La trilogía pone fin. Eduardo Renobales acaba de poner en circulación su tercer libro sobre los batallones de Acción Nacionalista Vasca (ANV) durante la guerra militar de 1936 surgida tras una sublevación de generales españoles contrarios a la democracia, contrarios a la Segunda República. El tomo llega a las librerías tras el éxito de sus antecesores sobre las unidades Olabarri y Eusko Indarra, este último con una segunda edición ya casi agotada. Ahora es el momento del ensayo titulado Historia del Batallón de Zapadores Nro. 8 Askatasuna. Los nombres de la Libertad.
Entre las páginas documentadas por el autor de Santurtzi licenciado en Historia –el que más ha estudiado los batallones de ANV, partido fundado el 30 de noviembre de 1930, ilegalizado el 16 de septiembre de 2008 y disuelto – sobresalen figuras a no olvidar en el presente y próximas generaciones como son el comandante Santiago Zubiaga, de Barakaldo, y Pedro Barrondo, de Santurtzi, quien fue creador del hoy denominado Club Deportivo de Remo Kaiku, de Sestao, y los franquistas acabarían con su vida fusilándolo.
Antes de ser fusilado escribió a su familia: “Que no os avergüence mi muerte, al contrario, recordadme como un mártir por Dios y por Euskadi”
Pero, ¿por qué ese reconocimiento a estos dos ekintzales, como se llamaba a los miembros de las tres siglas independentistas? Renobales responde a DEIA: “Tanto Zubiaga como Barrondo representan claramente el espíritu ideológico que anima a la militancia de Acción Nacionalista Vasca. Son jóvenes, entusiastas seguidores de un ideal de abertzalismo democrático y republicano, partidarios de una acción política y social que permita una sociedad más equilibrada y justa, con menor desigualdad”, enfatiza y anuncia que el libro estará a la venta en la feria alternativa a la Durangoko Azoka en Durango, en un local de la calle Kalebarria.
Conocidos y respetados en sus pueblos, el autor estima que ambos se ven abocados a una guerra despiadada que ellos no han buscado en ningún momento, que no quieren ni están preparados para hacerle frente. Su entrega social y militante es recompensada con dos penas de muerte dictadas por la justicia franquista que no se avala ni con su importancia política personal ni con acción social punible alguna, ajenas a cualquier acto de violencia previo. “Dos sentencias que desgraciadamente en el caso de Pedro Barrondo se ejecuta sin ninguna piedad”, amplifica.
Así, el libro deja por sentado que el trabajo de los zapadores del batallón Askatasuna –escrito con z, como Azkatasuna, en algunos de sus emblemas y con significado de Libertad– es a juicio de Renobales “intenso, inacabable, forzado, sin un minuto de descanso o relax. Atentos al pico y la pala y, a la vez, sin perder de vista el cielo de donde les llueven regalos en forma de muerte del enemigo. Sin desmayo cavan trincheras, levantan parapetos, tienden alambradas, construyen refugios para que los gudaris tengan al menos un incierto cobijo y protección frente a la presión de un enemigo profesional y perfectamente pertrechado”.
Así, Santiago Zubiaga Palacios nació en 1904 en Barakaldo y falleció en Areeta en los años ochenta del pasado siglo. Fue miembro destacado de la afiliación de Acción Vasca en la localidad fabril y vocal delegado en el Comité Local de la Eusko Etxea de Burtzeña.
Antes de ser fusilado escribió a su familia: “Que no os avergüence mi muerte, al contrario, recordadme como un mártir por Dios y por Euskadi”
Delineante de profesión en el astillero Euskalduna, Zubiaga fue delegado de la Juventud Vasca de Barakaldo en la Asamblea de Bilbao celebrada en junio de 1936. Tras ella, “en un principio quedó apartado de ANV como parte de la afiliación del municipio, pero él en todo momento se sintió integrante del sector más progresista de Acción en el momento de la ruptura del partido ekintzale en el pueblo”, valora el investigador quien evoca que fue comisario de Orden Público en la Junta de Defensa fabril y cómo a primeros de abril estaba enrolado en la sección de zapadores del Batallón Gogorki, a la espera que el Comité Nacional de ANV organice la unidad Askatasuna, momento en el que rápidamente se trasladó a su organigrama como capitán de la sección de Cartografía. En este batallón permaneció durante el resto de la guerra hasta la rendición de Santoña con el grado de comandante.
