La Nochevieja en casa de la abuela Carmen era alegría desatada; no así los 31 de diciembre durante la Guerra Civil. Aquel edificio de Elorrio aún hoy habitado y fuera de ordenación era pasto de primos gozosos en una vivienda de alquiler. La mayoría de aquellos infantes no era consciente aún de que la generosa antecesora había estado presa en la cárcel. De hecho, a día de hoy aún habrá personas que recuerdan a aquella modista y que se asombren de ello, incluso, quizá, alguno de aquellos educados traviesos hoy más que adultos.Carmen y su marido Esteban habían afincado su residencia en 1942 en Elorrio. Ella, de forma circunstancial, había nacido en Miranda de Ebro. Él en Bilbao. Habitaron la puerta derecha de la segunda planta del inmueble donde se escuchaban las partidas y llegadas del ferrocarril. Como anarquistas que eran, vivían alejados del principio de propiedad privada. Aquella costurera que bordaba las croquetas fue la única de un grupo de 39 personas que fueron investigadas en Logroño por las revueltas revolucionarias de diciembre de 1933. En la cárcel, según contaba ella, conoció a su futuro esposo: Esteban Gorriti. El libro Aquí nunca pasó nada recoge los hechos acontecidos aquella noche del día 8 y madrugada del 9. El ensayo de Jesús Vicente Aguirre acredita que detuvo a 39 personas en Logroño. “Por tenencia de explosivos se condena a la pena de 23 años a Antonio Oñate –hermano de Carmen– y a José Santamaría, castigados también con diez años por el delito de atentar contra la forma de Gobierno”.

Durante las revueltas perdió la vida un policía. El tabloide La Rioja publicó su versión de los hechos: “Los procesados José Santa Marta y Antonio Oñate indemnizarán a la viuda y heredera del guardia de Asalto Manuel Lorenzo, en la suma de 10.000 pesetas y al también guardia Bartolomé Vilches en la de dos mil pesetas, y todos los procesados mancomunada y solidariamente indemnizarán las referidas cantidades, así como la de 600 al guardia Davalillo y otras 500 al cabo Edmundo Pérez”. La nieta de Carmen y Esteban, Marian Díaz Gorriti, cae en la cuenta de un curioso dato: “En la lista de detenidos hay mucho apellido vasco: Aranzubia, Gorriti, Larrañaga, Subero, Urrechu... ¿Qué hacían en Logroño ese día?”, se pregunta. Ocho de aquellos detenidos acabarían asesinados. Uno de ellos, el hermano de Carmen, Antonio, en la cárcel de El Dueso.

Imagen de Carmen Oñate.

Imagen de Carmen Oñate.

Marian Díaz Gorriti detalla que Carmen Oñate nació el 9 de junio de 1916 y falleció en agosto de 1997. Su segundo apellido era compuesto: a Pérez le seguía quizás “de Moraza”. De familia oriunda de Araba nace en la ciudad burgalesa de Miranda de Ebro, pues su padre era contratista y cada hijo de los muchos que tuvo el matrimonio, aunque solo sobrevivieron seis, llegaba al mundo en la localidad donde tuviera la contrata. Hija de Santiago Oñate y de Dolores Pérez “de Moraza”, la familia se traslada a Logroño, donde vivirá su juventud y conocerá a su marido y se mudan a Bilbao, donde nació el primero de sus cuatro hijos: Juantxu, Aurora, Inés y Enrique. Por motivos laborales, afincan su residencia en Elorrio.

Segunda República

Una década antes, tenía 15 años cuando se instauró la Segunda República. Según aporta Marian, el trabajo remunerado femenino alcanzaba niveles notables y muy significativos, pero, a pesar del nuevo contexto de avances igualitarios para las mujeres que supuso este periodo, los salarios eran muy inferiores a los de los hombres. En aquellos días, Carmen y su hermana Lola trabajaban en las fábricas de Logroño, “pero solo se quedaban donde el empleo estuviese bien remunerado. Aun así, a las mujeres pagaban muchísimo menos que a los hombres”. Dejaron el trabajo “seguido” en la fábrica Solano, donde debía envolver los caramelos de café con leche a destajo y pagando muy poco.

