Esperamos a que atiendan la llamada de nuestro teléfono. Al otro lado, una mujer de Donostia pregunta quién llama. Tras los cordiales saludos de presentación, le cuestionamos si es familiar del gudari Tomás Korta Bereziartua. La respuesta es positiva. Se desata la alegría. Conseguido. Tras años de búsqueda, gracias a unas piruetas del destino logramos contactar, en este caso, con una sobrina de aquel carrocero que fue combatiente del batallón Eusko Indarra, de ANV, que preso de Franco murió tras un enigmático choque nocturno de trenes en Alanís, Sevilla, el 19 de noviembre de 1937. En uno de aquellos convoyes los fascistas trasladaban a alrededor de 150 prisioneros –de Batallones de Trabajadores, es decir, esclavos–, la mayoría vascos, que murieron y fueron enterrados en una fosa común que desapareció con actuaciones posteriores llevadas a cabo en el cementerio.

“Me hace mucha ilusión saber algo más sobre el hermano de mi madre, que murió en 2020 con lúcidos 99 años y siempre habló de aquel accidente”, detalla Arantza Lauroba sin aún conocer el dato más asombroso. Se lo desvelamos sin dilaciones: “A diferencia de aquellos, su tío murió en el hospital el 28 de noviembre y se desconoce por qué aparece en documentos como escolta de franquistas y, aunque no era cierto, lo enterraron en un panteón de lo que ellos denominaban héroes de España”, aporta Jimi Jiménez, de Durango.

Este investigador basa su información en un nuevo estudio del historiador andaluz José Díaz Arriaza, que verá la luz en breves fechas y dice así: “En cuanto a los militares fallecidos de los que se tiene constancia, Tomás Corta Bereciartu, soldado escolta, falleció el 28 de noviembre de 1937, siendo depositado al día siguiente su cadávez en 1ª Clase, Panteón del Ramo de Guerra” en el cementerio San Fernando de Sevilla. Esta nueva búsqueda permite pensar que los restos continúan a día de hoy en la capital hispalense. “Habría que saber qué grado de conservación tiene todo. Y saber si está localizable”, previene Jiménez.

Ese equívoco de citarle como escolta permite pensar en su repatriación y dar a esos restos una sepultura digna en democracia. “A mi madre esto le hubiera hecho feliz. Y te diré un ejemplo: Ella conocía el documental titulado El largo viaje que narra aquel suceso y nos pidió una cosa: verlo sola. Deduce…”, sonríe con cariño Arantza.

La pista

Precisamente en esa película dirigida por Sabin Egilior (Basque Films, 2009) trabajó Jimi Jiménez como documentalista. Y gracias, también, a una esquela pudimos dar con esta familia guipuzcoana. Nos llamó la atención en la misma que Pepita Korta Bereziartua era viuda de Jesús Lauroba, apellido poco común y muy memorialista, por Delia Lauroba, integrante de la Red Álava, grupo antifranquista de espionaje con mujeres vascas durante la dictadura franquista. Teníamos el teléfono de Iker Lauroba, popular cantante donostiarra. Es él quien nos confirma que es familia de Tomás y de Delia. Por primera vez en casi dos décadas todo cuadra y el productor de cantantes como Izaro nos facilita el número de teléfono de la sobrina del gudari, Arantza. “La ama –continúa la sobrina– tenía grabado en un VHS esa película y ahora lo hemos pasado a CD. Ella aseguraba que teníamos una carta que le escribió una monja del hospital. Y para ella era muy importante porque le contaba que estuvo cuidándole y a su lado hasta el último momento. Se agarraba de algún modo a ella… Poco antes de fallecer, aún me decía que algún día aparecerá”.

Lo que ha aparecido es la posibilidad de recuperar aquel cuerpo antifascista que descansa junto a los restos de sus enemigos. “Es una pena que no haya llegado a saberlo, pero si, como era ella, le hubiéramos dicho que su hermano está enterrado con franquistas igual se moría del susto”. Iker Lauroba también conocía aquella efeméride. “En la familia siempre se ha hablado de aquel accidente del tren”, apostilla.

El siniestro

La comunidad memorialista se sorprende de que no haya fotografía alguna de aquel trágico suceso. Jiménez, uno de los que más lo ha estudiado, tiene su propia versión: “En el momento en que ocurrió, los franquistas militarizaron la zona. No había opción a que vecinos entraran al andén. Se generó falta de información, por lo que se creó la idea del sabotaje”, valora. La sinopsis del documental citado, El largo viaje, también abundaba en aquel desconcierto: “La escasa y calculada información que trascendió del trágico siniestro hizo que generaran en ellos interpretaciones muy dispares: desde un triste accidente fortuito hasta un atentado mortal premeditado”. En la familia del gudari también se ha heredado la idea del sabotaje.

Un coronel franquista informaba en documentos de la época que Korta y el resto de prisioneros republicanos pertenecían a un batallón de trabajadores “especialistas en el gremio del automovilismo y recuperación de automóviles” y que viajaban “en el tren que tuvo el desgraciado accidente en Alanís”. Agregaba lo siguiente: “Unos han resultado ilesos, otros desaparecidos y otros han sufrido lesiones. Dígase al Jefe de Seguridad Interior que proceda a la busca y captura de los desaparecidos”. A continuación, señala la relación de las personas muertas en el siniestro.

El investigador Kepa Ganuza, de Euskal Prospekzio Taldea, aporta que Tomás Korta Bereziartua fue el gudari número 49.665 del Ejército vasco. “Fue cabo de enlaces en la Plana Mayor del Batallón Eusko Indarra, 2° de ANV, y número 23 del Euzkadiko Gudarostea”. El joven de 24 años tuvo otro hermano gudari, Félix –teniente de la Plana Mayor de la misma unidad-, que sobrevivió a la guerra. “Pero murió al poco de salir de la cárcel, tocado, y a consecuencia de una pulmonía, con 30 años. No llegamos a conocerle”, lamenta Arantza.

El acta de defunción de Tomás, por otra parte, registra que murió en el Hospital Central de Sevilla a causa de los traumatismo y fracturas en ambas piernas durante el choque de su tren de la compañía MZA contra el estacionado cerca del andén de Alanís. “Existe –concluye Jiménez– una alocución del general Queipo de Llano en la que de forma paternalista envía condolencias a las familias de los muertos. Lo cierto es que murió el maquinista y la autoridad franquista le echó la culpa a él y con ello daban carpetazo al tema”.