Se reivindicaba a sí mismo como “el gudari más joven” de la Guerra Civil en la Euzkadi por la que a diario daba su vida. Tenía 15 años cuando se enroló voluntario en el Ejército vasco, en la compañía Oldargi que llegaría a formar parte del batallón Ochandiano del PNV.

Hasta la fecha, conocíamos al gudari más joven alistado en la Marina Auxiliar de Guerra de Euzkadi y que aún vive en Bermeo, Juan Azkarate, camarero del Bou Araba con 14 primaveras. De infantería pudo ser, por lo tanto, el bilbaino Valentín Herrán Intxausti, fallecido hace más de una década.

El combatiente dejó escritas sus memorias de forma extensa, tanto su periodo como soldado del lehendakari Aguirre como su paso por los batallones de esclavos de Franco. También ahondó sobre el PNV, él, un sabiniano hasta la médula que sufrió la escisión de su partido como si fuera su corazón el que se rompía. “No hubo mejor PNV que el de la República, que el de Aguirre”, enfatizaba quien decía con orgullo que tenía el carné del partido desde 1933.

Valentin nació en la calle San Francisco de Bilbao el 3 de abril de 1921, hijo de dos personas populares en la época. Su madre era Francisca Intxausti, regenta del refugio del Pagasarri. “Era conocida como La Marquesa del Pagasarri, La Paca, le decían”, aporta Valentín, hijo de mismo nombre que el gudari. Y el padre fue José Herrán, alcalde de barrio de ideas “izquierdistas” en la capital vizcaina.

El matrimonio tuvo seis hijos: tres mujeres y otros tantos varones. Los tres hombres se alistaron voluntarios al Ejército Vasco, al Euzko Gudarostea. Esteban y Valentín acabarían en el batallón Ochandiano y Jose María “formó parte de avituallamiento, de logística, desde Bilbao”.

Valentín hijo estima que formaban parte de una generación única, “de otra pasta”, y va más lejos: “Aún en guerra, eran de un humanismo extremo. Mi padre siempre recordaba un tiempo que su mando dijo que no se disparase por tregua y nadie lo hacía. Eran íntegros”.

La familia califica el estallido de la guerra como “la revuelta de los golpistas”. En ese momento el alumno del colegio Larraskitu no dudó en ir a detener al enemigo a Orozko. El mismo 18 de julio fue junto a otros al Casco Viejo a buscar escopetas a una armería. La jornada siguiente ya estaban en Orozko. Tuvieron que volver porque cayeron en la cuenta de que “con escopetas no podían hacer nada”.

En esos días, conoció la tragedia del bombardeo fascista contra Otxandio. “Le llevaron a formar parte del equipo del hospital de campaña de Teresa de Azkue y fue encargado de dotar de colchones aquel lugar que tanta impresión le dio”.

De allí, regresó a Bilbao, a formarse como gudari. Se sumó a la compañía Oldargi, del capitán José María Anzola -fotógrafo considerado el Robert Capa vasco-, a quien “admiró toda su vida”. Ya en el frente de Markina, el mando cayó en la cuenta en la mocedad del soldado. “Quiso desmovilizarle. Le dijo que si fallecía con 15 años, cómo iban a justificar su muerte. Mi padre le respondió que si le mandaba a casa ya se reincorporaría en otro batallón”.

llamas en Gernika Y la unidad llegó con Txiki, como le apodaron, a Gernika tras el bombardeo del que hoy se cumplen 83 años. “Dieron toda la vuelta por Lekeitio. Y Gernika seguía en llamas. Del cansancio y la impresión, el gudari Herrán se desvaneció. En Ajangiz decía que combatió contra los moros y que al morir quería que sus cenizas descansaran allí, como hicimos”.

Su periplo continuó por Malmasín. Allí creyó morir cuando un mando, el comandante Anzola -entonces ya en el batallón Malato, unidad allí también presente-, le encargó sacar de un túnel a los gudaris que quedaban de una sección diezmada por estar a tiro de las fuerzas fascistas. “Le dijo a aita: ¿Sales el primero o el último? Salió primero y se libró porque el último fue el teniente, que cayó herido allí mismo, aunque consiguió sacarlo y evacuarlo al hospital”.

Corriendo entre árboles mientras les bombardeaban, retrocedieron a Bilbao. El enemigo estaba a puertas de casa. “Mi padre estuvo en el despacho de Aguirre, en el Carlton, y allí encontró un subfusil (Naranjero). Y fueron a defender la última noche la Alhóndiga y el Depósito Franco. Al día siguiente, su cuñado Luis Abendaño, también del batallón Ochandiano, fue el encargado de “llevar las condiciones de rendición de Bilbao” al militar golpista García Valiño. El 19 de junio, los invasores tomaron la villa e “hicieron preso a mi padre en el teatro Arriaga, donde les tuvieron tres días sin comer y al cuarto día les sacaron para un reportaje franquista dándoles pan blanco. Incluso un falangista les ofreció darles un carné y librarse y los hermanos, íntegros, le contestaron que no”.

Ahí comenzó su odisea como esclavo del dictador Franco. Del Arriaga, a Gasteiz, Logroño, la plaza de toros de Burgos y Zaragoza. “De allí al frente del Ebro”: Alcañiz, Teruel y Guadalajara. Acabada la guerra, le mantuvieron en Sabiñánigo. Herrán contrajo matrimonio con Celestina Alonso, bilbaina de Rekalde de origen familiar burgalés. Dieron a Euskadi once hijos.