Opinión: José Luis Úriz Iglesias

11-S; 20 años del día que el mundo cambió

10-09-2021

Existen ciertas fechas en el calendario especialmente negras, en las que parece como si una extraña conjunción planetaria se hubiera dado.

Una de ellas es el 11-S en la que hace 48 años se produjo un hecho que conmocionó el mundo; el golpe de estado en Chile contra su legítimo mandatario Allende.

También hace 20, cifra redonda esta, se produjeron los ataques terroristas contra las torres gemelas de NY, el Pentágono y dos aviones comerciales.

He releído con atención el artículo escrito aquella tarde, aún perplejo, aturdido, en estado de shock por las terribles imágenes de los atentados de ese 11 de Setiembre que conmocionaron nuestro mundo.

Recuerdo los interrogantes que me hacía. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cuáles son las consecuencias de esta tragedia? Sabiendo ya ahora con certeza las respuestas.

Los EE.UU. reaccionaron como el niño nuevo rico que enrabietado porque le dan en el cole una colleja, coge un AK-47 y entra en su aula disparando a diestra y siniestra. Eso es fácil en un país con tantas armas por m2.

A raíz del ataque entraron como elefante en una cacharrería allí donde creían había nacido, o donde suponían, ahora se sabe que erróneamente, se encontraban armas de destrucción masiva.

¿Serán esclarecedores los documentos que Joe Biden asegura va a desclasificar?

Así fueron cayendo uno tras otro Sadam Husein, Muamar el Gadafi, los talibanes y otros, sembrando de sangre y fuego Iraq, Siria, Libia o Afganistán.

Alteraron el orden mundial para siempre, destrozaron países con miles de muertos y millones de refugiados y todo ese sufrimiento para volver de nuevo a la casilla de salida.

Aplicaron esa característica tan innata del pueblo americano que es la necesidad de venganza, que no ha solucionado nada.

Porque ha sido una venganza contra un enemigo invisible, pero que para ellos tenía nombres y apellidos contra los que dirigieron toda la ira de su terrible poder militar.

Esa respuesta ha sido tan criminal como aquellos atentados, provocando la pérdida de vidas humanas inocentes entre la población civil de esos países. Pero lo peor es que ha resultado estéril.

Han cambiado el mundo a peor y de nuevo surge aquél interrogante; ¿y ahora qué? ¿Qué se puede hacer después de la rabia que habrán acumulado después de su salida de Afganistán con el rabo entre las piernas?

Quizás en esta nueva era que comienza, sólo el papel de equilibrio que debe recuperar Europa puede evitar que EE.UU. siga cometiendo errores y desmanes. La UE debe evitar activamente una nueva era negra para el mundo.

Mientras tanto solidarizarnos con el pueblo afgano como hace 20 años lo hicimos con el americano y otras veces lo hemos hecho con el palestino, sirio, iraquí, o saharaui, conscientes de que en la historia del mundo ha quedado claro que el humano es una especie capaz de tropezar infinitamente en la misma piedra.

Esperemos que no y este 20 aniversario nos haga recapacitar.

Veremos.
Fdo. José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal de PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 7 Setiembre 2021

Un once de septiembre negro

23-09-2001

Escribo este artículo aún perplejo, aturdido, en estado de shock por las terribles imágenes de los atentados de ese 11 de Septiembre que ha conmocionado nuestro mundo. Imágenes que en algún momento me recordaban las películas que sobre este tipo de catástrofes tan bien saben hacer los cineastas estadounidenses, y que esta vez las han sufrido en sus propias carnes, en vivo y en directo de forma cruelmente real. Intento alejarme del impacto visual, para que mi análisis sea lo más objetivo posible, pero una y otra vez vuelven las mismas terribles escenas del impacto del avión en la segunda torre, del derrumbe de ambas, o del Pentágono derruido, y el recuerdo de las miles de personas atrapadas dentro, o cayendo al vacío. Las emociones que producen estos dramáticos hechos conducen a una cadena de preguntas: ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cuáles son las consecuencias de esta tragedia? Preguntas con difíciles respuestas, aunque algunos comentarios quisiera hacer al respecto. De la primera de ellas se deriva que parece comprobado que los autores han sido ciudadanos árabes dispuestos a inmolarse, a morir por su causa. Independientemente de la responsabilidad que se le pueda atribuir a una educación, a la interpretación fanática de una religión que “premia” a quienes mueren de esta forma, está claro que la situación en Oriente Medio, el “machaque” al que se está sometiendo a una población palestina indefensa, bombardeada, bloqueada, reprimida hasta límites inhumanos, produce este tipo de fanáticos, dispuestos a morir matando, sin nada que perder. La primera re flexión a la que nos debe llevar este hecho es que esta situación no puede, no debe, continuar así, la política debe prevalecer sobre la guerra indiscriminada, y Europa que hasta ahora “ni estaba ni se le esperaba”, debe despertar del peligroso letargo en el que está sumida e intentar hacer va ler sus tesis para la solución del conflicto. Pero que los activistas que secuestraron los aviones fueran árabes, no significa que todos los que realmente movieron los hilos lo fueran también.

