48 días para el 4 de mayo. No acierta este humilde recolector de exabruptos a imaginar cómo se las van a apañar los productores de bencina dialéctica para mantener el listón de esta aún pre-pre-precampaña. Ya me dirán, por poner el primer ejemplo, cómo va a superar Zoe Valdés esta barbaridad que escribe sobre Pablo Iglesias en Vózpopuli: "Lo reitero, me recuerda al asesino de Raúl Castro, con su frágil y retorcida humanidad, amarrando trapos en los ojos de los valientes campesinos a los que fusiló minutos más tarde sin remilgos ni contemplaciones". Sí, le ha llamado asesino.

No demasiado lejos andan otros evacuadores de espumarajos, como Francisco Marhuenda, que también tira de repertorio para comparar a Iglesias: "El gran error ha sido pensar que el líder de Podemos no era un comunista de manual que conoce muy bien las prácticas de Lenin, Stalin o Castro. Todos son grandes farsantes que comenzaron con amabilidad, se envolvieron de grandes ideales y luego aplicaron las purgas más despiadadas".

Unas páginas antes, Julián Cabrera había retratado así al todavía vicepresidente segundo español: "Iglesias pretende resucitar la más pura y cruda guerra ideológica, el frentepopulismo de barricada. Es un nostálgico friki pero no inofensivo de revoluciones protagonizadas por otros a las que llegó tarde. Ahora tratara de liberar gas inflamable, pero ojo… ya no es como antes, sencillamente porque tras plegar en una animada jornada la pancarta incendiaria, lo que le espera por la noche es el confort de Galapagar".

El incombustible José Alejandro Vara subía dos diapasones la milonga de la violencia y anunciaba un apocalipsis rojimorado en Madrid para las próximas semanas: "El palacete de la Puerta del Sol va a ser el Álamo. Días de huelgas, manifestaciones, movilizaciones, pitidos, pedradas y estropicios. Estudiantes, docentes, sanitarios liberados, maquinistas sindicados, funcionarios sin funciones y quizás fundido en negro. Cabe esperarse lo peor. La campaña más sucia y fangosa de los últimos tiempos. Iglesias es un radical desportillado, sin cortapisas éticas, sin valores democráticos". Y me llevo una, podía haber añadido.

Los hombres vagos de Podemos, según Girauta

Al lado de todo eso, casi es una caricia la extravagancia que suelta en ABC Juan Carlos Girauta. Da para comentario de texto en la antigua Selectividad: "A Iglesias, como a otros hombres de su formación, le vence la pereza. No así a las mujeres. No hay teoría detrás de esto, lo he comprobado empíricamente". No aclara mucho más el ex portavoz de Ciudadanos, así que nos quedamos con las ganas.

Menos mal para la gente de orden que frente al mal encarnado Iglesias, está el bien personificado en ya saben ustedes quién. Y si no, se lo recuerda desde El Español el tribunero Diego Sanjuanbenito entre acordes de lira: "Enfrente está Isabel Díaz Ayuso. Y su apuesta por la libertad, que no es un eslogan de laboratorio. Es, sencillamente, el producto de su confianza en Madrid. Un Madrid en el que cree y al que quiere".

Como guinda a lo anterior, una aportación de Irene González (ni idea de quién es, lo siento) en Vózpuli. Les hará frotarse los ojos y leer dos veces: "La derecha madrileña está asociada a servicios públicos esenciales y de calidad del estado del bienestar, la educación y la sanidad. La derecha construye hospitales públicos y la izquierda los ataca con ferocidad".

Contra la muerte digna

Fuera del fango electoral madrileño, les he reservado para el final dos aullidos diestros contra la Ley sobre la muerte digna que por fin se aprueba hoy en las Cortes españolas. Al editorialista de ABC se le nota el disgusto: "No deberían escucharse hoy aplausos en el Congreso, gesto habitual de la coalición que apoya a Pedro Sánchez, para celebrar la aprobación de una ley que atenta contra la misma dignidad que dice consagrar y que merece la pena recurrir y combatir con una didáctica desideologizada, racional y serena, a la altura del bien supremo que hay que proteger".

En el mismo sentido, pero si cabe, con más ahínco se explaya en El Mundo un cátedro llamado Isidro Catela: "La eutanasia es siempre un crimen contra la vida humana, un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia, pero no deja de ser significativo que, en un momento en el que ha de brillar la ética del cuidado (también para cuidar a los que cuidan), el Gobierno se convierta en adalid de la cultura de la muerte y meta en el charco a los médicos y demás personal sanitario". A estas alturas...