Una científica que con sus descubrimientos busca mejorar la realidad de la sociedad es su último personaje en la obra Adictos, porque la vida sigue y ella, a sus 87 años sigue girando por los escenarios. Lola Herrera busca vivir el presente y lo hace con puro teatro. Si la buscan en redes sociales no la encontrarán. No le atrae el postureo, tampoco los cotilleos, mucho menos las descalificaciones crueles o las críticas sin argumentos. Dice que esa época ha pasado y que ella vive el presente. A sus 87 tiene una voz que seduce, una voz clara que lanza a los espectadores cada vez que pisa con fuerza un escenario. No imposta, no posturea, solo cuenta historias.

PERSONAL

Edad: 87 años.

Lugar de nacimiento: Las Delicias (Valladolid).

Familia: Estuvo casada con el actor Daniel Dicenta y tiene dos hijos, llamados Natalia y Daniel.

Inicios: Su recorrido profesional es imposible de relatar al completo. Comenzó en el cine a mediados de los años 50, y de ahí ya se enamoró directamente del teatro. 

Trayectoria: Su vida ha estado ligada siempre a la escena, aunque su paso por televisión ha dejado huella en series como La barraca, La casa de los líos, Las chicas de oro, Un paso adelante, Amar es para siempre o La española inglesa. En teatro, el personaje que la identifica con este medio, a pesar de todos los que ha interpretado, es el de Carmen Sotillo, la protagonista de Cinco horas con Mario, el texto que encumbró a Miguel Delibes como dramaturgo. En estos momentos está de gira con la obra Adictos.

¿Nos hemos vuelto muy adictos a todo?

Ja, ja, ja… Nos volvemos adictos a todo lo que nos pongan por delante. En esta obra de teatro, Adictos, se habla de ello, de la desmedida afición a las tecnologías.

No la vemos a usted particularmente adicta a las tecnologías.

No, no lo soy, pero cuando te ponen un personaje por delante tienes que darle vida, darle lo que dice el texto. En este caso hablamos de adicciones. En tecnología yo manejo lo estricto para comunicarme, no más; lo imprescindible. He aprendido unas cuantas cosas para no quedarme descolgada. Por lo demás, siempre estoy preguntando cómo hacer cualquier cosa.

¿Cómo es su personaje en la obra?

Es una científica que se pasa la vida descubriendo cosas para mejorar la vida de los demás, pero luego todo va a depender de cómo se utilicen esos descubrimientos. La función va de eso, del mundo en el que vivimos y en el casi nada se utiliza bien.

Así que si la buscamos en redes sociales no la vamos a encontrar.

No, no me encontrarás. Para eso hace falta tiempo, además de conocimientos. Pero no solo es que no tengo tiempo, es que para mí eso es algo incomprensible para mis necesidades. Mi tiempo es sagrado a la edad que tengo: 87 años. No lo voy a dedicarlo a ver qué dicen, qué hacen… Pues no. Parece ser, por lo que me cuentan, que hay cosas muy poco interesantes en la redes. Para mí es un mundo, ese de las redes, del que ya estoy casi fuera. Conmigo no va eso del postureo, el cotilleo, la crítica y las descalificaciones.

Está obra es de familia, porque el texto es de su hijo Daniel Dicenta.

De mi hijo solo no, es también de Juanma Gómez. Era una idea que tuvo Daniel hace tiempo y quise que la rescatase porque me interesaba. En su momento fue un guion de televisión para una serie. Es que a mí sí que me interesa hablar de las cosas del mundo en el que vivimos, y la tecnología era una de ellas.

Hace años no se hacían bolos, se hacían giras. ¿Las echa de menos?

Me gustaban mucho. Eran coherentes. Era difícil que dieras un salto geográfico de esos de cruzar el mapa. Ahora, con los bolos de fines de semana, haces 600 kilómetros, 500… A mí las giras me gustaban mucho, lo pasé muy bien con ellas y las disfruté mucho. Cogías una maleta y te ibas para todo el verano. Eran otras épocas y las cosas se hacían de otra manera.

Se ha hablado y se habla de crisis del teatro, pero da la sensación de que sigue igual que siempre, vivo y coleando.

Porque nunca se podrán cargar al teatro. ¿No ves que cada vez hay más cosas enlatadas, que todo es mentira?

