LA imaginación al poder”. Lo que hoy parece un eslogan comercial era un grito de guerra de estudiantes y trabajadores en la fallida revolución del mayo francés. Ese 1968 en el que en París volaban los adoquines levantados para buscar una utópica playa, Citroën hacía suya la consigna de Jean Paul Sartre y develaba el Mehari. La marca de los chevrones -el idioma español admite esta denominación para el símbolo heráldico de las espigas- siempre fue por libre en eso de diseñar coches. Lo volvió a demostrar hace veinte años con el Pluriel, llamativo convertible derivado del primer C3. Antes sorprendió con un Xantia (1993) que ponía patas arriba los postulados estéticos y tecnológicos de las berlinas de clase media. Eran otros tiempos.

Hoy en día proliferan las innovaciones, pero casi todas comparecen uniformadas. No es falta de imaginación, sino economía de escala. Las marcas tienden a asociarse en grandes consorcios para rentabilizar inversiones compartiendo proyectos, lo que depara abundantes casos en los que un mismo producto sale al mercado con denominaciones y envoltorios diferentes. A menudo, esa discriminación se materializa al final de la cadena común de montaje.

Los tiempos en los que los fabricantes iban por libre dejan para el recuerdo creaciones tan singulares como estas tres de Citroën. Mehari, Xantia y Pluriel plasman, cada uno a su manera y en su época, el espíritu siempre intrépido de una de esas marcas de toda la vida.