Desde hace más de 10 años, el músico de Getxo Ignacio Garbayo, que vivió su momento de gloria al frente de la banda de rock and roll Zodiacs a principios del siglo XXI, disfruta de la sencillez de la vida campestre. Se mudó con su familia a un pueblecito del norte de Extremadura, en la comarca de La Vera, conocido por sus paisajes de castaños y robles, además de sus pozas cristalinas y piscinas naturales. “Este es el paraíso de los charcos, como los llaman aquí”, cuenta Garbayo, que poco a poco se está forjando una notable carrera en solitario con tres discos publicados: Sonido forestal (2018), La onda expansiva (2021) y, desde hace unos meses, el optimista miniálbum Días de euforia, esta vez de la mano del sello madrileño Folc Records. 

Musicalmente, de aquellos trepidantes tiempos en los que Zodiacs parecían los nuevos Tequila o los Rolling Stones vascos tampoco han cambiado tantas cosas. Garbayo sigue haciendo canciones eléctricas y pegadizas de unos tres minutos, perfectas para pegar botes y cantar a grito pelado. Aunque reconoce haber perdido cierto punch con su éxodo al campo, la emoción de la música pop de siempre fluye por sus venas. Y, por lo que cuenta, la conexión Extremadura-Bilbao no se ha resentido lo más mínimo. 

Con la que está cayendo en el mundo, ¿hacer un disco tan optimista, eléctrico y buenrollero es ir a contracorriente?

-No tenía ninguna intención de ir a contracorriente. Es lo que me sale. Hay cosas que uno no puede evitar y yo lo que suelo intentar es que la música siempre fluya de forma natural y no haya nada forzado. En este caso me apetecía hacer un disco divertido y, más concretamente, tenía ganas de dedicárselo a mis amigos y a toda la gente que tengo cerca y que me ayuda a vivir el día a día. 

Este es un disco de celebración.

-Eso es. En (el disco) La onda expansiva, que salió después de la pandemia, había mucha más furia.  

Si tuviera que puntuar su felicidad en una escala de 0 a 10, ¿qué nota le pondría?

-La felicidad es algo tan efímero que no podría ponerle una nota a mi vida así como así… Tendría que hacer una media ponderada y calcular todos los altibajos. En este momento, le pongo algo más que un aprobado. Un 6.

Dicen que quien te quiere también te hará llorar. 

-No sé si tanto como llorar. Es una frase que puede tener algo de razón, pero que admite muchos matices. Sí que creo que las amistades más profundas se forjan en los buenos y, sobre todo, en los malos momentos. Ahí es donde una relación, sea de amistad o de amor de pareja, puede salir fortalecida.

¿Quiénes son sus amigos? ¿Los del mundo de la música repartidos entre Bilbao y Madrid?

-Son los que tengo cerca y lejos, músicos y no músicos… Yo soy emigrante. He dejado a mis amigos en Bilbao, pero a muchos de ellos los siento cerca y siempre que pueden vienen a verme. En el lugar donde vivo tengo también muy buenos amigos que considero mi familia. Hay una frase en la canción Todos mis amigos en la que digo que todo va bien porque todos mis amigos siguen aquí. 

Rockeros de pueblo


El suyo no es el único caso de un músico de rock que ha abandonado el frenesí de la ciudad para mudarse al campo. Gerardo Urchaga, el fundador del sello Folc Records, todo un referente del rock and roll underground que ha publicado su último trabajo, Días de euforia, también se marchó hace algunos años de la capital madrileña; Eva Amaral vive en una pequeña aldea rural; Fernando Pardo, miembro fundador de la mítica banda malañasera Sex Museum, se tuvo que ir a vivir fuera de Madrid en pandemia. Garbayo reside en un pueblo de Cáceres de unos pocos cientos de habitantes. Compagina su oficio como músico en el estudio de grabación que tiene en su casa, con las clases de guitarra y algún otro trabajo al margen de la música. A tres minutos andando de donde vive hay una poza. “Un lujo”.  

