Gales3

Bélgica1

GALES: Hennessey; Davies, A.Williams, Chester; Gunter, Ramsey (Min. 88, James), Ledley (Min. 78, King), Allen, Taylor; Bale y Robson-Kanu (Min. 80, Vokes).

BÉLGICA: Courtois; Meunier, Alderweireld, Denayer, J. Lukaku (Min. 75, Mertens); Witsel, Nainggolan, De Bruyne, Carrasco (Min. 46, Fellaini), Hazard; y R. Lukaku (Min. 83, Batshuayi).

Goles: 0-1: Min. 12; Nainggolan. 1-1: Min. 30; A. Williams. 2-1: Min. 55; Robson-Kanu. 3-1: Min. 85; Vokes.

Árbitro: Damir Skomina (Eslovenia). Amonestó a los galeses Davis, Chester, Gunter y Ramsey y a los belgas Fellaini y Alderweireld.

Incidencias: Estadio Pierre-Mauroy de Lille, ante unos 50.000 espectadores.

El torneo avanza destrozando pronósticos cada noventa minutos. La hazaña de Islandia encabezaba el ranking de las sorpresas, pero desde anoche debe cuando menos compartir ese honor con Gales, flamante semifinalista que se cruzará el próximo miércoles con Portugal, otra selección que no es fácil explicar que haya llegado tan lejos. Gales venció con absoluta autoridad bajo la persistente lluvia de Lille, saltándose alegremente las previsiones, ofreciendo un rendimiento más que convincente. Es obvio que mantenerse con vida burlando los cálculos ha dado alas a los de Chris Coleman, se lo han terminado creyendo y anoche desplegaron su mejor fútbol para dejar con un palmo de narices a Bélgica, otra que apuntaba muy alto y se va para casa con muy mal color.

De Gales se había destacado el talento de la pareja Bale-Ramsey, encargada de generar las situaciones de peligro, y la disciplina del resto. El madridista lo vistió con aquella apelación al orgullo y la pasión que rezumaba el colectivo y hasta ahora, aparte del incuestionable esfuerzo realizado, su mayor virtud radicaba en que se había equivocado menos que sus enemigos. En el partido más trascendental de su historia también minimizó errores, pero no evitó que empezase por detrás en el marcador y fue en la adversidad cuando sacó a relucir su categoría, enseñó al continente que es un grupo resuelto, con personalidad, que no tiene problemas para tener el balón y apechugar con la iniciativa. La seguridad en sí misma que inspiró el comportamiento de Gales se tradujo en un éxito que jamás se olvidará.

¿Y qué pasó con la exquisita Bélgica? Pues que protagonizó el enésimo petardazo de las consideradas favoritas. Amagó, dio y pensó que bastaba con lucir galas durante un cuarto de hora. Creyó que Gales caería deslumbrada ante tamaño alarde de clase. Quiso después retomar el hilo y le resultó imposible. Enfrente fueron más serios y más listos.

Bélgica es la suma de inmadurez y calidad. Capaz de arrasar y de defraudar, en definitiva de provocar el desconcierto en el espectador. No merece la pena hacerse excesivas ilusiones con el repertorio de su colección de solistas porque es posible que quede en nada o en mucho menos de lo que prometen nombres tan sonoros como Hazard, De Bruyne, Lukaku, Nainggolan, Carrasco, Witsel... La primera parte de ayer es un buen ejemplo de lo que es Bélgica: salió lanzada, trazó media docena de combinaciones a velocidad supersónica, tomó ventaja en el marcador y, en vez de aprovechar la inercia propia y el susto ajeno, desapareció de escena. Desestimó la posesión, un bien que necesita como el respirar, fue reculando, dejó que Gales asimilase el plastazo y fuera tomando confianza. Pasado un rato, el empate lucía en el marcador, con absoluta justicia y empezaba incluso a parecer escaso para el trabajo desplegado por los chicos de Coleman.

BRILLO Y FIABILIDAD El par de arranques de genio que ofreció Bélgica en los instantes previos al intermedio solo contribuyó a acentuar el mosqueo que produce semejante dejadez. Al igual que la interminable combinación con la que arrancó la reanudación y que Lukaku no convirtió en gol de milagro. O los posteriores intentos e De Bruyne o Hazard. Con lo fácil que lo hacen estos artistas, ¿por qué se abandonan, cómo permiten que un enemigo menor se les suba a las barbas? Solo ellos tienen las respuestas, o quizá las desconozcan, pero vaya forma de comprometer y luego perder una plaza en unas semifinales de la Eurocopa. Carecía de tanto brillo la generación de Ceulemans, Vercauteren y compañía, la única versión de Bélgica que permanece en la memoria, pero en términos de fiabilidad era incomparablemente superior.

Cierto que el gol de Robson-Kanu, el que certificó la remontada galesa, nació de la nada, cuando Bélgica tomó por fin conciencia del peligro que corría; tan cierto como que el maravilloso cabezazo de Vokes llegó en la segunda aproximación al área de Courtois en toda la segunda mitad, pero el pecado fue previo. Desde que Nainggolan sorprendió a Hennessey con un chut lejano hasta que el árbitro mandó a los equipos a tomar aire. En este amplio tramo, Gales se desenvolvió con criterio y se adueñó del duelo. La confianza, mantener las opciones intactas y unas ganas locas de firmar algo grande decantaron la cita. Los coletazos de Bélgica inquietaron, pero se desvanecieron entre el individualismo de Hazard y un sentimiento de culpabilidad que ya no dejó a los de Wilmots recobrar su mejor versión. ¡Qué desperdicio de talento!