Juan Luis Arsuaga disfruta de la vida, de la historia y la paleontología. Podría vivir dentro de un museo y precisamente ha sido en el Museo del Prado donde ha encontrado inspiración para su nuevo libro, ‘Nuestro cuerpo’. En sus múltiples paseos ha ido analizando al milímetro las esculturas clásicas que forman parte de la colección de la pinacoteca madrileña. Escudriñando todos y cada uno de los huesos y músculos tallados de forma hiperrealista en cada una de las épocas de la historia del arte. Y se ha dado cuenta de lo poco que ha cambiado nuestro cuerpo desde entonces y de lo poco que lo conocemos. 

¿Qué importancia le damos al cuerpo hoy en día?

-Pues poca…

Pero se habla de un sobreculto al cuerpo en detrimento de la mente…

-Sí. Hay interés por el cuerpo, pero ¡un desconocimiento supino! Entre otras cosas porque ¡no me hacen caso! Me encantaría participar en un programa educativo, con pedagogos, para que los niños aprendiesen a conocer su cuerpo jugando desde pequeños. Creo que la especie humana mejoraría mucho si desde niños nos explicaran con naturalidad y sencillez lo primero que hay que explicar: de qué estamos hechos, cómo es nuestro cuerpo. Eso va a ser luego útil si hacen deporte, si hacen yoga o pilates, si tienen una enfermedad, cuando envejezcan, siempre… toda su vida. El principal regalo que tenemos que dar a nuestros hijos es conocer su cuerpo. Y luego ya que conozcan a los grandes pensadores, pero empecemos por el cuerpo.

Ponerse delante del espejo, como dice en su último libro, ‘Nuestro cuerpo’, e intentar poner nombre a todos los huesos y músculos del cuerpo.

-Sí, porque me he dado cuenta de que lo que yo explico en clase con un cadáver o con una foto, los alumnos se lo aprenden sí, pero en la anatomía del sujeto de la foto o del cadáver, pero lo que yo quiero es que comprendan su propia anatomía.

Nos anima a mirarnos al espejo, sí, pero algunos tenemos más músculos o menos que otros… [sonrisa].

-Bueno, casi nadie puede marcar los abdominales, o sea que eso no es ningún problema (risas), pero nos podemos ir al Museo del Prado, que es estupendo, y además ha tenido como director a Miguel Zugaza, el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, que es maravilloso. De hecho, si luego tengo algo de tiempo iré a ver este lugar porque me encanta.

¿Qué significa el cuerpo para usted?

-El cuerpo es lo único que tenemos, aunque es él el que nos tiene a nosotros. Siguiendo lo que decía Descartes, que es uno de los protagonistas de mi libro, el yo, la mente, tiene un cuerpo, lo que pasa es que ahora hemos descubierto que el cuerpo también tiene una mente. Entonces hemos descubierto lo que ya descubrieron los griegos en el siglo V a. C., que el que manda es el cuerpo y que tenemos que prestar al cuerpo la atención que se merece.

El cuerpo ha sido protagonista indiscutible a lo largo de la historia del arte.

-Sí, claro, porque la historia del arte es la historia de la representación del cuerpo humano. Desde los griegos hasta Caravaggio, vemos representado el cuerpo humano todo el tiempo.

¿Y qué representación hay de las mujeres vistas a través de la mirada masculina del pintor, del escultor…? ¿Por qué esa sexualización de su cuerpo desde la antigüedad?

-Claro, porque tienen sexo. Desde la antigüedad clásica la presentan con todos sus atributos y características, las sexuales y las no sexuales. No obstante, los griegos, que no tenían tabúes, tenían un poco de pudor hacia las mujeres, que ciertamente, con los hombres no. De hecho, la primera escultura de una mujer en desnudo integral fue Afrodita de Milo, más conocida como la Venus de Milo, que fue realizada en el siglo IV a. C., un siglo después del primer desnudo masculino. 

¿Y a qué se debe esta demora de los griegos en abordar el cuerpo femenino?

-Tardaron un poco más porque los griegos eran muy machistas para la vida familiar y doméstica. En la mitología, las diosas y los dioses estaban en pie de igualdad, pero en la vida práctica, las mujeres no tenían un papel muy relevante. Por ejemplo, no votaban y tampoco podían entrar en la Asamblea.

Tenemos como ejemplo de la belleza masculina, el Diadúmeno, de Policleto. Desde esta escultura podemos ir viendo cómo ha ido evolucionando nuestro cuerpo y cómo lo hemos tratado de moldear a las modas de cada época.

-Sí. Es una escultura maravillosa. El cuerpo ha ido cambiando dentro de unos márgenes y las normas artísticas también van cambiando, incluso en nuestro siglo, el XXI. En el Barroco se buscaban cuerpos más voluptuosos, pero en los griegos y en el Renacimiento no. Tenemos la Venus de Botticelli, por ejemplo, que tenía un aspecto muy moderno.

Antes no existía Photoshop, pero tampoco se representarían los cuerpos como eran en realidad, ¿no?

-Sí, bueno… En realidad los griegos lo que estaban representando en realidad era al dios Apolo, pero como eran tan humanos en el fondo, el ideal griego de belleza masculina y femenina más o menos se corresponde con el de cualquier chico o chica joven de ahora. Cualquier chico del equipo de fútbol del Amorebieta o cualquier remero de Zierbena, por ejemplo, podría cumplir su canon. No eran de mucha tableta, no eran muy exagerados…

¿Quiénes eran los más exagerados?

-Bueno, luego llega el helenismo, que sin duda, fueron los más exagerados, pero los griegos del Partenón son más contenidos.