Bilbao - Cuando en 1937 el Gobierno de la Segunda República le encargó una obra a Picasso para el pabellón español en la Exposición de París, con España inmersa en la Guerra Civil y con la II Guerra Mundial en ciernes, cuentan que el pintor malagueño sufrió una gran crisis artística y personal. Nunca se había encontrado con tanta presión a la hora de afrontar una obra. Tenía por delante una tarea inmensa: hacer el cuadro de mayores dimensiones que había pintado hasta ese momento, en un plazo corto de tiempo y con una fecha de finalización casi improrrogable.
Picasso estuvo meses sin abordar el proyecto hasta que llegó a sus manos las crónicas del corresponsal George Steer en el Times y en el New York Times, en las que se relataban las atrocidades cometidas por la aviación nazi en el ataque aéreo de Gernika. El 1 de mayo - el mismo día que acudió a París a la manifestación del Día del Trabajo, que se convirtió en una repulsa del bombardeo-, Picasso hizo el primer dibujo preparatorio de la obra, que se convertiría en el grito más desgarrador contra la guerra y en un alegato universal de la paz.
El genial artista malagueño vomitó en su obra todo el horror que le inspiró la brutalidad cometida en Gernika. Una indignación que le llevó a ejecutar en menos de un mes el lienzo de tres metros y medio por ocho metros en su taller en la Rue des Grands-Augustins. La amante de Picasso en aquel tiempo, la artista surrealista Dora Maar, documentó en numerosas fotografías la evolución del cuadro en el taller del pintor en París.
Picasso nunca viajó a Gernika, pero pintó la obra más estremecedora sobre el bombardeo que nadie podría haber realizado jamás. Cuentan que cuando un oficial nazi de la Gestapo entró en su estudio de París, posiblemente porque se rumoreaba que ayudaba a la Resistencia, vio una fotografía de Guernica y le preguntó si la había hecho él. “No, ustedes lo hicieron”, respondió Picasso.
lienzo viajero Con Franco en el poder tras la Guerra Civil, Picasso tenía claro que el Guernica, jamás volvería a España. El lienzo comenzó un largo periplo que le llevaría primero a Oslo, Estocolmo y Copenhague y después a Inglaterra.
Más tarde, la tela embarcó rumbo a Nueva York en el barco Normandie. Picasso había recibido la propuesta de los Comités de Ayuda para que lo enviase a América para recaudar fondos. Él mismo costeó los gastos. En EEUU, el cuadro giró por Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Boston... Hasta que se instaló en el MoMA en 1942, de donde sólo salió para exposiciones puntuales.
Picasso solo puso una condición: cuando hubiera democracia en España el cuadro debería volver. Cuarenta años más tarde, el cuadro regresaba a Madrid, pero Picasso no pudo verlo. Fallecía el 8 de abril de 1973 en la localidad francesa de Mougins, ocho años antes de que un avión de Iberia, el Lope de Vega, aterrizase en Madrid llevando en su interior la preciada caja, con la obra embalada y enrollada. Una de las hijas de Picasso, Maya, se mostró reticente a este viaje, argumentando que la democracia en España era joven y además tenía una Monarquía, y no una República como su padre deseaba.
El 14 de octubre el Guernica se colgaba en las paredes del Casón del Buen Retiro. Allí permaneció once años, blindado y vigilado, hasta que el 26 de julio de 1992 fue trasladado al recién creado Museo Reina Sofía por decisión del ministro de Cultura socialista Jordi Solé Tura.
Desde entonces, no se ha movido. A pesar de las múltiples peticiones de las instituciones vascas para poder verlo en Gernika o en Bilbao, tanto los gobiernos del PP como los del PSOE siempre han denegado que pueda trasladarse a Euskadi, aduciendo razones técnicas.
De nada han servido las peticiones efectuadas por todas las fuerzas políticas vascas, a través de juntas generales, diputaciones, Parlamento, Gobierno vasco y artistas vascos. El Guggenheim también lo solicitó para su inauguración, aportando informes de expertos internacionales en los que se aducía que podría viajar, pero la respuesta siempre ha sido negativa.
Simbolismo El Guernica es una pintura hecha de formas dramáticas, violentadas, condenadas a la ausencia de color, que hacen del cuadro un penetrante aullido mudo, la obra más inquietante, genial e inabarcable del siglo XX. El cuadro es el símbolo de la tragedia de la guerra, donde todo es violencia, horror, dolor, gritos mudos, cuerpos mutilados, brazos y piernas por el suelo; y donde una madre, al lado de un toro, llora llevando al hijo muerto en sus brazos, en medio de las llamas.
Picasso no utilizaría color. Después de una tragedia como la que inspiraba su obra, el color ni siquiera permanece en el ambiente, ha desaparecido, y un vahído de ausencias sucede a la matanza.
Paradójicamente, la obra causó en aquel momento “decepción” a algunos porque no era lo que esperaba mucha gente, que quería algo que todo el mundo identificara, con estilo muy realista, y no veían ni aviones ni el pueblo. Pero Picasso sostenía que la misión del arte era “superar la realidad, en una época en la que la fotografía se había desarrollado mucho, y dictaba lo que no debía hacer el artista.
Pablo Picasso no quería cobrar nada por pintar el Guernica, y fue precisamente Max Aub, encargado, en nombre de la República, de pagarle el cheque por valor de 150.000 francos, quien tuvo que convencerle para que recibiera tal dinero, entre otras razones, para que no quedara duda de la propiedad del cuadro.
Ochenta años después de que Picasso lo pintara, el Guernica sigue siendo un alegato contra el terror y la violencia brutal; pero también, una defensa universal y enérgica del humanismo, un alegato universal de paz.