LOS lamentables episodios registrados el jueves tras la finalización del encuentro de la UEFA Europa League entre el Athletic y el Anderlecht, pero también antes de su inicio y durante los primeros minutos del mismo, han traído a San Mamés -y ofrecido como imagen al mundo- actitudes antitéticas a las que históricamente ha venido manteniendo la afición rojiblanca. Apelar a la respuesta a la provocación, a la característica ultra o a la inicial violencia de determinados hinchas belgas, siendo todo ello cierto, no puede servir de excusa para que club y afición eludan desterrar de sus gradas y de sus filas a quienes simplemente utilizan al Athletic para dar rienda suelta a su virulenta incapacidad para integrarse en la normal actividad de la sociedad. Que sean minoría tampoco es óbice, sino mayor motivo, para que sean inmediatamente apartados del entorno rojiblanco ahora que existen medios técnicos para identificarles. No conviene olvidar, además, que en el último año -coincidiendo con una revitalización de las agrupaciones ultras en torno al fútbol en toda Europa- miembros de determinados grupos de aficionados del Athletic se han visto envueltos o han sido protagonistas de altercados en Gijón y ante el Atlético de Madrid el pasado mayo y ante el Austria en Bilbao, además de participar en actos violentos en otros ámbitos, como la agresión al grupo de rock Des-kontrol, que apuntan a un determinado interés en fomentar la violencia, sea o no de respuesta, y relacionarla con los rojiblancos. Pero, dicho esto y aceptado que la provocación y los incidentes partieron el jueves de los hinchas belgas, cabe exigir también tanto al club como a los responsables de la seguridad pública un mayor celo en la prevención, esmero en la previsión y diligencia en la actitud frente a un fenómeno que por desgracia parece extenderse. Porque el jueves en San Mamés hubo imprevisión, despreocupación e indecisión. Hubo imprevisión en el Athletic al diseñar el reparto de los aficionados en las gradas aunque se esgrima como motivo la normativa UEFA y las limitaciones del ya viejo estadio de San Mamés. Y hubo imprevisión, además de despreocupación e indecisión, en el Departamento de Interior que dirige Rodolfo Ares. Imprevisión porque, como el consejero conoce aunque diga lo contrario, la cifra de agentes desplazados a San Mamés no fue adecuada ni suficiente, mucho menos tras los incidentes previos; despreocupación porque la presencia de la Ertzaintza se supeditó al despliegue en torno a la Copa de la ACB que se disputa en el BEC, lo que obligó al Athletic a aumentar la seguridad privada. E indecisión porque esa falta de efectivos condicionó a los mandos policiales y la capacidad de acción de los ertzainas que sí se encontraban en San Mamés. Ni Athletic ni Interior son responsables de la violencia, pero sí de no haber puesto los medios precisos para evitarla primero y atajarla después.