado reiteradamente como prioritario. Porque, además, la consecución para Euskadi de las mayores cotas de autogobierno no está precisamente en contradicción con las políticas anticrisis sino, muy al contrario, íntimamente ligada a los mecanismos que las refuerzan. No en vano, la principal herramienta del autogobierno vasco, el Concierto Económico, tras su aprobación en mayo de 1981, fue pieza fundamental en el resurgir de una Euskadi desindustrializada por los efectos de la crisis del petróleo de finales de los 70 y principios de los 80.