Qué raro estuvo ayer San Mamés. Porque hubo un fondo rojo y también hubo un fondo blanco, pero no uno rojiblanco. Sí que pudieron verse algunas camisetas del Athletic vestidas por unos pocos resignados que renegaron de una reventa que ascendía hasta los 900 euros por ver un partido histórico en Bilbao. Sin embargo, ayer La Catedral no fue el santuario al que peregrina la parroquia vizcaina cada domingo. Ayer San Mamés fue el templo que ascendió al Tottenham al reino de los cielos continentales y, a la vez, el barquero con el que navegó el Manchester United hacia los infiernos más profundos. Pero, sobre todo, ayer San Mamés fue un estadio inglés. Y de la zona alta de la Premier League, por supuesto. No hubo ni un minuto de tregua, ni un solo cántico que quedara sin ser berreado. La Catedral favoreció una atmósfera opresiva, sofocante e irrespirable. De las que a la afición le encanta vivir y a los futbolistas, jugar. San Mamés sirvió de eco a silbidos y ovaciones constantes. De teatro para pancartas gigantes y carteles ilegibles. De aire ante el olor a bote de humo y cerveza mal destilada. Porque ayer el estadio del Athletic se engalanó con el aroma del viejo fútbol. Con la fragancia de un deporte que siempre fue inglés.

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La final de la Europa League en San Mamés, en imágenes Agencias

Si el gol en propia puerta de Luke Shaw –o del spur Brennan Johnson, según datos oficiales de la UEFA– llevó la locura al fondo sur, al blanco, al del Tottenham; la salvada bajo palos de Micky van de Ven cuando el United paladeaba el empate fue simplemente el delirio absoluto. No hubo ni un solo aficionado de los Spurs sentado en su asiento y eso que fue la hinchada de los diablos rojos a quien le tocó la grada safe standing. Sin embargo, en ambos lados del estadio el tiempo se ralentizó en el último córner a favor de los entrenados por Rúben Amorim. Cuando era ya el minuto siete de los ocho de añadido, con Onana dejando su portería y amenazando en área contraria y el corazón en un puño, San Mamés enmudeció. Casemiro se paró en el aire en una chilena que pudo ser legendaria pero que terminó fuera. Y entonces ya no quedó ni una gota de cordura en la zona sur de San Mamés. Apenas se escucharon los tres pitidos finales del colegiado. Porque el Tottenham llevaba 16 años sin celebrar un título, mucho tiempo de contención que se descorchó en Bilbao a lo grande. Por eso, cuando su capitán, Heung-min Son, alzó al cielo de la capital vizcaina el trofeo de la Europa League, el rugido de los Spurs pudo escucharse hasta en Londres.

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Mucha cara conocida

Aritz Aduriz, en calidad de embajador de la UEFA para esta edición de la Europa League, fue el encargado de saltar al césped en los prolegómenos del partido para ofrecer el trofeo de campeón, el objeto más deseado, a toda la grada. Pero no fue, ni muchísimo menos, la única cara conocida que aprovechó la final entre el Manchester United y el Tottenham para dejarse ver por San Mamés. Así, entre las 49.224 personas que acudieron al histórico encuentro en la villa –muy lejos del récord de asistencia de La Catedral en un partido de fútbol, cifrado en los 52.114 espectadores que presenciaron el Athletic-Rangers de cuartos de final– hubo exjugadores míticos de ambos equipos como Gareth Bale, Harry Kane, Raphael Varane, Rio Ferdinand, Wayne Rooney o Fernando Llorente. También estuvieron leyendas vivas como Sir Alex Ferguson, que antes del encuentro se dio una vuelta por el museo del Athletic, el golfista Rory McIlroy –actual chaqueta verde del Master de Augusta– y don José Ángel Iribar, el jugador con más partidos con la camiseta del Athletic. Con todo, el exguardameta no fue la única representación rojiblanca puesto que junto a él hubo una comitiva de la junta directiva de la entidad de Ibaigane, además de Javier Clemente y Dani. Asimismo, se pudo ver por las gradas de San Mamés a Ángel María Villar, expresidente de la Federación Española de Fútbol, y a los entrenadores José Bordalás, Rafa Benítez y Thomas Tuchel.