Ya no faltan ni dos meses para las elecciones presidenciales norteamericanas. La población no ha tenido ocasión de comparar a los dos candidatos por quienes han de votar el 5 de noviembre, pero ya en dos semanas pueden empezar a emitir sus votos en algunos estados norteamericanos.
Las condiciones de esta votación son nuevas, tanto por las fechas adelantadas en que la población puede votar, como en los controles para el acceso a las urnas que todavía es objeto de discusión y de acusaciones mutuas entre ambos partidos que ven riesgos de pucherazo, así como en la escasez de enfrentamientos directos entre los candidatos.
Es posible que muchos votantes dispongan de escasa información, a pesar de los millones de dólares que ambos rivales tienen para darse a conocer en sus respectivas campañas, algo especialmente cierto en el caso de la aspirante del Partido Demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, quien no lleva ni tan solo dos meses como candidata.
Harris acude a esta campaña, en la que entró de forma urgente ante el derrumbe de Joe Biden cuando ya no fue posible ocultar su senilidad, en mejores condiciones económicas que su rival republicano, pues sus arcas están repletas y el dinero sigue llegando en abundancia.
Le hace falta, pues es un personaje desconocido, a pesar de haber sido ya candidata presidencial en el año 2020, cuando tuvo que retirarse pronto al no conseguir ningún apoyo en las elecciones primarias. Tampoco se pudo destacar durante sus casi cuatro años como vicepresidenta y ahora su campaña trata de presentarla en la mejor luz posible.
La tarea no es fácil: les elecciones se ganan en el centro político, donde Harris no ha estado nunca. Ahora trata de situarse en una posición más moderada, pero el cambio puede resultar caro entre sus seguidores tradicionales quienes podrían sentirse traicionados, mientras tampoco convenza a los nuevos votantes a quienes desea captar.
Presentar esta posición no es fácil y hasta ahora la candidata demócrata lo ha ido haciendo en actos electorales cuidadosamente preparados y en los que se halla protegida de preguntas importunas a cargo de medios informativos, a los que hasta ahora ha conseguido mantener alejados.
La mejor –y posiblemente única– ocasión que el país tendrá de tomar el pulso a la nueva candidata es el debate de mañana martes con su rival republicano y expresidente Donald Trump, un personaje ya bien conocido y que se ha apresurado en los últimos días a presentar detalles de su programa de gobierno.
Es un programa muy diferente al de Harris, especialmente en cuestiones fiscales, pues en vez de subir los impuestos como recomienda la vicepresidente, Trump propone bajarlos para estimular la economía y aprovecha el momento para recordar a los norteamericanos que la inflación era baja durante su mandato y los ingresos de la población –especialmente la de menos recursos– fueron en aumento.
Pero el debate de mañana podría arrojar poca luz, pues lo candidatos llevarán algo así como un bozal: las normas no les permiten interrumpir a su rival y prácticamente tan solo pueden responder a las preguntas de los periodistas sin enfrascarse en una discusión directa. Tampoco asistirá público, de manera que el control por parte de los medios informativos –en este caso la televisión ABC– será casi total.
Los consejos les llegan ya de todas partes a ambos candidatos acerca de cómo comportarse. Nadie sabe si Trump usará la prudencia que desplegó en el debate contra Biden o cederá a sus inclinaciones de atacar y ridiculizar a sus rivales.
Aún menos se puede predecir la conducta de Harris, escasamente conocida y con poca experiencia en estas lides. Sus seguidores temen que podría cometer errores al enfrentarse por primera vez sin la protección de sus fontaneros, que probablemente son los casi los mismos del presidente Biden y una prolongación del equipo del expresidente Barack Obama.
La gran ventaja de Kamala Harris es que podría sorprender a propios y ajenos, dejar al margen las posiciones políticas que se le prevén y convertirse en un personaje decisivo, capaz de expresarse claramente y ofrecer una alternativa clara al programa de Trump. Con las encuestas prácticamente iguales para ambos candidatos, semejante actuación podría sellar los próximos comicios en favor de Harris.