El poeta es un fingidor / Finge tan completamente / Que hasta finge que es dolor / El dolor que en verdad siente… escribió Fernando Pessoa, el gran poeta lisboeta. El escritor generó a través de sus heterónimos (seudónimos) que era él mismo escribiendo con el nombre de otros, vidas ficticias, inventadas, que, sin embargo, eran la suya. Pessoa nació y murió en Lisboa. La Vuelta se alumbra hoy en su ciudad y perecerá 21 etapas después en Madrid tras 3.265 kilómetros, ocho días de montaña 5 de media montaña y dos cronos, la del amanecer por el callejero lisboeta, de 12 kilómetros, y la del ocaso, de 24,6 kilómetros, por el mapa de Madrid. En esas jornadas de penurias, los ciclistas, como advirtió Pessoa respecto a los poetas, fingirán el dolor, que en realidad es verdadero. El padecimiento, la pena y los poemas tristes recorren el esqueleto de Primoz Roglic, odiado por el Tour, que le ha tirado al suelo demasiadas veces. Le ha pisoteado como una bestia en estampida. Amado por la Vuelta, busca el esloveno su redención, el alivio contra el dolor, el refugio que le ha abrazado con dulzura. Campeón en 2019, 2020 y 2021, Roglic, baqueteado por la carrera francesa, que tuvo que abandonar golpeado con furia, regresa al sitio de su recreo con la idea de equiparar la vitrina con la de Roberto Heras, el hombre de las cuatro coronas.

Roglic sobresale en la orla de opositores al trono de Madrid. Conoce de sobra el recorrido hacia la gloria de la Vuelta porque lo ha transitado en tres ocasiones. Roglic es la Vuelta. También sabe Sepp Kuss cómo desentrañar una carrera que conquistó el pasado curso, cuando el Jumbo le eligió entre Vingegaard y Roglic. El monstruo de tres cabezas es ahora el colibrí de Durango, un escalador poderoso que busca repetir éxito tras una campaña sin apenas vuelo, lejos del poder que mostró la colmena de abejas del Visma. Abre la Vuelta la puerta a varios candidatos firmes porque no existen certezas ni ciclistas que sobresalen por elevación. No están Pogacar ni Vingegaard. Tampoco Evenepoel, todos ellos en el esgrima furioso que fue el Tour. Sin los tres mosqueteros de la Grande Boucle, el campo de batalla de la Vuelta se ensancha.

La carrera española sugiere un debate más abierto y accesible. Mikel Landa, quinto tras un Tour estupendo como alfil de Evenepoel, accede a la rampa de despegue de Lisboa con la idea de alcanzar el podio. El escaso peso de la contrarreloj y el impacto de la montaña, más que suficiente para un escalador como el de Murgia, le sitúa entre los favoritos para coquetear con la zona noble de la competición. Landa, sin la presión de antaño, puede tener más huella en una cita que apuesta por la montaña. Ese ecosistema subraya su candidatura.

En el salón de baile de la victoria se esperan los pasos de Joao Almeida, cuarto en el Tour y líder del UAE, que presenta un plantel sobresaliente. Descartado Juan Ayuso, en conflicto interno con su equipo, Adam Yates es el otro nombre para la general. El inglés y el luso son dos claros candidatos a hacerse ver en la azotea de la general. Junto a Roglic, la figura de Daniel Martínez, segundo en el Giro que venció Pogacar, y la de Aleksandr Vlasov pueden tener foco desde el Red Bull, que también presenta un equipo con mucho músculo. Lejos de su mejor versión en la Grande Boucle, Carlos Rodríguez liderará al Ineos. El granadino padeció mucho en el Tour y en la Vuelta puede encontrar el éxito. Esa será su misión. La misma idea recorre la cabeza de Enric Mas en la carrera que más ha brillado. Descatalogado en el Tour, Mas pretende reivindicarse en la Vuelta, más proclive a sus características. Richard Carapaz, estupendo su Tour de guerrilla, donde venció una etapa y mostró un gran estado de forma, Mattias Skjelmose, Ben O’Connor, Tao Geoghegan o Antonio Tiberi podrían acampar en las inmediaciones de los mejores.

Montañas y calor

Todos ellos vocearán en el entramado que une Lisboa con Madrid, perfilado, sobre todo, por las montañas. La Vuelta acumula un desnivel positivo por encima de los presentados por el Giro y el Tour, si bien la tipología de las montañas es distinta. El trazado propone nueve llegadas en alto. Las subidas a la Yunquera, Cazorla y la más exigente e inédita vertiente del Puerto de Ancares brotan por primera vez en la carrera. El contacto inicial con la montaña se concretará en Villuercas en la cuarta jornada, tras los tres días en tierras portuguesas. Espera después Manzaneda y la terraza en Ancares, con Pajares y el muro del Cuitu Negru y la icónica ascensión a Lagos de Covadonga. Esta, tras el segundo día de descanso. Surge después la subida a Moncalvillo. La cumbre del Picón Blanco asomará tras una travesía de montañas en la víspera de la crono final en Madrid. Otra de las cumbres con jerarquía en la carrera.

Además del reto que proponen las montañas, el otro elemento que fijará la arquitectura de la Vuelta será el calor extremo que se espera. La primera semana puede convertirse en un horno. Tras el paso por Portugal, la carrera gira hacia el infierno. Galopa hacia Extremadura y Andalucía. Sevilla y Córdoba , dos intensos focos de calor, serán finales de etapa. La jornada entre Motril y Granada transcurrirá por el Purche, con dos ascensiones a Hazallanas en un día en el que esperan llamaradas. Tras el primer bloque competitivo, la Vuelta recurrirá a un gran traslado para irrumpir en Galicia. La etapa ourensana también desprenderá calor. La víspera del pasaje asturiano se anuncia con Leitariegos. Espera Villablino y el retorno del Cuitu Negru. Tras el segundo día de descanso, se atacarán los Lagos de Covadonga, inmersa la carrera en su tercera semana. El jueves, 5 de septiembre, Euskadi recibirá la Vuelta con una etapa que unirá Vitoria-Gasteiz con Izki. Será la huella vasca en la carrera. Después, en busca del desenlace, aguardará el alto de Moncalvillo y una de las jornadas clave de la Vuelta. Con salida en Villarcayo, esperan siete ascensiones. Una cordillera con remate en el duro e inhóspito Picón Blanco antes de acudir a la crono final en Madrid de 24,6 kilómetros. El dolor de los ciclistas será verdad. En la Vuelta buscarán sanarlo.