EL capitán del Ejército de Euzkadi durante la Guerra Civil en Euskadi, Ramón de Galarza, hizo en una ocasión un curioso símil entre las figuras histórico-literarias de Dartagnan y los tres mosqueteros y cuatro gudaris de aquel tiempo. El autor del histórico Diario de un gudari condenado a muerte puso al frente de la novela de capa y espada al malogrado Ramón de Azkue flanqueado por Athos, Portos, Aramis reencarnados, según su prisma, por Juan María Yandiola y Azkue, Serafín Valle Berkoetxea y José Duondikoetxea Lekue.

Sobre Ramón de Azkue, Galarza abría admiraciones. “¡Qué ocurrencia tan maravillosa tuvo el escritor Alejandro Dumas tomando como protagonista, magnífico personaje a un D’Artagnan, tan vasco como cualquiera de nosotros! Azkue, sin duda, fue mucho más que D’Artagnan. Aquel defendió y murió (en la literatura) por su reina. El nuestro, el 15 de octubre de 1937, con los brazos en cruz, mirando al cielo, en la Playa de Santoña murió fusilado”.

Los franquistas acabaron con su vida. Minutos antes de morir, Azkue, nacido en la capital cubana de La Habana en 1898, y que estudió en los jesuitas de Orduña, se despidió con el siguiente manuscrito: “Con entereza y ánimo esperamos el final. Faltan tres horas. Un abrazo muy fuerte. Hasta la eternidad en JEL”, haciendo referencia al lema del PNV, Jaungoikoa eta lege zaharra (Dios y la ley antigua). “¡Qué ejemplo!”, resaltaba Galarza. “Toda su familia pertenecía al PNV. Su hermana, Teresa, fue la presidenta del Emakume Abertzale Batza”, ilustra Koldo San Sebastián.

Sus Athos, Portos y Aramis serían Juan María Yandiola y Azkue, Serafín Valle Berkoetxea y José Duaondikoetxea Lekue. El primer espadachín citado fue capitán del Ejército de Euzkadi. Galarza lo define como un “hombrón”, a su juicio, grande en todo: en simpatía, en valentía. Inició la guerra en el departamento de Sanidad “como casi médico que era, pero, un día se cansó y pasó a fusilero donde le asignaron el grado de capitán. ¡Por algo sería!”, valoraba.

Sacrificado en la guerra y “gran compañero” en el presidio, Yandiola estaba en buena posición económica y social. Por ello, en 1941, consiguió que les enviaran “intendencia”. “Se lo remitían con generosidad, pero, él, allá, en aquel siniestro Presidio de Burgos entregaba su cesta y comía exactamente igual que los demás. ¡Con lo grande que era y el hambre que tenía!”. Galarza va más allá a la hora de recalcar el nivel de solidaridad que había entre los vascos. “Los hispanos –así denominaba a los españoles– que estaban bien abastecidos no comprendían aquello. ¿Repartir el hambre? Nosotros, sin embargo, sí lo comprendíamos. Estábamos defendiendo a Euzkadi”, argumentaba Galarza e incluso, llega a agradecer a Yandiola lo que este mosquetero hizo por él. “Juan Mari, tú sabías mucho de eso y también de cuando con un cariño maternal me cuidabas y tratabas de paliarme aquellas asquerosas y gigantes almorranas que yo tenía”.

Es el momento de que la persona lectora conozca a Porthos, rol de Serafín Valle Berkoetxea quien “presumía de duro y así ponía su cara cuando trataba de demostrar algo. No lo conseguía, sobre todo, cuando tratábamos el tema de la Patria. Entonces era un caramelo”. Acabada la guerra y el lamentable episodio carcelario compartido, Galarza tenía, según narraba, a menudo en mente a Valle porque “fuiste mi compañero de colchón en aquellos largos años del presidio”. Y, a continuación, dejaba escrita una impresión más: “No hace mucho tiempo que me he enterado que los abertzales marxistas-leninistas defensores de lo que va a pasar en Polonia, en el Penal de Soria no tienen hora para levantarse de la cama”. Ellos, en cambio, evocaban “aquellas mañanas heladas de Burgos cuando a las siete de la mañana a toque de corneta nos levantaban de aquellos petates inmundos. ¡Venga, metal!, decías. Entonces sí que ponías cara de querer matar”, y ponía epílogo a sus palabras: “Decían de él, de Serafín, que nunca gustó de llevar en su boina las insignias de capitán”.

El último mosquetero, Aramis, fue capitán del batallón Araba, unidad del PNV. La historia de José Duaondikoetxea Lekue, Dúo, es similar a sus dos “hermanos” de correrías, pero, hay una anécdota que Galarza no quiso silenciar. “Cuando salimos de Burgos, en 1943, todos llevamos una consigna, una labor a realizar: Organizar la resistencia. Creo que fue el año 45 o 46, nuestro querido José cayó, como siempre por causa fortuita”. Fue trasladado al cuartel de la Guardia Civil de la Salve de Bilbao.

Siempre según testimonio de Galarza, Duaondikoetxea fue interrogado y torturado. “¿Se imagina algún muchacho de hoy lo que era interrogar el año 45? Y, ¿en el cuartel de La Salve?”, lanzaba. Después de ser torturado y “exprimido como un limón” fue agarrado por las esposas y lo arrastraron por un largo pasillo del cuartel hasta dejarle en un calabozo en tinieblas.

En aquel habitáculo, y ya “bien pasado por la Turmix estaba otro preso. Se arrimó a él, lo examinó, lo miró, y le preguntó: “¿Tú eres hermano de José Dúo?”. A lo que el torturado respondió que no, pero le sorprendió su siguiente declaración. “No. Yo soy José Dúo”. “¿Cómo estaría para no reconocerlo?”. “Lo que ha sufrido Duaondikoetxea durante estos últimos años… Yo lo sé. Con qué amargura me decía el año pasado, cuando los dos, con un “tiro en el ala” cada uno paseábamos poco a poco por su pueblo de Arrankudiaga”.

Galarza finalizaba su escrito recordando sus bases nacionalistas de Sabino Arana y comparándolas con otros abertzales. “Mira, mira estos chicos. Te hablan de marxismo, de la clase trabajadora, del burgués que nos explota y... ¿de Euzkadi? ¿De la razón de nuestro ser?”.

A continuación, se preguntaba cómo era posible que un pueblo tan pequeño como Arrankudiaga “haya dado fruta tan hermosa”. “Allí están los cuatro mosqueteros de Alejandro Dumas en su pequeño cementerio, bajo la mirada vigilante del que en los años de la guerra fue su burukide, Jesus de Solaun”.

Para el momento final, Galarza volvió a poner en lo más alto su patriotismo. “Ellos cuando lucharon y lo hicieron con todas sus fuerzas, solo tenían una idea, sin nada de complicaciones, sin ninguno de los traumas y concesiones que ahora se añade a la palabra abertzale. Es decir: “Euzko gudariak gara Euzkadi askatzeko”.

Como última curiosidad, conservaron una fotografía del penal de Burgos que ha llegado a nuestros días. Galarza abrevió cómo pudo hacerse de forma clandestina en la prisión y “abusando” de que Yandiola era médico en el penal. “Entre el rancho que nos daban y lo poco que nos enviaban de nuestras casas conseguimos limpiar un poco nuestras caras. Yandiola, en el centro, tendría que pedir a su familia la hermosa chamarra que viste. Los otros dos. Valle a su derecha y Dúo a la izquierda, casi aseguraría que están vestidos con ropas prestadas”.