Hitler, cómo no

El injustificable acoso a la familia de Canet que llevó a los tribunales la política de inmersión lingüística catalana ha servido como excusa para un torrente de demasías como la que firma en ABC Isabel San Sebastián: “La catadura moral putrefacta que sirvió de base al nazismo para justificar el exterminio de judíos, gitanos, personas con discapacidad y demás colectivos molestos para el demencial proyecto eugenésico puesto en marcha por el Führer. Es una mezcla hedionda de supremacismo identitario, ‘apartheid’ lingüístico, odio, violencia y ausencia total de humanidad, propia de quienes se consideran por encima del resto en razón de su naturaleza supuestamente superior”. Patapumba.

Contra los pobres

El director de La Razón, Francisco Marhuenda, se sube a esa ola hiperventilada y añade su cosecha otra peculiar vuelta de tuerca: “Los nacionalistas, que ven a España como la vaca que tienen que ordeñar, ya se preocupan de que sus hijos conozcan varios idiomas, incluido, por supuesto, el español, porque lo necesitan para hacer caja. Siempre hemos sido muy pragmáticos. Una cosa son los negocios y otra muy distinta los sentimientos”. Los dos huevos duros a esta teoría de pata de banco los aporta Irene González en Vózpuli al definir la inmersión lingüística como “el artefacto con el que las clases más humildes, castellanohablantes, fueron chantajeadas y estafadas desde los años 80 para que sus hijos tuviesen oportunidad de prosperar en Cataluña”.

La única propia

Tanta bronca, para que al final José García Domínguez nos descubra en Libertad Digital cuál es la lengua fetén de verdad: “La lengua propia de Cataluña y de los catalanes, valga el pleonasmo, es, qué le vamos a hacer, el castellano. Y lo es por la muy prosaica razón de que en castellano nos comunicamos durante la mayor parte del tiempo la mayor parte de los habitantes de la demarcación”.

“Modesto idioma”

Y nos queda Alfonso Ussía con la tontuna clásica: “Tendrían que aprender de Aragonès y Urkullu, que se han reunido en Gerona para entenderse mejor, y lo han conseguido entendiéndose en español, porque sus lenguas autonómicas no dan de sí para tanto. El modesto idioma hace milagros”. Pero luego, claro, los supremacistas, son los otros.