EL Torres es un vistoso SUV, con aires de todoterreno, presunción de calidad y precio imbatible (desde 31.000 euros). Por lo mismo que cuesta cualquier crossover compacto de la competencia, SsangYong plantea un imponente modelo de 4,7 metros con motor de gasolina (163 CV) transformable a GLP y abundante equipamiento. El repertorio propone variantes con tracción trasera o integral, con transmisión automática o manual. La vistosa propuesta pretende cautivar y convencer a esa parte de la clientela libre de prejuicios que a menudo opta por una compra racional.

Los manuales de marketing constatan lo obvio señalando al diseño y al precio como factores determinantes en la decisión de compra de un automóvil. A continuación, mencionan criterios como el prestigio del fabricante, la seguridad, la sostenibilidad, etc.

El Torres cumple a la perfección los dos primeros requisitos. Luce una estampa agraciada y original que marca diferencias en un escenario plagado de clones. Reclama a cambio cantidades más que razonables, sobre todo teniendo en cuenta su generoso equipamiento. Eso sí, aunque SsangYong hace coches sencillamente buenos, aún no figura entre las firmas de culto por parte de quienes consideran que el coche es también una credencial social.

De momento, la salida a la calle del Torres supone un salto de calidad y sirve una ración extra de autoestima a la casa surcoreana. Espléndido en formas y proporciones, el nuevo SUV familiar no deja a nadie indiferente. Para empezar, cultiva con gracia un estilo aventurero que parecía en decadencia, evocando de lejos a Jeep y Land Rover. Esa concepción condiciona el diseño, demasiado pendiente de la maniobrabilidad del vehículo en improbables incursiones en el campo, respetando buenos ángulos de ataque, vadeo y salida.

El último producto de SsangYong –en adelante se llamará KGM– hace gala de una grata vistosidad, pese a incorporar detalles como un recargado frontal poliédrico o unas fijaciones/asideros en la confluencia de la aleta con el parabrisas delantero sin más finalidad que la estética. En cambio, el adorno metalizado del pilar trasero confiere al conjunto un toque de distinción muy actual.

La corpulencia del Torres, así denominado en honor del paraíso natural homónimo de la Patagonia chilena, garantiza una correcta habitabilidad. De los 4,7 metros de eslora –ocupa 1,89 de ancho y 1,71 de alto–, 2,68 corresponden a la batalla. Sobre ese espacio entre ejes se asienta un habitáculo de cinco plazas, idóneo para cuatro adultos, cuya retaguardia aloja un portaequipajes con 839 litros disponibles según el fabricante.

La cabina está confeccionada con materiales de calidad aparentemente bien ajustados, en especial en el acabado superior, con aspiraciones casi premium. Presenta una configuración clásica, pero un completo bagaje tecnológico. Forman parte del mismo las tres pantallas digitales integradas en el puesto de mandos: el cuadro de instrumentos de 12,5 pulgadas tras el volante, el panel táctil flotante de 9 anclado sobre el salpicadero (gestiona el audio y la cámara) y, bajo él, la pantalla multifunción de 8 pulgadas (con controles dinámicos del vehículo, climatización, etc.).

Las dotaciones de serie sorprenden por su abundancia, sobre todo al recordar el comedido desembolso exigido. La interpretación más sencilla y menos costosa (Trend) llega de fábrica inusualmente bien pertrechada. Incorpora casi todos los sistemas de ayuda a la conducción normalizados, así como numerosos dispositivos de protección y de bienestar, recursos que bastantes de sus competidores consideran opcionales. Los dos acabados superiores (Life y Adventure) van sumando complementos, más bien estéticos y funcionales (mayores llantas, reglajes eléctricos de asientos, tapicería…).

La campaña de lanzamiento y el descuento promocional correspondiente lustran la tarifa del SsangYong Torres. Su horquilla de precios discurre desde los 31.000 euros exigidos por la versión de acceso a la gama hasta los 40.500 que reclama la definición alta, con tracción 4x4 y transmisión automática. La importadora de la firma surcoreana, que dispondrá de cuantas unidades reclame el mercado, estima vender un millar de ellas al año.