BILBAO. Se quita las gafas y aún pueden verse los moratones en las bolsas oculares. También muestra las marcas que tiene en las dos muñecas, marcas azules con los bordes morados. Ahmed-Yeddou Salem es el primer represaliado saharaui que vivió de primera mano los incidentes del campamento de Gdeim Izik y que ha podido salir al exterior para narrar su truculenta experiencia.
¿Cuánto tiempo permaneció en el campamento de las afueras de El Aaiún y cómo vivió el asalto?
Yo llegué al campamento el día 7, y me alojé en la jaima de mi madre. Estábamos protestando de forma pacífica por los derechos de todos los saharauis, derechos que el Gobierno de Marruecos nos niega. El día 8, hacia las seis o seis y media de la mañana me desperté con el ruido de un helicóptero y salí de la jaima. La nuestra estaba en primera fila y tenía a los gendarmes encima. Yo traté de hablar con ellos, les dije que en esa jaima estaba mi madre, pero no me hicieron caso. Primero vi cómo rompían los cristales de mi coche, donde tenía bastante dinero, unos 1.800 euros, y mi pasaporte, y luego me ataron y me tiraron al suelo sin darme ninguna explicación. Vi cómo quemaban las jaimas...
¿Forcejearon con usted?
Yo no pude hacer nada. Me arrojaron al suelo y empezaron a pegarme. Eran inspectores, policías de la Gendarmería Real y soldados del Ejército. Me pegaron con las porras y hasta con los cascos. En todas las partes del cuerpo y también en la cabeza. Mi madre se echó encima de mí y trató de protegerme, pero la apartaron y le pegaron también. Ahí perdí el conocimiento.
¿Y cuándo recuperó la consciencia?
En la parte de atrás de un camión. Compartía el sitio con otros tres o cuatro jóvenes que estaban como yo, heridos y atados. Cada dos o tres minutos traían a otro detenido. Y allí nos insultaron y nos pegaron.
¿Vio usted armas de fuego entre la Policía?
Yo no vi armas de fuego. La policía iba armada con porras, tubos y escudos, pero luego he sabido que han herido a algunos con balas de goma y también con las de verdad.
Supongo que les dijo que usted tiene nacionalidad española. ¿Su familia no hizo ninguna gestión para liberarle?
Mi padre, el día 9, mandó un fax al Consulado español detallando los hechos y la desaparición de su hijo. Ni siquiera le respondieron.
¿Cómo fueron los días de arresto?
Estábamos unas setenta personas en una celda de tres por tres más un pasillo largo. Todos estábamos arrodillados y durante los dos primeros días permanecimos con las manos atadas en la espalda; los tres siguientes con las manos atadas pero en la parte de delante. Cada rato venían a por nosotros y nos llevaban a una sala donde nos interrogaban sobre los sucesos de Gdeim Izik.
¿Qué les preguntaban?
Si conocíamos a los cabecillas que habían organizado el campamento; a veces los llamaban "terroristas". Nos enseñaban fotos pero yo no conocía a nadie... Pero es curioso, porque días antes, los organizadores se reunieron cuatro veces con el Ministerio del Interior para decirle de qué iba la protesta.
¿Le torturaron en los interrogatorios?
Sí, desde luego. Teníamos que estar arrodillados y con la cabeza gacha, para no identificar a los policías, y me pegaron con los zapatos, con cinturones, me dieron puñetazos... Además, nos amenazaban diciéndonos que nos iban a follar a todos. Así, literal. O que iban a sentarnos sobre botellas. Tuvimos que hacer nuestras necesidades en botellas de plástico, y luego nos echaban nuestros propios orines encima. Días más tarde me enteré de que lo que ellos pusieron en el informe y lo que yo declaré no tenían nada que ver. Y algo más grave: tuvimos que poner nuestras huellas dactilares en papeles que estaban en blanco.
¿Había mujeres entre ustedes?
Tan solo una, que llegó el día en el que me fui yo. Luego he sabido que sigue detenida, en la Cárcel Negra.
¿No recibieron atención médica durante esos días?
No. Estábamos todos heridos, y a alguno lo mandaron al Hospital Militar, pero cuando regresó nos dijo que era mejor quedarse en la cárcel, porque le había pegado todo el mundo: los médicos, las enfermeras...
Al quinto día le soltaron. ¿Por qué?
Supongo que porque también tengo nacionalidad española. Les pedí mi dinero y el pasaporte, porque estaba todo en el coche. El pasaporte me lo devolvieron, pero del dinero no sé nada. Vete, me dijeron, y me fui. Nos robaron todo, el dinero, los relojes, las cadenas...
¿El Consulado o la Embajada española no se preocupó de usted en ningún momento?
Yo salí un miércoles de la cárcel y el viernes me llamó el representante de Casa España. Le conté lo que pasó. Pasaron otros siete días, y al siguiente viernes me volvió a llamar para decirme que teníamos que ir al médico. Le dije que no, que yo hubiera necesitado al médico mucho antes. Más adelante vinieron los de Human Rights Watch y les pude contar todo. Hasta me tomaron fotos donde se ven perfectamente las lesiones. Pero yo creo que les dejaron venir a mi casa porque los marroquíes ya sabían que yo no había visto nada de lo que ocurrió en el campamento. Lo que yo pude ver no les comprometía.
Después permaneció varios días en El Aaiún. ¿Tuvo tiempo de hablar con más víctimas?
Sí, había más de doscientos desaparecidos, y de muchos de ellos no sabemos nada. En cuanto a los muertos y a los heridos... Hay poca gente dispuesta a hablar. A algunos los compran, y otros permanecen callados por miedo a represalias.
¿Cómo viven esta situación los saharauis de los territorios ocupados?
Con mucho miedo. Yo no he salido de casa en todo este tiempo. Apenas nos relacionamos con los colonos marroquíes, porque están ayudando a la policía y se ensañan con nosotros, incluso nos roban (hay vídeos que lo demuestran). Aunque también hay algunos que entienden nuestra situación. Pero la presencia del Ejército y de la Policía es constante en los barrios saharauis.
¿Va a volver a El Aaiún?
Claro, allí tengo a mi mujer, que está embarazada, y al resto de mi familia. Pero tengo miedo, ¿qué va a pasar conmigo cuando regrese? He hablado en Ginebra con representantes de Human Rights y me han dicho que ellos no pueden protegerme, que no pueden entrar en el Sahara Occidental.