En la Conservas Trevijano e Hijo vivieron una mejor experiencia. El dueño también fue empresario de espectáculos con cargos estatales, propietario del teatro Bretón de los Herreros y presidente de la plaza de toros. “Desde casa veían la plaza de toros, pero no les gustaba”. La joven Carmen y su hermana eran muy activas culturalmente, miembros de la cla de Logroño. Se llamaba así al conjunto de personas que eran contratadas para aplaudir y ovacionar representaciones artísticas. “Estaban al día de todas las producciones y conocían a las figuras de la época, gracias a que las tournés llegaban a la ciudad muy pronto porque las compañías que estrenaban en Madrid, comenzaban la ruta del norte en Logroño. En 1930 se estrenó por la zona el cine sonoro, y quien después fuera su marido comenzó a proyectar películas en Logroño y más adelante en el Udala de Elorrio”.

Durante la República, trabajaron por el derecho al voto femenino, y “aunque yo creo que no tenían edad para votar, ella decía, siempre riendo, que votaron todas. Es decir que votaban”. En Logroño estuvieron de aprendizas con una costurera, lo que acabaría siendo su profesión en Elorrio, con “el atelier Carmen Oñate Modas de París. Ella se dedicaba a coser, y a enseñar a las aprendizas. Cosía día y noche y tenía varias chicas que le hacían las labores de la casa”, agrega y aporta un suceso. “La costurera que le enseñó tenía a su hijo escondido en casa para que no fuese reclutado. Como tosía, una vecina se chivó a los nacionales y lo mataron de un tiro en la frente delante de su madre”.

Carmen y Lola trabajaron como costureras cosiendo alas de tela para los aviones. “El encargado les dijo que él estaba muy contento con ellas pero que le habían ordenado despedirlas porque se habían enterado de que eran comunistas. Ellas le dijeron que no se preocupase, que encontrarían otra cosa pero que, en cualquier caso, ellas eran anarquistas, no comunistas”. Logroño vivió una quema de conventos. “El padre de Carmen, también anarquista, fue detenido por los tumultos que tuvieron como chispa un encontronazo entre falangistas y los obreros. Lo relacionaron con el Frente Popular y los nacionales fueron a buscarle a casa. Ordenaron a Carmen que abriese la puerta y ella se negó, aduciendo que su padre había estado con ellas, que no había hecho nada, que de qué le acusaban”, relata Marian y agrega que entonces le dieron una patada primero a ella y luego otra a la puerta. “Ya mayor, solía decir, me duele La patada del 36, o me duele la patada de los nacionales”.

Estallido de la Guerra

Estando detenido, pasó uno de la policía secreta que le conocía y le pregunto “Oñate, ¿qué haces aquí?”. “Pues no sé, me han ido a buscar a casa y me han traído aquí. “Este para su casa”, dijo el agente. “Si este es un hombre buenísimo”. Así se libró. Oñate volvió a casa y Carmen estuvo presa tres meses por aquel incidente. Sorprende un testimonio de Carmen. “Según la abuela, las iglesias y conventos las quemaban las beatas para acusar a los contrarios. Las beatas tenían mucho peligro, era la Iglesia quien hablaba por su boca”, valora. Y estalló la guerra. Su marido, Esteban Gorriti, de la CNT, formó parte del Ejército vasco con la placa 51.497, como miliciano del Batallón de Enlaces y Transmisiones número 78. Pudo encargarse de la radio. En el frente, una bomba le dejó cojo. “Le quisieron cortar la pierna, pero él se negó. Dijo que prefería morir de gangrena a que se la amputaran. Casi no tenía carne en el muslo”, testimoniaba su hijo Juantxu.

Carmen con su hijo menor solía ir a Ziburu (Lapurdi), donde tenía refugiada a parte de su familia. Pasaba meses cosiendo allí. La casa de Elorrio quedaba a cargo de su hija Aurora, de 8 años. “Con su atelier, recuerdo las visitas de un hombre de Zarautz con sus muestrarios de telas, e ir a las tiendas de telas de Las Siete Calles de Bilbao, los muestrarios y los encargos que realizaba desde su teléfono, 288, traídos luego en tren. Y las revistas Burda, los botes de calmante vitaminado para el dolor de espalda. Ganaba mucho dinero a base de muchísimo trabajo y lo gastaba con muchísima generosidad, pero, cuando contrajo párkinson ya no pudo coser más”. Aquella mujer daba de comer en su casa de La Estación a personas que pedían en la iglesia. “Lo que más me llamaba la atención fue la resignación con la aceptó vivir el resto de su vida finalizada la guerra”.