De Polonia al compromiso antifascista con Euskadi
Los sanitarios Estera Zibelberg ‘Estoucha’ y Abram Gostynski fueron dos del alrededor de cien internacionalistas que se sumaron a la lucha vasca durante los primeros compases de la guerra de 1936
Más de un centenar de comprometidos internacionalistas luchó desde el primer compás de guerra en tierras vascas a favor de la democracia puesta en jaque tras el golpe de Estado protagonizado por generales españoles en julio de 1936. Hasta la fecha, los investigadores han acreditado la presencia de una mujer. “Solo hay una documentada, Estera Zibelberg, Estoucha, pero todo hace prever que hubo más y estamos intentando localizarlas”, justiprecia a DEIA el periodista donostiarra Aitor Azurki, quien ha batallado junto con el historiador hondarribiarra Aitzol Arroyo la publicación de un necesario libro sobre estas personas llegadas de la otra ribera del río Bidasoa y que la Diputación Foral del Gipuzkoa materializará con tinta sobre papel en 2026.
La enfermera Estoucha –algo así como Estercita en castellano- arribó al denominado Puente Internacional que une Hendaia e Irun junto a un joven. Ambos polacos. Ambos judíos. Ambos antifascistas. Ambos sabían castellano. Diferentes voces no han podido ratificar hasta la fecha que fueran pareja sentimental. Sobre ella y su tan rico como ejemplar bagaje memorialista, Azurki trabaja arduamente en un documental que ultima con la productora gasteiztarra Área Audiovisual. Al mismo tiempo, en estos días, se afanan en traducir el libro que su hijo, Georges Waysand, escribió sobre ella basado en extractos de las memorias de la antifascista. La editorial Alberdania hará posible el sueño que pudiera ser también una realidad en euskara. Residente en París, el descendiente de la internacionalista ha visitado agradecido Euskadi en los últimos tiempos. Con todo, en próximas fechas la ciudadanía irá descubriendo todos los detalles de una figura histórica más de las desconocidas de la guerra de 1936.
Si bien sobre Estoucha, quien acabaría siendo superviviente del campo de concentración de Mauthaussen, se ha escrito en más ocasiones, sí hay, entre otros, un dato inédito en las hemerotecas. La polaca natural de Kalisz estuvo presente en la villa de Durango tras la suelta de algunas bombas por parte de un piloto español que mató a milicianos en el frontón de la villa el 25 de septiembre de 1936. Ese ataque aéreo es anterior al planificado por tres potencias europeas del 31 de marzo de 1937 y ejecutado por la aviación fascista italiana. La judía dio testimonio de que presenció el fusilamiento que el bando republicano hizo como vendetta en el cementerio del municipio contra derechistas que había sacado del calabozo.
De quien casi no se conocía dato alguno –salvo su presencia en un recomendable libro del escritor Miguel Usabiaga titulado Flores de la República– es de su camarada, Abram Gostynski. Aitzol Arroyo ilustra que el polaco fue estudiante de medicina en Bruselas –donde conoció a Estoucha– y que se afilió al partido comunista en 1935. “He venido a España, porque he comprendido que no es suficiente con ayudar al pueblo español recogiendo fondos, haciendo la propaganda, porque hace falta venir para vivir la guerra”. Este es un párrafo escrito en una carta que el combatiente remitió a la gallartarra Dolores Ibarruri Pasionaria en junio de 1940, cuando el franquismo ya cumplía un año de desgobierno en el Estado.
Gostynski pisó Irun el 8 de agosto de 1936 y automáticamente fue movilizado al frente, junto con Estoucha (ambos como ayudantes de sanidad) y ocho milicianos belgas, provistos de una ametralladora –muy popular en adelante–, que traían desmontada en una maleta. A mediados de aquel mes estival, fueron destinados a las cercanías de Andoain, lugar en que el periódico republicano Frente Popular se hizo eco de la arribada de internacionalistas y les dedicó una noticia que se publicó el día 16. Un día antes, casualmente, “sabemos, de su puño y letra, que fue herido en Ventas de Astigarraga. Con la caída del frente en Gipuzkoa y la creación del Ejército Vasco, Gostynski pasó al batallón comunista Perezagua, con el que estuvo en los frentes de Otxandio y Ubide, junto a los camaradas Juan Texeira y Manuel Eguidazu. En ese momento, se alistó al Partido Comunista vasco hasta finales de 1938”, apostilla Arroyo. También fue testigo de la Ofensiva de Villarreal a finales de 1936, donde “el Euzko Gudarostea sufrió una carnicería en batalla”, valora el investigador.
A inicios de 1937, el batallón comunista fue destinado a Asturias y participó en la toma del monte Pando. Con el inicio de la ofensiva golpista en Bizkaia, de nuevo fue movilizado al frente vasco y combatió tres meses en los frentes de Baratzar, Santo Domingo y Artxanda, siendo en este último herido por segunda vez. De allí, fue trasladado al Hospital de sangre de Santander en el que trabajó hasta los últimos días de la ocupación de la ciudad, donde con permiso del partido, salió en barco rumbo a París. Llegó a la capital gala el 25 de agosto de 1937 y “trabajó desde el primer día activamente en el Comité de Ayuda al Pueblo Español, situado en Cite Paradis”, agrega Arroyo.
El 15 de noviembre de 1937 fue arrestado por las autoridades francesas bajo el delito de presencia ilegal, siendo condenado a tres meses de cárcel. En mayo del siguiente año fue nuevamente detenido, estando esta vez cuatro meses bajo arresto. Al recuperar la libertad en septiembre, el Comité de Ayuda le recomendó huir del país y le ofreció la posibilidad de dirigirse a Suiza, donde se alojó en Lausana. Allí terminó sus estudios de medicina y se quedó hasta el 25 de septiembre de 1939. Ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial. Viajó a Polonia de forma clandestina a visitar a sus padres. Posteriormente, se trasladó a Leópolis, en Ucrania, “al país de los obreros y campesinos”.
Arroyo concluye asegurando que se perdió su pista a partir de que el antifascista llegó a suelo soviético. “Conocemos toda su información y el nombre de combate que usó en la Guerra de 1936, Pierre Martel, ya que en 1940 escribió desde Leópolis dos cartas a Dolores Ibarruri, Pasionaria, en las que da cuenta de su periplo bélico y busca apoyo dentro de su partido, ya que según Gostynski, el partido le reconoció el estatus de emigrado político –derecho a obtener un pasaporte– y no tenía cómo demostrarlo”.
Azurki, por su parte, también tiene palabras de colofón para Estoucha, Abram y resto de internacionalistas que quisieron detener el avance faccioso español. “Ellos son dos ejemplos muy significativos, pero fueron más personas las llegadas. Todas ellas forman parte de esa iniciativa que tiene como objeto recuperar su historia y de valorizar ese sacrificio que hicieron viniendo a Euskadi. Es sumamente importante traerlos ahora hasta nuestros días”.