Explorando un registro más dramático del que el público está acostumbrado a verla, Anabel Alonso estrenó La mujer rota hace unas semanas en el Teatro Arriaga de Bilbao. A sus 60 años y tras cuatro décadas de carrera, la intérprete se confiesa sobre cómo vive, con la misma cantidad de humor que de realismo, el paso del tiempo y la evolución del oficio desde que empezó en el año 93.

'La mujer rota'. Javier Naval

Hace unas semanas estrenó La mujer rota en el Teatro Arriaga, además de en Gasteiz días después. ¿Cómo fueron esas primeras funciones en su tierra y qué se lleva del público vasco?

-Hombre, pues la verdad es que ha sido maravilloso. Un poco abrumada estaba yo, ¿no? La respuesta, digo de afluencia, al teatro fue maravillosa. El miércoles y el jueves hicimos lleno, que son unos días así como raros digamos para llenar una sala. Estrenar en Bilbao, en mi tierra, en el Arriaga..., que es digamos mi teatro de cabecera, con la sala llena y con la acogida que tuvo. Porque el aplauso fue largo, cálido y los comentarios que me han llegado no pueden ser mejores ¿no? Así que estoy muy muy muy contenta. 

Volvió tras su Celestina hace dos años. ¿Tiene Bilbao algo especial para usted que le hace tilín cuando se trata de estrenar?

-Es que te digo: “Soy de aquí, ¿no?”. Me acuerdo cuando venía a Bilbao, aunque yo soy de Santurtzi y tal, que actuar en el Teatro Arriaga era como un sueño ¿no?, como: “Ay, cómo me gustaría de mayor estar ahí”. Y bueno, y aquí estoy. Entonces, para mí siempre que vuelvo es como revivir ese sueño, esa cosa que parecía utópica e imposible. Es algo muy personal que me llega muy dentro, la verdad.

Además, lo ha hecho con un monólogo escrito por Simone de Beauvoir en 1967, que le aleja de su registro cómico habitual. ¿Qué le atrajo de Murielle, un personaje tan cargado de conflicto y emoción?

-La verdad es que me parece muy atractivo por lo que me comentas, ¿no? Es un personaje complejo, que tiene unos vaivenes emocionales y un viaje muy completo, de mucha exigencia. Yo también tenía ganas de enfrentarme a un tipo de personaje distinto. En el sentido de que es verdad que, normalmente, la gente me asocia a la comedia, que es realmente lo que más he hecho. Ya con La Celestina hice un cierto cambio de tercio, una incursión en el teatro clásico con un personaje universal. Ahora, con Murielle entro en ese otro terreno más dramático, que no he tocado tanto, pero me resulta muy enriquecedor. Necesitaba un reto interpretativo y creo que hasta el momento este es el más importante.

Usted lo sabrá mejor que nadie, entonces. ¿Qué es más difícil: hacer reír o hacer llorar?

-A mí como espectadora, hablo de mí, me cuesta más reír que llorar. Poniéndome como ejemplo, creo que habrá mucha más gente a la que le pase lo mismo, ¿no? Me cuesta muchísimo más. Yo veo un perro mojado en una carretera y ya lloro, ¿me entiendes? Reír sí que me cuesta mucho más.

No solo es actriz, sino también presentadora, humorista, dobladora y ha participado en distintos realitys. Con una carrera tan polivalente, ¿qué Anabel desconocida cree que todavía no hemos visto los espectadores?

-Creo que en este espectáculo se ve esa parte de mí, de actriz, que no se ha visto antes. Incluso yo no la he trabajado y también me ha sorprendido. Entonces, yo creo que esta mujer rota da también una nueva visión sobre mí como actriz. 

Entre estas diversas profesiones, destaca el doblaje que hace que su voz sea muy reconocible. ¿Hay algún personaje animado que le haya dejado huella o que sienta casi como un alter ego?

-Es que claro, yo tengo a Dory. La tengo ahí, es parte de mí, yo soy parte de ella... Han pasado años, porque fue en el 2003, y mira: sigue saliendo a colación. Pero claro, es que con Dory parecía que estábamos hechas la una para la otra (risas).

Anabel Alonso cuenta con cuatro décadas de carrera tras comenzar en el año 93. Javier Naval

Después de tantos años en televisión, teatro y cine, ¿sigue sintiendo nervios al subirse al escenario?