Otra figura a recordar es la de Pedro Barrondo Garai, nacido en “Santurtzi Antiguo en 1901”, precisa. Vivió desde niño en el histórico barrio Simondrogas de Sestao y trabajó en Erandio donde formó parte de la Junta de Defensa Local como afiliado de ANV.
En 1923, junto a un grupo de amigos, fundó la Sociedad Deportiva Kaiku, de la que es además su primer presidente. Se pone el nombre de Kaiku, en homenaje a la juventud que estaba sin trabajo debido a las huelgas y la inestabilidad laboral de aquella época, según consta en el acta fundacional. Fue fusilado por los franquistas en la cárcel de Larrinaga el 16 de diciembre de 1937. “Antes de su fallecimiento escribió una carta de despedida a su familia. En ella afirma: ‘Que no os avergüence mi muerte, al contrario, recordadme como un mártir por Dios y Euskadi. Con abrazos y besos póstumos”, aporta Renobales.
En agosto de 1969, con motivo de las fiestas de Simondrogas, “se editó un sorprendente folleto recordatorio de su persona y vida omitiendo, eso sí, cualquier contenido político. En él se podía leer: “Simondrogas siempre fue muy popular desde un día cualquiera de los años 20 en que un hombre joven, culto y honrado, pletórico de salud, rebosante de entusiasmo por las cosas de su patria chica, en su afán de orientar a la juventud del barrio hacia rumbos de vida sana y fuerte en las horas de esparcimiento, tuvo la feliz idea de reunirla estrechamente bajo los auspicios, de una sociedad deportiva a quien puso el nombre de Kaiku, y desde aquel momento histórico, Simondrogas y Kaiku quedaron fundidos en cuerpo y alma. Aquel hombre se llamó Pedro de Barrondo y Garay (q.e.p.d.), quien, hasta el momento de su muerte, en plena juventud, dedicó sus más bellos pensamientos hacia los amores de su vida: la familia, el Kaiku y Simondrogas. Cuantos junto a él convivimos juntamente con los vecinos de Simondrogas de antes y ahora, honramos su memoria dedicándole este lugar de honor en las fiestas de 1969, como sencillo recuerdo de admiración y gratitud”. A juicio del autor del nuevo libro estas fueron “palabras de emoción firmadas por R. Lasala, para unas fiestas que se desarrollaron los días 23 y 24 de agosto de 1969”.
El autor valora que, aunque el franquismo no justificaba sus decisiones, al menos de forma coherente y democrática, su muerte pudo ser resultado de tres factores que le inculpaban siguiendo los parámetros que manejaban aleatoriamente los acusadores. Según recogen sus páginas, su cargo de comisario político ya de por sí merecedor de la última pena por más que lo desempeñara apenas durante dos meses. Un escrito denuncia de 1924 aparecido en el periódico Aberri en el que Barrondo condenaba las acciones del Ejército español en el Protectorado marroquí, generando la pérdida de vidas entre los jóvenes vascos, a la vez que mostraba comprensión por el sentimiento nacionalista de los rifeños, opinión que le valió una condena por injurias a la patria y un incidente ocurrido en Erandio en una reunión de la Junta de Defensa al disparársele de forma fortuita una pistola, hiriendo a un compañero de Acción Vasca, el alcalde Valentín Fano Udondo. Por más que todos los testigos y el propio afectado declararon que fue un accidente, el suceso siguió persiguiendo a Barrondo ya que la Justicia –en este caso la republicana, ya que el incidente se desarrolló en el invierno de 1936– mantenía la petición de penas de cárcel, multas y embargo de bienes contra él. “Fue un caso un tanto insólito que la justicia franquista se interesara por un hecho ocurrido durante la República entre elementos rojo-separatistas y que no afectó a ningún elemento derechista”, concluye. l