Un periodista vasco sorprendió no hace mucho tiempo con el siguiente enunciado: “De la Guerra Civil en Euskadi está todo escrito”, comunicó el cronista ducho en la materia. Sin embargo, cualquier otro investigador hubiera valorado que lo publicado hasta la fecha es únicamente la punta de la punta del iceberg. Un ejemplo claro es la existencia de tres grabados sobre piedra realizados en el entorno de la ermita San Martín Papa en el barrio rural de Gaztelua en Abadiño. Son poco o nada conocidos, incluso, entre la ciudadanía de la anteiglesia del sureste de Bizkaia. ¿Quién los esculpió? Se desconoce. ¿Con qué objetivo los materializó? No se sabe. ¿De qué bando era? ¿Puede haber más? La batería de preguntas sin respuesta concatena unas cuestiones con otras según se trata de profundizar en una puesta en común y chocando con la falta de personas vivas de la época que aporten testimonios al objeto, con lo no escrito o no hallado hasta la fecha.

De forma objetiva los tres grabados –también llamados grafitis por los especialistas en la materia, a pesar de no tener relación con los pictóricos actuales– muestran conexión con la presencia de aviones durante la Guerra Civil sobrevolando Abadiño. Los tres están a la vista y son visitables en una ruta natural habitual de runners, ciclistas o caminantes. Dos de ellos se pisan en la misma entrada la portada de la ermita católica ubicada en la loma de Anbotobitxi, cuya construcción actual data de 1850, remozada en 1982. La primigenia podría ser del siglo IX. El piso está realizado en terrazo, que anteriormente era de baldosas de tierra cocida; y de losas de piedra en el prebisterio. Las de la entrada se redescubrieron en 2005 al desterrar el hormigón que tapaba el bonito entramado de losas. Uno de los miembros de la corporación que lo materializó fue Mikel Garaizabal, vecino de Gaztelua y concejal del PNV en aquella época. Este apasionado de la historia y memoria vasca echa la vista atrás y estima que “nuestros mayores del barrio no nos han hablado de estos grabados nunca. Fue cuando se picó el hormigón cuando reaparecieron y a día de hoy se están perdiendo, borrando”, lamenta y va más allá: “Debiéramos preservarlos de algún modo, y que la gente venga a verlos, porque debemos impulsar la memoria, como el resto de nuestro patrimonio. Debemos recordar qué pasó, transmitir los valores de aquellas personas que defendieron al pueblo vasco, su carácter, su identidad. Los fascistas nos quisieron quitar todo, pero aquí estamos. Seguimos. Valoremos lo que nuestros antecesores defendieron porque ya no están entre nosotros para explicarnos más. Y para colmo, sus hijos –nuestros padres– han vivido una posguerra en dictadura franquista”, reivindica.

Conjunto de cuatro elementos.

Conjunto de cuatro elementos. Iban Gorriti

El grabado más llamativo de los tres se ubica junto a la puerta de la ermita y muestra un avión, a su lado un círculo –posible representación de sol, bomba u otra cosa– y una bandera con tres franjas horizontales, es decir, pudiera ser la española rojigualda que Carlos III creó primeramente como naval o la española tricolor republicana. Se descarta a simple vista que sea una ikurriña. Bajo ella se lee ABA 1937, quizás ubicando el conjunto en Abadiño. Están integrados en una losa de 75 x 75 centímetros. En otra aneja, y de pleno acceso al templo, hay esculpida una imagen más liviana que lleva a interpretar que pudiera ser una ametralladora o cañón.