-Sí, sí y que no falten, pero sí. En el estreno yo estaba atacada. Lo pensaba, fíjate: “Haces cine o tele, que igual en un capítulo te ven millones de personas...”. Sin embargo, estás en una sala con quinientas personas y dices: “Dios mío, ¿qué hago aquí? Me quiero ir a mi casa por favor”. Y es maravilloso que te siga pasando después de 40 años de carrera. Es impagable sentir esas mariposas en el estómago y querer salir corriendo. Es maravilla, no lo cambio por nada.

Hablando de los años que han pasado, han evolucionado mucho las plataformas. ¿Sufre algo de edadismo cuando se la tiene o no en cuenta para ciertos proyectos?

-Mira, yo voy a tocar madera, pero no es mi caso. También es verdad que yo empecé en un tipo de personajes que eran de una edad indeterminada. Cuando empecé en el 93 con Los ladrones van a la oficina, yo tenía 28 años y hacía de la mujer de Antonio Resines. Tenía 28 años y por mi caracterización parecía que tenía más edad. Acabo de cumplir 60 años y estoy en el escenario. De todos modos, el audiovisual es otra cosa, ¿no? Yo creo que en teatro siempre hay papeles para mujeres que tienen más edad, no hay tanto edadismo como en el audiovisual. También es cierto que ahora con tantas plataformas y tanta demanda de contenido, pues tenemos más cabida. Realmente, siempre somos las más denostadas. Los hombres cumplen años, engordan o se quedan calvos, pero siempre ellos son los maduritos atractivos. Y nosotras, si nos tocamos la cara: mal, y si no nos la tocamos: también. Es un aburrimiento, ¿sabes? A nosotras siempre nos pueden criticar por todo. Esto sigue siendo así y no tiene visión de cambiar. Mick Jagger, con 80 años pegando botes: no pasa nada. A Madonna porque está por ahí se meten con ella. Hay un edadismo en las mujeres, en los hombres no, como en casi todas las cosas vamos...

SU EQUIPO

Nacida en Santurtzi, Anabel Alonso es una athleticzale orgullosa. Tanto es así que, pese a los baches a los que se ha enfrentado últimamente el Athletic, la polivalente artista opina que “esto está empezando y queda mucho partido”. Para ella, no todo va a ser “ganar, ganar y ganar”, pues pese a que “los leones” estén “agazapados, soltarán la zarpa y la garra dentro de poco”.

Alonso no se desanima, pues considera que aún queda mucho curso por delante y mucho por hacer, ya que son muy jóvenes. “No hay miedo. Hay que pensar que somos, junto al Barça y el Real Madrid -que evidentemente tienen otra dimensión de presupuestos y todo-, los únicos que no hemos bajado a segunda. Y eso está ahí y hay que tenerlo clarísimo. Es un orgullo que también nos espolea. Y también haber sacado La Gabarra hace nada. Yo estoy encantada con que mi equipo tenga la filosofía que tiene, ya eso me parece un triunfo”.

Ahora que se acerca Navidad, usted fue ganadora de la primera edición de Masterchef Especial Navidad en 2023. ¿Ha continuado con el hábito de la cocina?

-Continúo bien, o sea, antes no me acercaba. Ahora me acerco, pero tampoco es que me quede a vivir en la cocina. Sí, me gusta y le he cogido el tranquillo, pero con el curro y los horarios es complicado. Igual algún fin de semana hago una paellita y me enrolla, pero no es algo que haga en el día a día. 

Imagino que echará de menos muchos platos vascos de su infancia...

-Hombre, claro, la porrusalda. Esa sí que la hago, ¿ves? (risas).

Por último, cree que haber nacido en Euskal Herria y haber crecido en ese entorno ha influido en su manera de entender la vida y el humor?

-Nunca lo he pensado, ¿eh? Pero supongo que sí, que tiene que ver, claro. Quiero decir, como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Es decir, yo me he criado aquí en Euskadi, en la Margen Izquierda, en los años 70 y 80, y eso está ahí. Digamos que son las épocas que más te forjan, ¿no? Entonces, estoy convencida de que sí, de que si yo hubiera sido de otro sitio, sería de otra manera. Estoy convencida.