¿Y el teatro no es una mentira?

También, sí, es una historia que alguien se inventa y otros la contamos. Pero por lo menos la hacemos en directo. Es de las pocas cosas que van a quedar para hacer en directo. Para mí, como espectadora, es un gustazo. Sentarme y ver una función es un placer. Al día siguiente se volverá a contar la historia, pero ya será diferente, aunque el título sea el mismo. Es lo que me fascina del teatro.

¿Es el medio que más le fascina?

Por supuesto. Para mí el teatro es una pasión y el motivo de ser actriz. Es una pasión real, unas veces más encendida, otras más apagada, pero siempre pasión. Todo depende de las rachas que te ha tocado vivir. Para estar al pie del cañón, a veces haces funciones que no te llenan del todo y tienes que sufrir mucho hasta conseguir contar una historia de una manera que a ti te satisfaga y que llegue al público. Es una profesión dura, muy dura, pero al mismo tiempo muy gratificante.

¿Borraría trabajos de su extenso currículo?

Nunca he parado de trabajar, desde que empecé, pero es que tampoco podía parar de trabajar. Tenía que sacar a mi familia adelante. Es un esfuerzo muy grande hacer creíbles a veces historias y personajes que no lo son, pero hace muchos años que ya puedo elegir lo que hago. En el teatro casi siempre todo ha sido más intenso y más de verdad.

Le podríamos llamar Carmen Sotillo...

Ay, Cinco horas con Mario, pero no te pases. Bueno, por lo que la he representado, se puede decir que la conozco. Pero tanto como ser ella, no.

¿Sabe el número de veces que ha subido a un escenario para representarla?

No, no las he contado nunca. Han sido cinco veces a lo largo de 40 años, pero con muchas representaciones en cada una de las veces. Lo que sí puedo decir es que en cada época he sido una Carmen sutilmente distinta. Ha sido una gozada haber podido disfrutar de un personaje mirándole por tantos lados.

¿De qué le ha servido Carmen?

Los personajes siempre te sirven de algo, y a mí me han servido para reflexionar. Meterte en la piel de un personaje es una cosa muy seria. Estudias muchos comportamientos, muchas maneras de funcionar de otras mujeres. Siempre aprendes algo de cada uno de ellos.

Pero sí que se sabrá la función de Cinco horas con Mario de memoria.

Pues no he hecho la prueba. A Mario lo he dejado en su sitio. Supongo que sí, que el personaje de Carmen está grabado a fuego. El texto de Miguel Delibes está tan sumamente bien escrito que no puedes saltarte ni una coma, enlaza una frase con otra, es como si estuviera en verso. Ese texto es algo muy especial. Su manera de escribir es una fascinación.

¿Fue a verla Miguel Delibes?

Muchísimas veces. Además, lo disfrutaba de una forma tan intensa... Vio la obra desde el gallinero, desde el primer piso, desde el patio de butacas… Le inspiraba mucha curiosidad ver a su criatura andando. Hablaba conmigo y me preguntaba muchas cosas.

Habíamos oído que vuelve usted a la nueva versión de Un paso adelante.

No exactamente. He dado las llaves de la academia, se las doy a la nueva directora, nada más. Me despido y llega Mónica Cruz. No podría hacer teatro y una serie, no tengo edad para eso. Lo he hecho durante muchos años, pero ahora esas cosas ya son imposibles para mí.

En lo que no piensa es en bajarse del escenario.

Eso no lo sé. Es que no sé el tiempo que voy a estar aquí. Todo depende del tiempo que esté y cómo esté. Trato de vivir el presente, y con ilusión. Tengo la cabeza en su sitio, estoy con una buena energía y pienso que estoy en forma para hacer lo que estoy haciendo, no para hacer más, aunque sí para hacer esta función de teatro y recorrer las ciudades con ella. A la menor sospecha de que no estoy en condiciones, dejaré de hacerlo. Date cuenta, tengo 87 años y el tiempo es limitado. Esta edad no es una broma. D momento, estoy bien y aquí sigo. Hay que vivir con alegría el presente.

Es que el futuro nos parece a todos muy incierto, no solo a usted.

Ya. Pero es que mi futuro lo tengo muy cerca. No es solo una cuestión de años, es una cuestión de realidad.