SU fútbol es anárquico, de patio de colegio, disociado, individualista, lo que le hace imprevisible, uno de los bienes más preciados del fútbol contemporáneo que brinda por la coordinación. Su velocidad, su agilidad, su verticalidad y su capacidad con las dos piernas son dotes que otorgan un halo de exclusividad a Ousmane Dembélé, pero que también dispararon su precio: cerca de 150 millones de euros, incluyendo factibles variables.
El precio conlleva exigencia y El Mosquito no ha brindado regularidad sobre el terreno de juego, aunque también ha sido determinante con chispazos del talento que atesora: el gol de la final de la Supercopa de España que dio al Barcelona el título; tantos ligueros que han dado a recaudo una buena cantidad de puntos o su papel revulsivo ante el Madrid. No es suficiente a ojos de la crítica, de los 150 millones.
En esa búsqueda de explicaciones sobre la inexpresión con regularidad de sus indiscutibles aptitudes ha conducido a la inspección de su vida personal, a su actitud, donde también vuela libre. El chico, al igual que no asiste a la rutina de su capacidad futbolística, tampoco se asocia con el medio, con los hábitos del profesionalismo. ¿Cuestión de edad o de personalidad? He ahí la cuestión. Le protegen sus 21 años. Pero, le recuerdan, hay trenes que solo pasan una vez en la vida.
“Debe reflexionar y pensar bien dónde está”, asesora Carles Puyol. “Estamos para ayudarle; es muy joven y tiene mucho margen de mejora y talento. Nosotros también hemos sido jóvenes y también hemos cometido errores. Tiene que pensar en fútbol 24 horas al día”, defiende Gerard Piqué, y lo corrobora Puyol: “Ya era hora de que Piqué se diera cuenta de que hay que pensar 24 horas en el fútbol...”.
De estos discurso se destila que el caso Dembélé es real. El jugador es noticia. Más allá de por el debate sobre su rendimiento, sobre el cual es justo decir que nada más llegar al Barça se lesionó y ralentizó su proceso de adaptación, por cuestiones de comportamiento. Trasciende su impuntualidad, sus precarios hábitos alimenticios, su supuesta vida nocturna, un entorno presuntamente poco favorecedor... Ayer, por ejemplo, tal y como publicó la cabecera Bild, el excasero del futbolista, Gerd Weissenberg, le reclama 20.725,76 euros además de intereses por, dice, el mal estado en que el galo dejó la residencia que tenía alquilada en Dortmund cuando militaba en el Borussia. Sostiene el arrendador que causó “considerables desperfectos” en la vivienda y habla de “condiciones lamentables en la propiedad arrendada”.
“Por todas partes había basura y desperdicios. En la nevera había alimentos podridos; entre los armarios, numerosas bolsas de plástico viejas; en el suelo, manchas resecas; detrás de la puerta de entrada había una pila de facturas sin pagar...”, detalla, afirmando que no hubo devolución de llaves al emigrar, y remata: “Al parecer no soy el único engañado”. El diario alemán afirma que, además, el tribunal no cuenta con ninguna dirección de Dembélé en Barcelona a la cual hacer llegar la demanda. Un episodio más.
Para añadir leña, comienzan a sucederse publicaciones que hablan del interés del Barcelona por deshacerse del jugador, así como de la disposición de clubes como el Liverpool a realizar ofertas por sus servicios. La publicación The Sun asegura que los reds ofrecerán cerca de 100 millones de euros en enero.
Mientras vive en el ojo del huracán, Dembélé se muestra indiferente y risueño. Quizás encuentre en la concentración con Francia una fuga para la presión, a pesar de que el seleccionador, Didier Deschamps ,también se ha pronunciado: “Conozco sus excusas, pero no desespero”. Alberga potencial, al fin y al cabo. Circula un vídeo en el que el futbolista aparece bailando alegremente junto a Griezmann, como ajeno al presente, distante del revuelo del Mosquito, que vuela libre.