Todos los años monta un pequeño festival privado en su casa de Extremadura con bandas amigas de Bilbao que es un secreto a voces. ¿Cuándo podremos ir a disfrutar del evento?

-(Ríe). Aquí tengo un terreno con un escenario que, precisamente, me lo montó un amigo. Invito a bandas de Getxo, Bilbao y también de Madrid: gente de los Zodiacs, El Inquilino Comunista, McEnroe, Fernando Pardo, Fernando Vacas, La Bien Querida… Se crea una hermandad entre todos que es muy bonita y, sobre todo, se escucha música. Por supuesto, nos lo tomamos un poco a chufla y nos lo pasamos muy bien, pero, básicamente, lo que hacemos es escuchar música. 

"Las influencias se pagan, como decía la DGT, y yo estoy muy marcado por ellas”

¿Hacer powerpop en 2025 es ir a la contra o un acto de resistencia en estos tiempos? 

-Para mí ni es un acto de resistencia ni es ir a la contra. Escucho muchísima música y compongo canciones desde que era un adolescente. La música es lo que me ha hecho quien soy. En realidad, no pretendo hacer powerpop ni nada en particular. Solo quiero escribir canciones de una manera auténtica y acompañarlas de guitarras eléctricas.  

Canta en Las banderas que estas “solo valen para aquellos que no saben que el amor es lo único que importa”. ¿Es un dardo contra los nacionalismos?

"Solo quiero escribir canciones de una manera auténtica con guitarras eléctricas”

-Siempre he estado en contra de los nacionalismos. Muchas veces se antepone una bandera a cuestiones mucho más importantes como el amor o la persona que tienes a tu lado. Es un trozo de tela que puede significar algo para unos cuantos, pero creo que la vida de cualquier persona está por encima de todo eso. Lo estamos viendo ahora mismo con la derecha radical que nos está tocando vivir. 

Dandy Warhols, Primal Scream, los Beatles, Teenage Fanclub… El disco está lleno de guiños a un montón de grandes bandas. ¿Qué le siguen aportando estas instituciones de la música pop?  

-Las influencias se pagan, como decía la DGT, y yo estoy muy marcado por ellas. Se me notan muchísimo. Pero yo creo que ahora mismo no me aportan demasiado. Sigo poniendo a los Beatles en casa, aunque siento que todos estos grupos que mencionas pertenecen a una época pasada de mi vida. Te pueden servir de inspiración cuando estás empezando y buscas una identidad y te pones a imitar un riff o ciertos sonidos. Ahora mismo intento no copiar a nadie y sonar auténtico. Además, me fijo más en la producción y en la manera de tratar los instrumentos (que una batería suene más seca, el reverb de una guitarra) que en las canciones en sí. 

¿Sigue a la nueva generación de bandas vascas de guitarras? ¿Tiene algún grupo favorito? 

-EZEZEZ me gustan mucho y me parece que tienen un punto original y guitarrero. En su momento también me gustaban Vulk.  

Tanto tiempo viviendo en un pueblito de Cáceres y sigue haciendo rock and roll. ¿Lo de irse al campo y convertirse en cantautor folk es un cliché?

-En mi caso no se cumple el cliché, porque en la búsqueda de la autenticidad que te comentaba el rock and roll es mi manera de expresarme. Además, tengo la enorme fortuna de que tengo una conexión bastante mágica con mis compañeros de la banda, que también son mis amigos. A lo mejor, si no estuviese tan bien acompañado y me diese por tocar en solitario con una guitarra acústica me hubiera orientado más hacia el folk. No ha sido el caso. 

¿Qué le viene a la cabeza cuándo se acuerda de los tiempos de Zodiacs? 

-Muchas alegrías, muchos amigos que todavía conservo y algunas tristezas. Pero me acuerdo más de lo bueno. Una vez al año nos volvemos a juntar y montamos un fiestón en Nochevieja.