Iñigo Baqué (Durango, 1 de enero de 1997) proyecta a lo largo de la entrevista la madurez que le otorga su recorrido en el fútbol y, sobre todo, en el matiz personal que se adelantó en el tiempo con las dos roturas del cruzado de cada una de las rodillas que sufrió casi de manera consecutiva en 2018, la de la derecha, y en 2020, la de la izquierda, ambas en su etapa en el Bilbao Athletic. Sendos percances, “el segundo quizá fue más duro”, le hizo fortalecerse y crecer para pasar página a su trayectoria en Lezama, que cerró en el verano de 2021 para enrolarse en el Zamora y militar posteriormente en el Sestao River, Arenas y, en la actualidad, en el Gernika, con el que firmó la pasada jornada en el grupo II de Segunda RFEF un póquer, el primer en su carrera, en el duelo ante el Izarra (5-2).
Anotar cuatro goles en un mismo partido no se dan todos los días. ¿Qué se la pasó por la cabeza?
—Conseguir marcar y hacerlo por cuatro ocasiones es algo increíble. Por la cabeza empiezan a llegar los goles uno tras otro y no eres consciente de lo que has logrado hasta que ha pasado un rato.
¿Es su primera vez en firmar un póquer de goles?
—Igual sí de pequeño en edad escolar, en el colegio, pero no, nunca he metido cuatro goles en un partido.
¿Se ha llevado el balón a casa?
—(Risas) El lunes me lo firmaron los compañeros y me lo llevé a casa como un bonito recuerdo.
Y, además, su póquer sirvió para que el Gernika lograra por fin la primera victoria del curso. ¿Se han liberado?
—Sí. Meter goles es importante, pero el equipo necesitaba la victoria, es lo que estábamos buscando. Nos lo merecíamos y nos da una bocanada de aire fresco.
Gorka Iraizoz, el míster, alegaba que estaban jugando bien pero que no se correspondía en resultados.
—Estábamos haciendo las cosas bien, pero nos estaba faltando esa pizca de suerte, de acierto, para sumar los tres puntos. Los hemos conseguido en casa, ante nuestra afición, por lo que todo salió perfecto.
Ha puesto el listón alto, le van a exigir goles en cada partido.
—Les he dicho que no se acostumbren… Ojalá lleguen más, seguiré trabajando para que así sea y darle caña día a día para sumar goles y ayudar al equipo en lo máximo posible.
Curiosamente, usted no era delantero y se reconvirtió como tal en el Bilbao Athletic de la mano de Joseba Etxeberria como entrenador. ¿Cómo se gestó ese cambio?
—Empecé en mis tiempos en el Athletic como central y pivote defensivo. Era mi tercera temporada en el Bilbao Athletic, se lesionaron (Ewan) Urain y (Andoni) Tascón, no quedaban delanteros y Joseba quiso probar cosas. Una de ellas me tocó y le debió gustar cómo lo hice, cómo interpretaba el juego. Desde entonces, aunque en alguna ocasión lo alternaba como medio centro o media punta, he jugado ahí arriba.
¿Qué es lo que más le ha costado en su reconversión como delantero?
—Asimilar diferentes conceptos. Antes como jugaba de central tenía casi todo el juego por delante y ahora tienes que jugar de espaldas, interpretar cuándo aguantar, buscar espacios. No lo tenía tan programadas como antes, pero intento comprender el juego, qué movimientos tienes que hacer.
¿Cómo se define?
—Soy un delantero referencia, de altura, de juego de espaldas.
Sobre su pasado en Lezama, le lastraron las dos roturas de cruzado que sufrió (la rodilla derecha en septiembre de 2018 y la rodilla izquierda, en enero de 2020).
—Así es, cuando estaba haciendo bien las cosas con el Bilbao Athletic. La primera fue un golpe muy duro, romperte la rodilla con 21 años; la segunda, imagínese, te vuelves a romper, vivir de nuevo un proceso tan largo.
¿La segunda fue más dura?
—La primera desconoces todo un poco, no eres consciente de lo que tienes por delante, con la segunda ya conoces el proceso, todo lo malo que te viene, las horas de sufrimiento que debes soportar. Lo asumí con tranquilidad, consciente de que también podía hacerme mejor persona. Me llevo lecciones y no todo fue malo.
¿Se llega a pensar que, con dos lesiones graves y tan seguidas, se le podía acabar el fútbol?
—No tanto como acabar. También eres joven, te compensa que quieres seguir adelante, intentas trabajar para disfrutar del fútbol. El hecho de tener esas lesiones seguidas lo valoras más para disfrutar, poder entrenar cada día, poder jugar al fútbol, que es lo que te gusta, estar sano, toco madera, competir con el Gernika…
Antes de sufrir su primera lesión jugó una temporada cedido en el Amorebieta, en Segunda División B, donde hizo buenos números.
—Ese año fue primera experiencia en Segunda B, llevaba dos años jugando en el Basconia y me vino bien para salir del confort de Lezama. Fue una experiencia increíble, con Aitor Larrazabal de entrenador y le agradezco la oportunidad que me dio de jugar en Segunda B con 19 años.
Volvió al Bilbao Athletic y en su último año compartió vestuario con Nico Williams, Beñat Prados, Julen Agirrezabala, Aitor Paredes… ¿Qué le faltó al margen de lo que le pudo lastrar las lesiones?
—No me quiero escudar en ello. Son pocos los elegidos y yo estoy orgulloso del camino que me está tocando seguir, aunque sí es cierto que estoy muy contento de haber jugado con tantos jugadores que están en la primera plantilla.
Salió de Lezama para fichar por el Zamora, en Primera RFEF, pero no le salieron las cosas y en el mercado invernal fichó por el Sestao River. ¿Qué sucedió?
—Fue un año complicado, el equipo no lo estaba haciendo bien, yo tampoco me encontraba muy gusto, ya que estaba acostumbrado a jugar de delantero y cuando participaba me tocaba hacerlo de central o en la medular, ya no me sentía tan cómodo y me salió lo del Sestao.