Diana Negre

“EE.UU. corre riesgo porque los terroristas le han perdido respeto”

“Esto es Osama”, le dijeron, en referencia al líder de Al Qaeda, a la corresponsal en Washington Diana Negre la misma mañana de los atentados “antes de saberse nada”

Entrevista de Arantza Rodríguez

Recién cometidos los atentados contra las Torres Gemelas, el nombre del entonces enemigo público número uno de Estados Unidos ya sonaba en los oídos de la corresponsal en Washington Diana Negre. “Era temprano, pero me llamaron de una emisora de Miami para la que trabajaba para que viera por televisión lo que estaba ocurriendo y, ya antes de saberse nada, me comentaron: Esto es Osama, refiriéndose a Osama Bin Laden. Como todos sabemos ahora, estaban en lo cierto”, recuerda esta profesional, que también informaba por aquella época para Catalunya Radio.

Dos décadas después, con la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán y el poder en manos de los talibanes, considera que la situación ha empeorado y que es “probable” que se produzcan nuevos atentados. “Estamos peor que hace veinte años: el país ve terroristas por todas partes, Estados Unidos ha crecido como símbolo contra el que hay que luchar en los círculos que generan terrorismo y su capacidad de repeler agresiones quizá sea la misma o mayor, pero los terroristas seguramente creen que es menor y podrían sentirse más tentados a atacarlo. Estados Unidos corre riesgo precisamente porque los terroristas le han perdido algo de respeto, mucho más que como represalia”, argumenta.

Más allá del terreno profesional, Diana Negre vivió aquella trágica jornada con la tensión añadida de no saber de su marido. “Tenía una cita con alguien en una cafetería próxima al Pentágono y se fue poco después de empezar los ataques contra las Torres Gemelas. Yo le dije que seguro que era un ataque terrorista y me contestó: No saques conclusiones precipitadas”, relata. Con esas se fue de casa y con esas estuvo la corresponsal en vilo hasta que lo vio entrar por la puerta. “En aquella época no se usaba mucho el teléfono móvil y yo no podía comunicarme con él. Tardó varias horas en regresar a casa y, después de ver lo ocurrido en el Pentágono, yo estaba muy asustada. Me explicó que el tráfico era tan lento que podría haber regresado a pie”, comenta.

De todo lo vivido durante aquellos días, teñidos de incertidumbre y dolor, lo que más le impresionó fue “la angustia de la gente que se sentía acosada y cómo todo el congreso en pleno, de las dos cámaras, salió frente al Capitolio a cantar el himno nacional, pues les habían dicho que un cuarto avión se dirigía hacia Washington y probablemente su objetivo era estrellarse contra la Casa Blanca o el Capitolio. Luego supimos que, efectivamente, había un cuarto avión, pero se estrelló en un descampado, probablemente por un ataque de las fuerzas de seguridad norteamericanas”, apunta.

Sobre el atentado contra el Pentágono, dice, “se ha especulado mucho y hay todo tipo de teorías, de conjuras y conspiraciones”. En su opinión, lo que buscaban los terroristas estrellando un avión contra la sede del Departamento de Defensa americano “era lo mismo que al intentar atacar el Capitolio o la Casa Blanca, destruir los símbolos de poder y de identidad de Estados Unidos. Un país anatema para los fundamentalistas islámicos porque ni es musulmán ni religioso y, además, es un gran aliado de Israel”, subraya.

Las heridas del 11-S han dejado su cicatriz en Estados Unidos, un “país transformado”, según considera esta periodista. “Recuerdo que al llegar, hace ya varias décadas, me sorprendía la libertad de movimientos. Cuando yo volaba, mi marido me acompañaba hasta la puerta de salida y me recogía en la puerta de llegada. Ahora los controles son universales y agobiantes”, constata. Es el peaje a pagar por la seguridad.