"Solo Dios sabe el sacrificio que hago enviando estos batallones nacionalistas a Asturias, pero los mando para que vean hasta donde llego”, declaraba el lehendakari José Antonio Aguirre a Casiano Guerrica-Echeverría, amigo personal desde antes de la guerra y uno de sus más cercanos colaboradores militares. El lehendakari de aquel primer Gobierno Vasco cerraba así una difícil y delicada negociación en la que tuvo que hacer uso de la dialéctica, la diplomacia y la persuasión, con el Estado Mayor del Ejército Norte, pero también con su gobierno, su partido y sus propios gudaris.

El lehendakari se enfrentó a la disparidad de posiciones en una y otra dirección. Eran muchas las suspicacias de unos y también las reticencias de otros. Por una parte, estaba el Estado Mayor con Francisco Llano de la Encomienda al frente, el cual estaba influenciado en gran medida por su segundo al mando, Francisco Ciutat de Miguel, hombre de gran ambición que, en ocasiones, antepuso las intrigas políticas a su deber como militar. Ambos, De la Encomienda y Ciutat de Miguel, se mostraron inflexibles al exigir un compromiso expedicionario al Gobierno de Euskadi, pese a que implicaba unos recursos organizativos, humanos y materiales de los cuales a duras penas se podía prescindir sin poner en peligro la propia supervivencia. Este compromiso contemplaba el añadido que debían incluirse sine qua non fuerzas nacionalistas vascas en una de las brigadas en proyecto.

Por otra parte, había sectores en su gobierno y también dentro del PNV que se mostraban contrarios a esta maniobra del Estado Mayor. Fue el propio Jesús María de Leizaola quien se encargó de defender esta postura contraria a la expedición en el seno del Gobierno Vasco. Al no llegar a ningún consenso y para evitar una crisis política, el lehendakari propuso como solución preguntar a sus batallones, tratando así de encontrar entre ellos a aquellos que se prestasen voluntarios para esta misión.

Los batallones nacionalistas vascos los integraban, mayoritariamente, gudaris alistados para defender Euskadi y reacios a combatir fuera de sus límites. En esta ocasión su reticencia era aún mayor. Muchos de ellos aún tenían presente el sacrificio realizado en la fallida ofensiva de Villarreal, en la que combatieron para aliviar la presión del Frente Central por iniciativa del propio Ciutat de Miguel, el mismo que ahora tenía intención de embarcarlos en una nueva e incierta ofensiva por Oviedo.

El ‘No’ de algunos batallones

El 23 de enero de 1937, el Estado Mayor, ordenó de forma oficial la organización de 2 brigadas vascas para Asturias. En la orden ya se adelantaban algunos batallones del Frente Popular que podrían formar parte de ellas. En cuanto a los batallones nacionalistas vascos, fueron varios los que se negaron rotundamente a trascender el combate más allá de Euskadi, aceptando las medidas disciplinarias que pudieran derivarse de esta decisión, aun cuando fueran las de ir destinados a los frentes más activos y peligrosos del territorio vasco. Así, aunque el 27 de enero de 1937 se barajaban los batallones Itxasalde e Itxarkundia e incluso el propio Cándido Saseta tanteó al Loiola y el Saseta de ametralladoras, estos se quedaron combatiendo en Euskadi y no integraron la fuerza expedicionaria vasca.

Eduardo Vallejo Juarrero, jefe de la División Expedicionaria Vasca, en una fotografía de cadete.

Eduardo Vallejo Juarrero, jefe de la División Expedicionaria Vasca, en una fotografía de cadete. Cedida

Hubo otros que, quizá debido a que Cándido Saseta había sido elegido jefe de la 2ª Brigada Expedicionaria que iban a integrar esos batallones, se ofrecieron de forma voluntaria. Uno de ellos fue el Euzko Indarra-ANV 2, viejos conocidos de Cándido por haber combatido bajo su mando en los combates de Andatzarrate en la defensa de Gipuzkoa al inicio de la guerra. Otro, el Amayur, que contaba entre la oficialidad con antiguos integrantes de las Milicias Vascas de Azpeitia -también lideradas por Cándido Saseta- entre ellos Rufino Rezola Arratibel, hermano del secretario de Defensa Joseba Rezola, y el capitán José Gorroñogoitia Sein.

