Mikulov cuenta con un imponente palacio-castillo que ha sido testigo de la convulsa historia de Europa a lo largo de mucho tiempo: en su día perteneció al Príncipe de Liechtenstein, en los previos a la Segunda Guerra Mundial la familia von Dietrichstein era la propietaria, los nazis lo utilizaron como cuartel, y frente al avance del ejército rojo le dieron fuego. Hoy la propiedad es del Estado checo, que se responsabilizó de su completa restauración. 

La vista desde la terraza del palacio sobre los tejados de Mikulov es preciosa, pero es bajo tierra donde se encuentra el gran tesoro de este edificio: el barril de madera más grande de toda Europa Central, con un depósito que tiene un volumen de 1.010 hectolitros, o lo que es lo mismo, tiene capacidad para 101.000 litros de vino o lo que es lo mismo, 13.140.142 millones de botellas de vino. Lo cierto es que sólo en dos ocasiones el tonel ha sido completamente llenado con el jugo de las viñas de Moravia. Hoy es un monumento que se visita y la sala donde lleva instalado desde el siglo XVII se alquila para cenas y eventos.

El barril nos marca el camino hasta Obelisk, una joven bodega que elabora vinos con variedades locales y con la archiconocida riesling moderna. Nuestra visita fue al atardecer y las sensaciones, probando sus caldos mas originales, cayendo el sol sobre los viñedos y viendo al fondo el campanario de Mikulov y las colinas de Valtice y Pálava, hicieron que su vino blanco de la variedad Pálava y sus aromas florales fueran sublimes. Aunque no guste el vino, merece la pena visitar la bodega por su elegancia arquitectónica y su cuidadísimo diseño a la hora de integrarse en el paisaje verde de Moravia.

Toda esta zona está bajo la influencia del paisaje cultural de Lednice-Valtice, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996. El entorno es increíble y conforme nos van contando su historia el asombro es aún mayor. La familia Liechtenstein tenía aquí sus tierras, y en el siglo XVIII Y XIX decidieron alterar todo el paisaje de la zona; fue un proyecto colosal. Desviaron cursos de agua, plantaron miles de árboles, crearon estanques, canales, presas y praderas, a donde llegaron animales salvajes como castores y corzos. 

En un recodo levantaron un minarete con aires de las mil y una noches, y desde él se puede ver todo el bosque. Todo es desmesurado en Valtice. El palacio es de estilo neogótico y nos trae recuerdos de otros palacios anglosajones. 

En su interior, las estancias como el salón de baile son elegantes y sobrias la vez. Destaca la escalera de la biblioteca, construida en madera sin utilizar clavos, y que permite subir hacia las habitaciones de los príncipes. ¡Y este palacio era la casa de verano de los Liechtenstein! 

Sin salir de nuestro asombro nos vamos a comer -el paseo en barca y subir las cientos de escaleras del minarete nos han abierto el apetito-. Nos espera el joven chef Jan Vyhnálek, del Burgr’s, con su sándwich Reuben. El colofón perfecto para un grandioso día.

Parada en Brno

Y llegamos Brno, una ciudad con muchísima energía, con las calles llenas de gente, con una cafetería, bar o pequeño restaurante en cada esquina, y las terrazas a rebosar. Vida en la calle en un ambiente muy tranquilo y acogedor. Lo primero fue visitar la plaza donde está el dichoso reloj astronómico de la ciudad (a los checos les encantan los relojes astronómicos). La verdad que no parece un reloj, y menos astronómico, más bien es un supositorio o un consolador. Los autores de la escultura han conseguido que todo el mundo hable del monolito negro que brilla con el sol, pero curiosamente nadie es capaz de ver la hora. Eso sí, todos los días a eso de las once, suenan las doce y sale de un orificio del supositorio una canica de cristal que recuerda una leyenda de la época en la que las tropas suecas fueron a invadir la ciudad y no lo lograron. A lo mejor si hubieran llevado un reloj de pulsera como el que llevaba este explorador para saber la hora pues la historia hubiera sido otra…

Del centro de Brno y caminando, llegamos hasta un lugar también único, es el búnker nuclear 10-Z. Que nadie se asuste, el 10 -Z comenzó siendo un búnker construido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Luego, con la llegada del comunismo, la nomenclatura checa lo fue adaptando a la guerra fría convirtiéndose en el búnker nuclear de alta seguridad desde donde controlaban todas las comunicaciones a muchos metros bajos tierra. 

