Aitor Larrazabal (Loiu, 21 de junio de 1971) es buen conversador, tanto que hay reflexiones que se quedan en el tintero por falta de espacio. El encuentro tiene lugar en el interior del Hotel Embarcadero de Getxo a refugio de la incesante lluvia y un día después de que el Gernika, al que entrena el exjugador del Athletic (jugó 445 partidos, el décimo en el ranking histórico), sumara ocho jornadas consecutivas sin perder, la seis últimas con tantas victorias, que le aúpan a la tercera plaza, en zona de play-off, del grupo II de Segunda RFEF. Larrazabal, que tiene como entrenador referencia a Jupp Heynckes (“Mantengo un vínculo especial con él”), huye de la euforia: “Cuando queden cinco o seis jornadas veremos si se puede aspirar a más. Hay que ser realistas, saber de dónde venimos”.

¿Cómo razona la brillante racha de su equipo, tercero en la tabla?

—No es fácil argumentarlo. Sí es cierto que el equipo al inicio no estaba sacando resultados, pero tampoco estábamos tan mal. Nadie se alarmó. Se veía el trabajo que se hacía a lo largo de la semana y este en cualquier momento debería virar. No siempre ocurre así.

¿Pero qué ha tenido que corregir el cuadro técnico para dar con la tecla idónea?

—Se habló con los jugadores e incluso entrenábamos un día más a la semana, que ya no hacemos a día de hoy. Queríamos ir a la profesionalización del ámbito deportivo del club y quizá fue excesivo. No hay nada como hablarlo y llegar a un término medio en el que todos estemos satisfechos. En el concepto de juego también cambiamos algo y todo unido ha hecho que el equipo no se haya caído, que siga creyendo en la idea.

¿Cuáles son esos matices?

—Jugábamos con una presión mucho más alta, intentando salir con el balón jugado desde atrás y ello requiere más riesgo, y ese riesgo cuando cometes un error te puede penalizar y nos estaba penalizando mucho en partidos puntuales. Tras perder en la visita al Tudelano tocamos fondo. A partir de ahí, el equipo reaccionó y vino el partido de Copa ante el Leganés.

¿Ese éxito en Copa y la victoria en el derbi de Gobela marcaron un antes y un después?

—Creo que sí. Sobre todo, el partido ante el Leganés, cuando el equipo se dio cuenta de que ante un rival de Segunda División era capaz de no encajar, de jugarle de tú a tú. El subidón a partir de ese partido de Copa ha hecho que los jugadores hayan crecido en su progresión.

Están en tercera posición, en zona ‘play-off’, y un caramelo no amarga a nadie. ¿El ascenso es un objetivo creíble?

—No estamos mirando eso y la semana pasada lo hablamos. Les dije que el primer objetivo es mantener la categoría, veníamos del barro, de tocar fondo, y teníamos que sacar el mayor número de puntos posible cuanto antes. Y, como segundo objetivo, si estamos en disposición de seguir en esta línea, intentar conseguir un puesto para jugar la Copa el año que viene porque ya han visto lo bonito que es enfrentarse a un equipo de Primera División (el Celta apeó en segunda ronda al Gernika). Cuando queden cinco o seis jornadas veremos si se puede aspirar a más. Hay que ser realistas, saber de dónde venimos. Soy una persona reflexiva, analítica, y no se puede pasar del negro al blanco de golpe, porque hay grises.

¿Los rivales le ven al Gernika con otros ojos respecto a dos meses y medio atrás, cuando estaban en zona de descenso?

—El mismo entrenador del Cirbonero me dijo el domingo que no habían podido competir contra nosotros. Es un halago, pero desde luego tenemos que ser cautos.

¿El entrenador lo tiene que ser durante las 24 horas del día?

—No sé si 24, pero sí muchas horas. Estoy ya palpando el partido del fin de semana que jugamos en Brea, ir en coche para en la vuelta parar en Arnedo, que es nuestro siguiente rival.

¿Es de los que si le viene la cabeza en pleno sueño una idea, se levanta y la apunta?

—No. Tengo la gran suerte de dormir muy bien, sobre todo desde que, y no es por hacer publicidad, me tomo un producto que los chicos también están tomando, que es Immunocal, y descanso mucho mejor. Soy de los que me gusta dormir por la noche, incluso cuando pierdo.

¿Un entrenador puede ser amigo de los jugadores?

—Puedes tener una relación fluida, cercana, pero es muy difícil ser amigo de los futbolistas porque tienes que tomar decisiones que ellos a veces no entienden. No creo que puedas llegar a ese nivel de amistad, pero sí de empatía, de cercanía, de intentar ser padre en algunos momentos. También ser un poco psicólogo para entender a los jugadores.

Ha dirigido al Lauro, Gatika, Lemona, ha estado en la dirección deportiva de Lezama, Amorebieta, Marbella, Barakaldo, en dos etapas, UDS Salamanca y Gernika, siempre en la antigua Segunda B y en la actual Segunda RFEF. ¿Qué le ha faltado para saltar a una categoría superior?

—Tuve una reunión con un equipo de Segunda División cuando terminé mi relación con el Barakaldo en mi segundo año que hice play-off y estuve muy cerquita, lo tenía encaminado, pero a última hora de esa noche se ofreció otro entrenador a ese mismo equipo.

¿Qué equipo fue?

—El Mirandés y fue Andoni Iraola el que firmó. Son detalles, son momentos. Estamos muchos en este gremio y no todos tienen la suerte de entrenar al alto nivel.

Un mundo de tiburones, vamos.

—En ocasiones hay representantes que llevan a varios jugadores de un determinado club y también tienen la posibilidad de meter al entrenador. Pero es cierto que hay directores deportivo que miran el perfil de entrenador que quieren y se alejan de ese mundo. Si no he estado todavía en Segunda, será porque no me lo he merecido. Hay que ser analítico y pensar que algo ha faltado para no estar ahí.