Cuando el batallón Saseta manifestó su negativa a abandonar los frentes de Euskadi, la 1ª Compañía Amaya del Ariztimuño ocupó su puesto, probablemente alentada por el hecho de que su comandante, Eduardo Vallejo Juarrero, que acababa de ser ascendido, fuera elegido jefe de la expedición.

La División Expedicionaria Vasca quedó organizada con dos brigadas. La primera al mando del teniente de Guardias de Asalto Benito Rehola Hermosilla con los batallones Perezagua, Rusia-Meabe 6 e Isaac Puente-CNT 3. La segunda, bajo el mando del comandante Cándido Saseta Etxeberria con los batallones Euzko Indarra-ANV2, Amayur e Indalecio Prieto-UGT 2.

Infantería, Artillería...

A la Infantería le acompañarían fuerzas de apoyo y auxiliares con su propio equipo, munición y todos los pertrechos necesarios para operar de forma autónoma: la 1ª compañía de ametralladoras del Ariztimuño, una compañía de enlaces y transmisiones, dos secciones de morteros, las baterías 10ª y 13ª del Regimiento de Artillería Ligera y una pieza de la 4ª y 9ª baterías respectivamente del Regimiento de Artillería Pesada de Euskadi, así como diez carros de asalto modelo BA-6 y 10 modelo FA-I.

La expedición también contaba con su propio grupo sanitario en el que había médicos, personal auxiliar y también de evacuación. Todo un equipo dispuesto y coordinado con los sanitarios de los batallones para recibir a los evacuados de primera línea. La dotación contaba también con una flota de 14 ambulancias, capitones habilitadas para albergar 12 camillas cada una, con su propio equipo de conductores y mecánicos de mantenimiento. Por último, se incluía una farmacia y un gabinete odontológico de carácter ambulante para desplazarse a donde fuesen requeridos y también un tren ambulancia acondicionado para evacuar los heridos a Euskadi con las instrucciones de priorizar el embarque de aquellos cuya vida no corriese peligro o su recuperación no pudiera darse en un corto periodo de tiempo. La razón para esto era evitar colapsar los servicios sanitarios de urgencia, centrados en atender los casos más graves en los que el traslado a Euskadi podría poner en riesgo sus vidas.

Francisco Ciutat de Miguel (centro), jefe de Operaciones del Ejército del Norte departiendo en Asturias con Sabin de Apraiz (izquierda), capitán de Estado Mayor y Rufino Rezola (derecha), comandante del ‘Amayur’.

Francisco Ciutat de Miguel (centro), jefe de Operaciones del Ejército del Norte departiendo en Asturias con Sabin de Apraiz (izquierda), capitán de Estado Mayor y Rufino Rezola (derecha), comandante del ‘Amayur’. Cedida

El lehendakari cumplió así con lo exigido enviando una fuerza operativa óptima compuesta, en su mayor parte, por batallones de choque experimentados y veteranos en el combate de primera línea en frentes de gran actividad. También era una fuerza autónoma, pues contaba con su propio equipo, munición, pertrechos y servicios. Trasladar esta fuerza a Asturias supuso también un reto organizativo muy importante.

El trasladó exigió la realización, en tiempo récord, de un exhaustivo plan ferroviario de circulación, el cual fue elaborado por la Sección de Transportes Ferroviarios del Departamento de Obras Públicas del Gobierno Provisional de Euskadi.

El traslado se realizó así: Tren número 1: El batallón Perezagua, retirado del sector de Elorrio el 10 de febrero, hizo noche en Bilbao y salió a las 18.00 horas del día 11, con 555 hombres, llegando a su destino asturiano a las 06.00 horas del 12. Tren número 2: El batallón Rusia, relevado de sus posiciones del Gorbea, embarcó con sus 635 hombres en Basurto a las 23.40 horas del 11 de febrero. Llegaron a Noreña a las 19,33 horas del día 12.

Tren número 3: El 12 de febrero a las 03.45 horas partió con la Sección de Morteros, la de Enlaces y Transmisiones y la 1ª Compañía de ametralladoras del Ariztimuño, llegando a las 01.55 horas del día 13. Tren número 4: El batallón Eusko Indarra, desplegado en Otxandiano, se trasladó a la estación de Amorebieta y desde allí a Basurto donde realizaron el embarque. Los 640 hombres partieron de Bilbao a las 15.50 horas del día 12. Tras realizar un transbordo en la estación de Traslaviña debido a una avería, llegaron a Noreña a las 10.00 horas del 13 con 5 horas de retraso.

