Combatientes del Frente Al-Nusra, afiliado sirio de Al-Qaeda, con banderas islamistas mientras se dirigen al frente. Foto: AFP

Al Qaeda, una organización en estado de caos

Veinte años después de ejecutar los atentados del 11-S, el grupo con base en Afganistán ha perdido presencia e influencia

Jontxu García- Bilbao

Veinte años después de los ataques de 11-S en Estados Unidos, el grupo responsable de los mismos -Al Qaeda, que tenía base en Afganistán- se encuentra en un estado de caos. Su filial en Siria fue silenciada en junio por una fuerza rival; en Yemen cayó derrotada a manos de rebeldes poco después de perder a su líder en un ataque con drones de EE.UU.; y el jefe de la filial en el Norte de África murió en un ataque de Francia en Mali, en junio, y todavía no tiene reemplazo.

Mientras, el dirigente de al Qaeda, Ayman al Zawahiri, ha estado atípicamente ausente, dando pie a la especulación que pueda haber muerto o estar incapacitado. No obstante, las filiales de al Qaeda en África, en Somalia y Mali, continúan siendo una poderosa fuerza.

Ideológicamente, al Qaeda enfrenta un dilema que le es familiar: modernizarse y demostrar flexibilidad para ganar adeptos entre musulmanes comunes y corrientes, y básicamente sobrevivir; o aferrarse a sus estrictos principios yihadistas y arriesgarse a alienar a los musulmanes.

Cada una de esas rutas tiene sus riesgos. La primera podría poner en peligro las credenciales del grupo extremista y generar cismas y la deserción de los miembros de línea dura, mientras que la segunda podría limitar significativamente la capacidad operacional, hasta el punto en que el grupo desaparezca.

El acuerdo de paz firmado entre los talibanes y Estados Unidos en febrero de 2020 por Donald Trump y que establecía la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán el pasado 31 de agosto, estipula que ese grupo islámico no puede darle amparo a ninguna organización yihadista, lo que podría dificultar que los comandantes de Al Qaeda encuentren refugio en el país afgano.