Avión grabado en el murete del pórtico de la ermita

Avión grabado en el murete del pórtico de la ermita Iban Gorriti

El tercer grafiti –palabra que viene de grafito, de inscripción en italiano– está tallado sobre la piedra de uno de los muretes del pórtico. Representa a un avión muy bien facturado. “Creemos que pudo hacerlos algún chaval del barrio, que aquí hubo canteros. Mi bisabuelo, por ejemplo, lo era. Fue alguien que lo hizo sorprendido por lo que estaba viviendo en ese momento histórico en el que todo era algo nuevo. O un soldado que quiso dejar constancia. Por aquí –narra a este periódico in situ– pasaron gudaris y milicianos. De hecho, mi abuela decía que había visto a asturianos con la bandera roja y la hoz y martillo que iban al frente de los Intxorta y que estaban asustadísimos”, sonríe Garaizabal, que ha sido alcalde de la anteiglesia durante la pasada legislatura. En alguna ocasión, alguien aseveró que había más grabados en la ermita, pero no se han encontrado en la actualidad. Otras fuentes consultadas analizan que el avión del primer grabado, el del piso de la ermita, cuenta con una posible “cola del diablo” en su parte trasera, quizás queriendo decir que traían el terror. Conocidos investigadores como Jimi Jiménez, Alberto Santana o el miembro de Euskal Prospekzio Taldea, Alberto Sampedro Ixile, niegan ese extremo. Es decir, sería una deformación natural de la piedra.

Cuestionado también por este periódico, el profesor universitario alavés Josu Santamarina, pone en valor estos grabados abadiñarras “como un posible ejemplo del impacto de los bombardeos en el imaginario social y popular en el País Vasco”, esgrime quien incluyó imágenes de estos grafitis en su tesis titulada Euzkadi’ko lur-ganian: Arqueología del paisaje de la Guerra Civil en el País Vasco (1936-1950).

El arqueólogo Jimi Jiménez interpreta que quizás fueron dos las personas que lo hicieron. Se desconoce si fue al mismo tiempo. El historiador Alberto Santana aporta un interesante análisis sobre esta cuestión. “Respecto a la talla de los cuatro elementos que aparecen en el sillar de arenisca también estoy de acuerdo en que puede distinguirse la autoría de al menos dos manos. El avión está labrado con regla, cincel y puntero, mientras que en la bandera y el texto del epígrafe no parece haberse utilizado ninguna herramienta de cantería y pudieron hacerse con un simple clavo de hierro o hasta a punta de bayoneta”, ilustra quien estima que no son marcas de cantería sino “grafitis, incisiones modernas”. Y el rostro del programa televisivo Una historia de vasconia va más allá en su valorización a este diario: “Este es uno de los grafitos más curiosos de la Guerra Civil aparecido en Bizkaia y tiene una importancia a resaltar”.

Y no son solo estos los misterios relacionados con la ermita que va a ver mejorar su tejado antes de la festividad del 4 de julio, con un presupuesto de 50.000 euros y que sufragarán a partes iguales Obispado de Bilbao y Ayuntamiento de Abadiño. Hay constancia, en relación con este templo, de la existencia de una necrópolis. De hecho, tanto el templo como el área que lo rodea está categorizado y protegido como Zona de presunción arqueológica. A finales del siglo XIX el epigrafista, arqueólogo e historiador alemán Emil Hübner en su obra Inscriptiones Hispaniae Christianae hace referencia a una lápida con inscripciones que había en esta ermita. También hay testimonios de unos sepulcros que se extraviaron hacía 1897, cuando por motivo de las Fiestas Eúsqueras fueron trasladados a Gipuzkoa y de la existencia de tres o cuatro estelas discoideas y una piedra con inscripciones que se usaban en un lavadero próximo a la ermita. A unos cien metros, en el campo llamado Leixarreta se hallaron, en la primera mitad del siglo XX, abundantes restos de enterramientos.

En el caserío vecino a la ermita había cuatro estelas discoideas y una piedra con inscripción latina que servía para lavar la ropa junto a un pozo próximo: Inuiciu neegom indeino, del siglo IX, que corresponde a una introducción habitual In dei no(mi) ne ego y nombre del finado, en este caso: Minuiciu. El epígrafe tiene de excepcionalidad que su lectura debe hacerse desde la línea inferior. Y el quid de la cosa no queda ahí. El investigador Agustín Azkarate en su libro sobre época altomedieval asegura que “como es frecuente en otros muchos lugares con yacimiento arqueológico, San Martín Papa de Gaztelua tiene también su leyenda de un tesoro que, según se nos dijo, debe de estar escondido en sus proximidades”. Su festividad es el 12 de noviembre, pero por el frío del invierno se trasladó al 4 de julio. Antiguamente había una rogativa desde la parroquia hasta la ermita el martes anterior a la Ascensión.