Acusar ahora a Irak, Afganistán (por cierto, monstruos “creados” por los propios EE.UU., en el primer caso contra Irán y en el segundo contra la URSS), o a Osama Bin Laden, es cuando menos fruto de una necesidad de respuestas fáciles y rápidas como exige la opinión pública americana. Todos los expertos coinciden en que es tos atentados necesitaban una infraestructura, unos conocimientos técnicos, logísticos, económicos al alcance de muy pocos, además de abrir interrogan tes sobre el papel de los mecanismos de seguridad, y de la eficacia de los servicios de inteligencia. ¿Cómo es posible que no detecta ran la preparación de un acto de esta magnitud, que necesitó tiempo y personas, imposibles de que no fueran detectadas? ¿Tan ineficaces son la CIA, o el FBI, para no enterarse de nada? Y la pregunta clave: ¿Quién se beneficia de la catástrofe? Sin querer dar una respuesta definitiva, ni implicar a nadie, está claro que las empresas armamentísticas americanas veían peligrar un proyecto como el “escudo antimisiles”, cuestionado desde dentro y desde fuera, especialmente des de Europa, en el que se jugaban miles de millones de dólares, y que ahora nadie se atreverá a cuestionar, a pesar de la ineficacia para este tipo de ataques. ¿Puede estar ahí la respuesta a algunas preguntas? Desde luego no sería la primera vez que algo así ocurre. Siguiendo con los interrogan tes: ¿Y ahora qué? Pues de momento algunas cosas han queda do claras, entre otras la vulnerabilidad, la fragilidad del “Imperio”, que ha visto cómo de una forma sorprendentemente fácil han atacado a la base de sus cimientos económicos (torres ge melas de Nueva York), militares (un Pentágono que creían inexpugnable), y casi también al político si el cuarto avión cae en Camp David. La imagen patética de un Bush escondido mientras aseguraba que todo estaba controlado, dice mucho sobre esa debilidad. El fracaso de la política en Oriente Medio. Lo peligroso de una globalización que ahoga a la mayoría de la población mundial en la miseria y en la desesperación. La aparición de un nuevo terrorismo de difícil control. La debilidad de una economía que se resfría con suma facilidad, debiera hacer reflexionar a todos, especialmente a EE.UU. Pero mucho me temo que la respuesta ante todo esto no venga de un análisis racional, no venga del estudio para su posterior corrección de los errores cometidos por el mundo occidental, por los países ricos, sino que vaya en el lado justamente contrario para en primer lugar aplicar en la práctica esa característica tan innata del pueblo americano que es la necesidad de venganza. La venganza contra un enemigo invisible pero que para ellos tendrá nombres y apellidos, como Irak, Afganistán, Sudán, palestinos, contra los que van a dirigir toda la ira de su terrible poder militar. Si esa es su res puesta, tan criminal habrán sido estos atentados, como si de esos ataques se derivan como viene siendo habitual, la pérdida de vi das humanas inocentes entre la población civil de esos países. Después, una nueva era crisis económica incluida, en la que es probable se imponga una política más intolerante, menos respetuosa con las diferencias sean socia les, raciales o religiosas, con una idea de la seguridad totalmente emparanoiada, y en la que las diferencias entre países ricos y pobres se incremente cada vez más, aumentando la desesperación de los habitantes de éstos últimos. Una nueva era en la que sólo el papel de equilibrio que debe recuperar Europa puede evitar lo que ahora parece inevitable. En definitiva una nueva era negra para el mundo, aunque como dice el dicho popular, y para no eliminar la esperanza: “Siempre que llueve escampa”. Ahora toca aguantar el chaparrón, seguir luchando por un mundo diferente, más justo, plural, libre, y solida rio, sabiendo que ahora no toca, esperando tiempos mejores.

Mientras tanto, solidarizarnos con el pueblo americano, como otras veces lo hemos hecho con el palestino, o el afgano, y hacer vo tos porque nunca más vuelva a ocurrir, aunque lamentablemente durante la historia del mundo ha quedado suficientemente claro, que el humano es una especie capaz de tropezar infinitamente en la misma piedra.