Hoy, el 10-Z es un museo que se puede y debe visitar, y si el viajero o viajera quiere una experiencia aún más inmersiva, pueden quedarse a dormir en alguna de las habitaciones preparadas a modo de hotel. Impresionan los pasillos, estancias y paneles con la historia de represión nazi y comunista.

El castillo de Špilberk

Encima del que fue un lugar supersecreto está el castillo de Špilberk, y si uno se fija subiendo la colina puede ver los conductos de aire del búnker. Se trata de un castillo barroco, muy bonito, con doble entrada, foso, esculturas distribuidas a cada esquina, y un coqueto bar ideal para descansar y tomar algo mientras se disfruta de las bonitas vistas hacia la ciudad. La visita es libre.

Nos adentramos en otro agujero negro, las antiguas cárceles donde malvivían los presos durante la época del imperio austrohúngaro. Tenían fama de ser las más duras de todo el imperio. Hoy aún impresionan.

Estamos necesitados de un buen y refrescante trago, y en Brno tenemos dos opciones: excelente cerveza y excelentes cócteles sin alcohol. Optamos por lo primero, y llegamos hasta la factoría de Starobrno, la cervecera de Brno. Escogemos un plato de carne estofada acompañada por unas suculentas albóndigas de patata rellena de col llamadas Knedlíky.

Cae la tarde en la ciudad y nos acercamos hasta la villa Tungenthal. Una joya de la arquitectura y del diseño del siglo XX. Mies van der Roe y Lilly Reich diseñaron y levantaron una casa que es mucho más que eso. Hay todo un concepto en los espacios, muebles y ventanales, hay una inmersión de la naturaleza en la casa, está abierta al paisaje y es admirable. Más de 100 años han pasado desde que se construyó, y sus soluciones son aún modernas. Todo fue diseñado para la casa, desde los picaportes a las lámparas, desde las sillas y mesas a los armarios de la cocina. Una gozada de lugar para visitar y conocer la vanguardia de principios de 1900. 

Y atención a las lectoras y lectores que estaban esperando nuestra experiencia en disfrutar del dichoso cóctel sin alcohol. Nos encontramos en la barra del Který Neexistuje, traducido como el bar que no existe. Pero sí, el bar existe, y está en una esquina del centro de Brno. En la barra, ejerce su oficio de maestro coctelero Pavel Oriták, que nos prepara un Singapore Sling. Nosotros también nos vamos a oriente con nuestro Mateata a base de piña, bergamota, kombucha y basilisco tailandés. El entorno es ideal, la barra es todo un espectáculo. ¡Todo perfecto!

Despedida en Olomouc

Con mucha energía nos trasladamos hasta Olomouc, una ciudad coqueta y con un parque inmenso dentro de la propia ciudad. La arquitectura del centro nos recuerda a Brno y Mikulov. Aquí también tenemos en la plaza principal un reloj astronómico, y en este la hora sí se ve perfectamente y todos los días a las 12 se ponen en movimiento los diferentes personajes del carillón. En la última modificación que sufrió este reloj se adoptaron los personajes al realismo socialista:; están los trabajadores industriales las mujeres segadoras... La verdad es que es muy bonito verlos a las doce en punto. 

A lado está la joya de la corona de la ciudad, su enorme columna barroca de la Santísima Trinidad que en el año 2000 fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

No nos queda más tiempo, así que nos despedimos en una micro cervecería que elabora tres tipos de cerveza y también el sabroso y único queso de Olomouc, el olomoucké tvarůžky. Sbohem!