Tren número 5: El batallón Amayur, relevado de sus posiciones en el alto de Cruceta en Aramaiona por el Rebelión de la Sal, llegó a la estación de Basurto a las 23.00 horas con una hora de retraso. Partió con 654 hombres a las 23.45 horas, apeándose en Noreña a las 19.00 horas del 13 de febrero. En el tren número 6 embarcaron a la hora estipulada las unidades del Regimiento de Artillería de Durango tanto Ligera como Pesada, llegando a su destino en Asturias a las 02.18h del 14 de febrero con un ligero retraso al cubrir el tramo entre Santander y Asturias. Tren número 7: El batallón Isaac Puente-CNT 3, con 591 hombres, siendo relevado de Ubidea por el Durruti-CNT 5, salió de la estación de Basurto para llegar a su destino a las 06.23 horas del 14 de febrero con un leve retraso ocasionado en el trayecto de Bilbao a Santander.

Aniceto Alonso Rouco ‘Toralpy’, comandante del batallón ‘Indalecio Prieto-UGT 2’. Cedida

Tren número 8: El Indalecio Prieto-UGT 2, relevado de Baranbio el 12 de febrero y tras un breve descanso en Bilbao, salió con 654 hombres desde la estación de Basurto a las 23.40 horas del 13 de febrero en lugar de las 22.00 horas al retrasarse la tropa en llegar al embarque. Durante el viaje, en un paso a nivel entre las estaciones de Nava y Lieres, el convoy chocó contra un camión, descarrilando la locomotora. Tras el percance llegaron a Noreña a las 22.40 horas del día 14, cuatro horas más tarde de la hora programada.

Trenes número 9 y 10: A las 19.10 horas y 19.55 horas del 14 de febrero salieron los dos trenes de mercancías con la intendencia, los equipos, materiales de campaña y la reserva de municiones llegando a su destino sin novedad. Salvo el incidente del tren número 8 y los retrasos esperados en salidas, cruces, controles y descargas, el traslado de los hombres y los equipos que conformaban la expedición vasca se llevó a cabo con éxito y en el plazo acordado.

Ya en Asturias, el cuartel general quedó instalado en las Escuelas de Riera en Trubia. Las unidades de apoyo a la infantería, enlaces y transmisiones también quedaron en esa localidad a la espera de ser distribuidas. La artillería pesada Armstrong Vickers de 127 mm. permaneció en San Esteban.

La 1ª Brigada estableció su puesto de mando en Las Caldas. Sus batallones en espera de órdenes se instalaron así: Perezagua e Isaac Puente-CNT 3 en Las Caldas y el Rusia en La Mortera, Feleches y Planareda.

La 2ª Brigada instaló su puesto de mando en Báscones. Sus batallones quedaron también a la expectativa de iniciarse las operaciones. La 1ª compañía del Eusko Indarra se instaló en Llera y el resto del batallón en Trubia. El Amayur lo hizo en Fuejo y el Prieto-UGT 2 en Pintoria. En Báscones también se instaló una batería de artillería ligera de 75 mm.

Durante las horas siguientes se sucedieron las reuniones de oficiales con el Estado Mayor con el objeto de estudiar la operación y reconocer el terreno. Era el momento de recibir las últimas instrucciones mientras la tropa trataba de descansar.

Las 5 divisiones, 60 batallones, 170 piezas de artillería, 20 cañones anticarro y DCA, y unos 40.000 hombres, constituían la mayor fuerza organizada durante la guerra hasta ese momento y estaba a punto de ser lanzada contra las castigadas fuerzas del general Aranda, que atrincheradas, observaban con resignación el movimiento frenético de tropas y pertrechos del enemigo sobre el terreno. El ataque parecía inminente, los dados ya habían sido lanzados...

El autor: Gorka Ortega Ortiz

Nacido en Cruces, Barakaldo en agosto de 1978.

Residencia en el Valle de Mena (Burgos).

Técnico administrativo, asesor en el sector privado, asociaciones sin ánimo de lucro y marcas de calidad desde 2000 hasta 2019. Investigador freelance desde 2015 sobre unidades y operaciones militares en Euskadi en el marco de la Guerra Civil.